Tarde para morir joven

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Dominga Sotomayor es una joven realizadora chilena, la primera mujer que se alzó con el premio a la Mejor dirección del Festival de Locarno con esta película. "Tarde para morir joven", con elementos autobiográficos, cuenta la historia de un grupo de niños y jóvenes que vivían en la Comunidad Ecológica de Peñalolen (Chile) en los "90, luego de la dictadura de Pinochet.

El núcleo del relato se centra en los chicos de la comunidad que comienzan a desplazarse en libertad en un espacio en que se convive con la familia y los vecinos en forma permanente fuera de toda modernidad, con objetivos comunes, en contacto con la naturaleza. Estamos casi a fin de año y la cámara elige a dos adolescentes y una niña para seguir especialmente su recorrido.
Sofía, hija de padres separados, que se irá a vivir con la mamá fuera de la comuna luego que la venga a buscar en las fiestas; Lucas, su amigo del alma que ve con tristeza como en el amor por Sofía otro le ganó de mano y él sólo puede ahora dedicarse a la música y observarla amorosamente; y la pequeña Clara, de unos nueve años, que se pasa toda la película descubriendo a los demás, aprendiendo de la vida y buscando a su perro.
Película de chicos que empiezan a diferenciarse identitariamente en su mundo, que sienten deseos, que están en disconformidad con los adultos, que empiezan a amar o a darse cuenta de que las cosas no son sólo como las ven, chicos que quieren vivir su vida. Silencios, pocos diálogos, muchas miradas de los chicos a los grandes, de los chicos entre chicos, con una naturaleza casi salvaje que los rodea y hasta parece protegerlos del incendio final.

ESPONTANEIDAD
Con la protección de la música con la que se identifican y los animales que los acompañan, la directora de poco más de treinta años llama la atención por un estilo donde predominan la fluidez y frescura con que maneja el relato, y la naturalidad que logra en todo ese plantel de chicos y adolescentes que se muestran con una espontaneidad llamativa.
La directora misma, Dominga Sotomayor, formó parte de ese grupo comunitario de impronta hippie y vivió esa vida de casas de adobe, huertos orgánicos, respeto a la naturaleza y gran parte de la infancia a la luz de velas y faroles. Allí se los criaba para la libertad, exactamente en el momento político en que terminaba la dictadura pinochetista y se vislumbraba un horizonte amplio.
Un grupo de niños, adolescentes y adultos pueblan el relato cinematográfico. Son el actor transgénero Demián Hernández, en el papel de Sofía; Antar Machado como Lucas y Magdalena Totoro como la pequeña Clara.