Tango en París

Crítica de Paula Vazquez Prieto - La Nación

Amistad, música y memoria

Tango en París. Recuerdos de Astor Piazzolla es la historia de una amistad tardía. "Nos conocimos cuando cumplíamos 50 años", cuenta la voz de Boy Olmi, que evoca al entrañable José Pons, amigo de tantos artistas argentinos visitantes de París en los 70. El encuentro con Astor Piazzolla, casi como un flechazo, se produjo en aquella Francia de bohemia y tango, de los herederos de la pasión por Gardel, de los años del exilio. Esa inesperada hermandad, las cartas escritas y las reuniones en la casa de los Pons en la Rue Descartes son el eje del documental de Rodrigo H. Vila (Mercedes Sosa. La voz de Latinoamérica), construido sobre la base de grabaciones inéditas (como una versión hogareña de "Balada para un loco" con el bandoneón de Piazzolla y la voz de Amelita Baltar), de recuerdos de los que siguen vivos (muy emotivo testimonio de Jairo) y de una mirada muy cercana a Piazzolla, a sus confidencias y memorias solitarias.

Vila teje la relación de Pons y Piazzolla con notable calidez y sin ninguna condescendencia. Sus personajes están ahí, emergen de las fotos que quedaron de ellos, de sus tardes con Atahualpa Yupanqui y Mercedes Sosa, de los cumpleaños y las canciones compartidas. Con guiños a Buñuel y citas de Oliver Sacks, Tango en París proyecta la memoria hacia el presente, hacia el ahora, como esas canciones que suenan distinto cuando se tocan otra vez.