Ted 2

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

TEDioso

Ted funcionaba dada la novedad del peluche parlanchín y su burla consciente de todo estereotipo que pulula aún hoy en las comedias blandas, provenientes de la industria y es justo decir que también se adueñó de gran parte del cine independiente, bajo la cansadora disfuncionalidad en estado puro.

Por eso, y teniendo presente el fallido film anterior de McFarlane A Million Ways To Die In The West (2014), con esta secuela no había demasiado por esperar. Además, pareciera que esta vez el coctel de sustancias no pegó tanto en McFarlane y equipo, ya que su historia es una oda al exceso de la paciencia del espectador, TEDiosa y larga como pocas veces se recuerda en un producto tan mediocre como este.

Así las cosas, agotada la premisa de la primera entrega, el juguete que cobra vida se casa con la despampanante Jessica Barth, de vuelta en el rol de la mal hablada Barbie, Tami-lynn, mientras su amigo John (Mark Whalberg) pena por haber quedado solo, tras su separación matrimonial.

Después de un año de convivencia, como toda pareja moderna, el oso y la rubia se llevan a las piñas, violencia de género explícita entre ella y el peluche. La solución se la aporta la empleada afroamericana de turno, y no es otra que tener un hijo y así comenzar la travesía para conseguir esperma y Ted 2 foto 2cumplir el sueño de Teddy. Pero en el medio de ese derrotero se introduce el verdadero conflicto de la historia: el estado norteamericano no considera al peluche como persona y le da el estatus de propiedad, por lo cual todos sus derechos de ciudadano quedan neutralizados y eso implica nada menos que un juicio para abrirle la puerta a una parodia a las películas de abogados, que no tiene ideas más que los apuntes drogones del creador de Family Guy.

La abogada, también drogona e inexperta, está a cargo de Amanda Seyfried, a la vez interés amoroso de John que no le agrega ni una pizca de pimienta al relato, que se consume a las primeras pitadas y luego se repite como disco rayado con los mismos chistes una y otra vez.

Esperemos que, ya consolidada la familia del peluche más zafado del cine, no transite por ninguna otra crisis existencial que amerite un despropósito cinematográfico como el que lamentablemente se dio a luz.