Tangerine

Crítica de Lucas Rodriguez - Cinescondite

Navidad en Tinseltown

Alabada por la crítica norteamericana, Tangerine no viene falta de méritos pero se podría pensar que está muy glorificada por la temática travestida que exuda en cada fotograma filmado con la tecnología de varios Iphones. La aventura de Sin-Dee y Alexandra por toda la ciudad en una búsqueda implacable del hombre que la traicionó tiene sus momentos de comedia y algunos agridulces, todos mezclados con personajes irreverentes cuyas tristes existencias reflejan la vida misma de estas peculiares personas a las que la vida no se las lleva por delante, sino todo lo contrario.

Sean Baker (Starlet), amo y señor del cine indie con interesantísimas historias, escribió junto a su colaborador cercano Chris Bergoch una odisea para estas dos amigas que trabajan la calle, en un día muy particular que va en contra de todo lo que conocemos de esta fecha: la noche de Navidad. Usualmente, cuando un film norteamericano retrata la festividad, es con nieve y uniones familiares. Baker va en contra de todo esto, filmando una con calor y totalmente tempestuosa para la dupla protagónica. Y que esta pareja sea una de amigas travestis, echa aún más leña al fuego.

Tanto Kitana Kiki Rodriguez interpretando a la impredecible Sin-Dee Rella -¿ven el chiste? ¿Cinderella?- como Mya Taylor en la piel de la abnegada amiga fiel Alexandra tienen una química fascinante, la columna vertebral de la película. Ambas tienen una chispa natural innegable, incluso cuando sus actitudes pueden llegar a enervar la mente de más de uno. Y en eso radica la genialidad de la propuesta de Baker. No hay medias tintas en la trama, estamos viendo un día en la vida de estas peculiares personas y no hay costado edulcorado alguno. La calle es difícil para aquellos que la transitan y la cámara literalmente en mano de Baker así la refleja. No por ello es menos disfrutable el tránsito descontrolado de Sin-Dee y Alexandra siguiéndola de cerca, diciendo cada tres segundos que no quiere drama y drama es lo que ambas obtienen.

En el camino habrá algún que otro personaje orbitando alrededor de ellas, como el proxeneta infiel en cuestión, la chica blanca con la que engaño a Sin-Dee y un taxista armenio que tiene sus propios problemas en mano. Cuando Tangerine se extiende por otras tangentes que no sean las protagonistas, pierde un poco de fuelle. Se siente estirada para rellenar cierto tiempo en pantalla, pero el conjunto final no es para nada desdeñable. Es un testamento a lo mucho que se puede lograr con poco, y le pone presión a un medio donde recién en los últimos años los temas que toca la película se pueden hablar con mayor libertad y sin tanta fobia de por medio. Como proyecto fílmico funciona, y como testamento político otro tanto. Juntos, hacen un gran combo.