Ted Bundy: Durmiendo con el asesino

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Hay personas que se obsesionan con algo, o con alguien, y se sabe que la fascinación puede llegar a obnubilar el pensamiento, entre otras cosas.

Ted Bundy fue un asesino serial de mujeres, uno de los más famosos de los Estados Unidos. Y tuvo varias parejas. Una de ellas, Liz Kendall -su nombre, en verdad, era otro- lo acompañó en buena parte de su vida sin saber que estaba, como dice el subtítulo de la película con Zac Efron en la Argentina, durmiendo con un asesino.

El título original es un poco más gráfico (Extremely Wicked, Shockingly Evil and Vile, o sea Extremadamente malvado, sorprendentemente malo y vil ). Y vaya que Bundy lo fue.

Y hablando de obsesiones, el director Joe Berlinger, con pasado en el documental, hizo sobre el mismo personaje una docuserie para Netflix: Conversaciones con un asesino: The Ted Bundy Tapes.

Así que confiemos que sabe de lo que habla.

Pero para esta película eligió el punto de vista no del protagonista, sino de Liz. Tal vez, a Berlinger lo sedujo cómo Liz negaba una y otra vez, no quería creer en la culpabilidad de su amado. Madre soltera, cada mentira de Ted era para ella verdad.

También es cierto que Bundy llegó a querer engatusar a todo el mundo, haciendo creer que todo era un complot en su contra, que el sistema legal era corrupto e insistía en que él era inocente. Mientras, los cadáveres de colegialas universitarias a las que engañaba seguían amontonándose. El las golpeaba y/o violaba y asesinaba.

Que el carilindo Zac Efron, cuya carrera comenzó en High School Musical y que pasó de comedias berretas como Mi abuelo es un peligro, al lado de De Niro, o en la Baywatch de Dwayne Johnson, también tuvo su momento de gloria en Me and Orson Welles (2008), de Richard Linklater, no vista por casi nadie. De haber sido un éxito, tal vez Zac hubiera pegado un giro hacia otro destino en su carrera.

Como sea, la labor que cumple en Ted Bundy es como para destacar, al menos en su filmografía. El personaje tiene tantas aristas que el actor de 31 años las navega con aplomo. Y no menor es la tarea de Lily Collins (Un lugar para el amor, Okja). La hija del músico de Genesis no es que soporta, pero lleva adelante las acciones y debe ponerse al público de su lado, cada vez que la dirección del filme orienta y desorienta sobre si hay que creerle o no a Ted.

Quizá cierta falta de rigurosidad en el relato es lo que le hace mella al resultado final. Aunque como drama de entretenimiento no esté mal.