Ted 2

Crítica de Fernando López - La Nación

Ted vuelve sin novedades

Ted 2 padece del mismo mal que gran número de secuelas en el cine de comedia. Conocido el chiste central -el osito de peluche que respondiendo al deseo del (entonces) chico que lo había recibido de regalo cobró vida hace ya unos cuantos años, se puso a hablar (con el lenguaje más grosero y zafado posible) y a desafiar con sus licenciosas conductas cualquier variante de la corrección política- ha perdido la frescura de la novedad y con ella, mucho de su efecto gracioso. Lo ácido se ha puesto rancio. Es más: de la irreverencia de Seth MacFarlane (Padre de familia) ha quedado poco: apenas un módica dosis, casi siempre perteneciente a ese humor grueso preferentemente escatológico, destinado a adolescentes de todas las edades. Demasiado poco para resultar divertido o por lo menos para entretener durante las casi dos horas de proyección.

No basta con una sucesión de chistes gruesos (con el falo o el semen como repetidos protagonistas) ni con el atrevimiento que supone que la marihuana sea el pan de cada día para el peluche viviente y los personajes que lo rodean si no hay una historia que los enhebre y contenga, y en ese sentido esta secuela es bastante poco generosa. Para quienes no consideran a MacFarlane tan gracioso como él cree ser ni son precisamente fans de la llamada nueva comedia americana, el riesgo es mayor: el aburrimiento.

Tras una larga secuencia de títulos a lo Busby Berkeley llega el esperado (?) reencuentro con Ted y su amigo de siempre, John (Mark Wahlberg). Éste ha vivido un fracaso matrimonial de tal magnitud que no ha vuelto a tomar contacto con mujer alguna: hoy prefiere la soledad frente a la pantalla de TV y su variada oferta de pornografía. En cambio, el ex juguete sí se arriesga a la experiencia y ahora mismo se está casando con su novia y compañera de trabajo, Tami Lynn (Jessica Barth). Parece un final feliz, sobre todo si se mantienen los hábitos de siempre que ya se les conocen a los protagonistas y si hay suficiente para fumar. Claro que con el tiempo vendrán las desavenencias entre marido y mujer, y palabrotas, objetos voladores e insultos de todo calibre aturdirán al barrio entero. Menos mal que interviene John y da su consejo: el amor renacerá con la llegada de un hijo. Se olvida de un detalle: ella es de carne y hueso; él, todo de peluche. Habrá que recurrir, pues, a la inseminación artificial, lo que le dará a MacFarlane una nueva excusa para seguir poniendo la genitalidad masculina en protagonista de sus presuntas bromas. Y habrá más tarde otros problemas, sobre todo acerca de la condición del osito -¿es una persona o una propiedad?-, cuestión que habrá que dilucidar en el largo tramo judicial que incluye las consabidas referencias a la cultura popular, algunos invitados especiales (el que más se luce es Liam Neeson), una abogada debutante (Amanda Seyfried), la alusión a otras injustas discriminaciones, la reaparición del "malvado" Giovanni Ribisi. También se admitirá el parche de una escena musical para que Seyfried cante y para que al final todo remate en un cierre sin ideas en el desaprovechado ambiente del Comic Con. No es mucho.