Tangerine

Crítica de Elena Marina D'Aquila - Cinemarama

Tangerine Dream

El esperado regreso de Sean Baker a la pantalla grande marca el debut de dos actrices trans cuyas actuaciones se sienten tan genuinas que se ganan un lugar en nuestros corazones en apenas segundos de empezada la película. Todo sucede el día de Nochebuena, cuando Alexandra le cuenta a la impulsiva Sin-Dee que su novio la engañó mientras ella estuvo en prisión. Esto desencadena una rabiosa cacería por las calles de Los Ángeles para encontrar a la tercera en discordia y llegar al fondo del rumor. Filmada íntegramente con un aparato en el que se puede jugar al Candy Crush, la película persigue a Sin-Dee y a su amiga por separado hasta que sus caminos vuelven a juntarlas hacia el final del día. En el medio, aparecen otros personajes, entre ellos, un taxista armenio y cliente de las chicas, su esposa y su suegra. Todas las líneas de acción convergen en un disparatado clímax dentro de un local de donas.

Producido por los hermanos Duplass, el cuarto largometraje de Baker es una especie de Harmony Korine meets John Waters con un brillo radioactivo. Una frenética road movie a pie al ritmo de una ecléctica banda sonora que incluye hip hop, música armenia y electrónica. Baker aprovecha todos los recursos narrativos para crear situaciones hilarantes de una espontaneidad notable, aunque nostálgica en su resolución.

Para lograr esa textura tan maravillosa que exhibe la película, el director que hace unos años sorprendió con Starlet utilizó una aplicación que le permitió echar mano al tratamiento de la imagen durante el montaje. Como resultado, el color naranja que predomina por la saturación de color terminó inspirando el título. Tangerine es un film colorido y enérgico, que nunca se detiene. Baker registra el mundo de la prostitución callejera de Los Ángeles de forma casi documental, con un hiperrealismo extremadamente manipulado, y acierta en mantenerse alejado en todo momento de la sordidez. En cambio, elige un tono cálido para retratar a sus histéricas y adorables criaturas. La marginalidad en la que se mueven estos seres que no paran de hablar un segundo está siempre presente, pero solamente como marco de lo que realmente importa: la relación entre sus protagonistas.

Fresca y magnética, Tangerine es un atípico y bienvenido cuento de Navidad que funciona también como un acercamiento a un submundo pocas veces visitado por el cine de una forma tan tierna y a la vez original.