Tarde para morir joven

Crítica de Rocío Belén Rivera - Fancinema

¿TODO TIEMPO PASADO FUE MEJOR?

Amigos, familia, fiesta, vacaciones. Nada más oportuno para un grupo de familias y sus hijos adolescentes que un fin de año en el medio del campo, alejados de un momento histórico oscuro de Chile, fines de la década de 1980 y principios de 1990. Año nuevo, cambios, desvíos, encuentros y desencuentros, balances. De esto, de resabios autobiográficos se trata Tarde para morir joven, de la talentosa cineasta chilena Dominga Sotomayor.

Con una fotografía muy bella, un color sentimental que nos instala en el pasado próximo, la película nos presenta una historia pequeña, pero universal. Un grupo de familias se juntan en un pueblo de campo a festejar año nuevo. En ese rejunte de personas, hay incipientes amores adolescentes, desencuentros familiares, aceptaciones de actitudes de los otros que nos molestan, nos movilizan, nos angustian… y eso nos pasa a todos. Con pequeños gestos, miradas y planos delicados, el film nos muestra este atravesar de los personajes en el cambio, que no solo es el cambio de año y de forma de gobierno (finalización de la dictadura de Pinochet y retorno de la democracia), sino también el cambio de cada sujeto a nivel personal.

Los diálogos son cortos y escuetos, los personajes no se dicen mucho entre sí, pero desde lo actoral se entiende todo, desde incomodidades, deseos, fracasos e incertidumbre. Como dice el dicho, una imagen vale más que mil palabras… y bien cierto es. En la era de lo virtual y la exposición de todo lo que nos pasa en las redes, Sotomayor nos traslada a la época de lo analógico (aunque el film no explicite en qué año está instalada la acción, entendemos que es en la década de los ´80s), donde el encuentro entre los cuerpos era más importante, y sobre todo este encuentro, lejos de donde había muchos que desaparecían sin rastros en manos de una dictadura feroz e injusta.

Tarde para morir joven es un film minimalista, sencillo pero eficaz. Los actores y la fotografía sostienen una acción que es lenta y casi que no lleva a ningún lado, pero sí nos traslada a pensar a aquello que fuimos, lo que somos, lo que nos permite cambiar y lo que nos hace cambiar, mirando al pasado en vistas al presente, porque un pueblo con memoria no repite los mismos errores y eso… hay que recordarlo siempre.