Tár

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Tár es una de las mejores películas estrenadas en lo que va de este 2023 en la Argentina, que inquieta e interpela al espectador, y también lo fue entre las que compitieron por el León de Oro en el Festival de Venecia 2022, allí donde estuvo Argentina, 1985.

Todd Field, un actor devenido en cineasta, que tiene solamente tres películas como realizador en su haber (En el dormitorio, Secretos íntimos y Tár) es un tipo desafiante e innovador. No muchos se atreverían a comenzar la proyección de su filme con los -largos- créditos finales, de letras blancas pequeñas y en fondo negro. Y tampoco muchos pondrían como primera la escena con la que decide abrir la película.

Lydia Tár está sentada cómodamente en un sillón en el escenario de un teatro, siendo entrevistada ante una platea colmada. Lydia es una directora de orquesta exitosa, famosa, casi una estrella de rock en el mundo de la música culta. Y Field, autor del guion -que es también candidato al Oscar, como la película, la dirección y Cate Blanchett- dedica esa primera secuencia a un largo diálogo de eruditos.

Lydia y el periodista conversan largo y tendido de lo que es dirigir una orquesta. Hablan de tempos. Mencionan autores y obras específicas. Dialogan, discuten y comentan situaciones, todo con la actriz de Blue Jasmine hablando de corrido, dominando la escena.

Es eso. A partir de esa escena uno entiende al personaje, y en las casi dos horas 40 minutos que dura la película el director se dedicará a contar la crisis que atraviesa a Tár y la que atraviesa ella.

Sus colegas la llaman “maestro”. No la tuvo fácil Lydia: su sueño era llegar adonde llegó -después de pasar por varias otras-, a conducir la Orquesta de Berlín. Exigente y déspota, casada con la primera violinista de la Orquesta (la alemana Nina Hoss), tienen una hijita. Y revelar, en su momento su condición sexual, tampoco le resultó sencillo.

Obsesión y debacle
Pero ante tanto éxito, algo comienza a empañar su vida. Empieza a tener insomnio. Lydia, que es estadounidense, pero habla a la perfección el alemán, dirige un programa de becas de tutoría para mujeres. Lo administra un mediocre aspirante a director (Mark Strong), y el suicidio de una de ellas, obsesionada con Tár, lleva de una cosa a la otra.

Tár, la película, va más allá de la mera cancelación, tema recurrente en el cine en los últimos tiempos, pero a su vez se anima a poner en tela de juicio a una mujer como probable acosadora.

Blanchett es brillante en cada momento. Puede estar ensayando con sus músicos, y entregándose con pasión y vehemencia, con la misma intensidad con que enfrentará a una niña que le hace bullying a su hijita. Lydia es también una manipuladora neta, una mujer que se ha construido un personaje y la película cuenta de manera no menos tremenda su desmoronamiento. Tanto en lo personal como en lo artístico.

Hay más personajes fuertes, varios femeninos -la asistente de Lydia, también quiere ser directora (la francesa Noémie Merlant, de Retrato de una mujer en llamas); una joven violonchelista rusa (la inglesa y actriz y artista de la música Sophie Kauer)- y un final demoledor, que pega en medio del estómago.

Una gran película a la que conviene ir a ver con la mente abierta, para zambullirse de cabeza.