Tango en París

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Amigos son los amigos
Por el valor documental de las imágenes y grabaciones, muchas inéditas.

Hay muchas maneras de abordar el mundo de Astor Piazzolla. Sus creaciones, sus vínculos, su vida. La que elige Rodrigo H. Vila en Tango en París, recuerdos de Astor Piazzolla entremezcla, porque ése sería el mejor término más que combinar, lo privado, lo íntimo, con su arte.

Cuando el músico argentino vivió en el exilio, tuvo un gran amigo en José Pons. Piazzolla pasó muchos buenos tiempos con él, y el documental lo que hace es recabar y aprovechar grabaciones de audio que habían permanecido inéditas hasta ahora, lo mismo que filmaciones en Súper 8, fotografías y escritos.

Y también cuenta con el testimonio de gente que lo conoció de primera mano, como Amelita Baltar, Horacio Ferrer y Jairo, más Jacqueline Pons, la viuda del amigo de Piazzolla.

Pons y el bandoneonista se conocieron de manera casi fortuita, ya que él y Jacqueline coincidieron en un avión. En París se forjó la amistad. Rondaban ya los 50 años y se hicieron casi inseparables. En la casa de Pons, por ejemplo, Piazzolla conoció a Atahualpa Yupanqui, comió locro y se juntó con otros argentinos errantes.

Las anécdotas, entonces, abundan, y son el fruto más apreciable de este documental.