Tan fuerte y tan cerca

Crítica de Nicolás Viademonte - Función Agotada

Si queres llorar... Llora!

Stephen Daldry, realizador de El Lector, Billy Elliot y Las Horas que resulta terriblemente afín a la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Los Ángeles por su contenido solemne, conmovedor y grandilocuente, vuelve a nuestras salas de cine para entregar su película más sensiblera, llamada Tan Fuerte y Tan Cerca.

Oskar Schell es un inquieto y excepcional muchacho de 11 años que posee una gran inteligencia. Lamentablemente para él su feliz vida se ve trastocada cuando su padre muere en el atentado a las Torres Gemelas, aunque el hecho de encontrar una llave hará que comience un viaje que lo conectará con personas desconocidas que lo intentarán ayudar a descubrir qué cerradura abre la misteriosa llave.

Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Una cosa es una película efectiva y otra muy distinta es una película efectista. Tan Fuerte y Tan Cerca pertenece al segundo grupo por ser asquerosamente efectista, porque busca de todas las maneras forzar en nosotros un efecto, que en este caso es el llanto. Si, la mayoría de las películas buscan generar algo en el espectador, pero la cuestión se centra en cómo lo logran. Lamentablemente aquí no llega a provocarlo por medio de la historia y su desarrollo o la evolución de sus personajes, sino que pone toda su artillería sensiblera en función de generar las lágrimas, sufrimiento y desconsuelo, teniendo como resultado un film plagado de golpes bajos, momentos "profundos y conmovedores" y demás cuestiones que la convierten en uno de los peores estrenos en lo que va del año.

A lo largo de todo su metraje, exagerados 129 minutos, encontraremos varios elementos que harán de su visionado algo difícil, tan difícil como contener las lágrimas. En esos 129 minutos tendremos que soportar y escuchar en reiteradas oportunidades los últimos 6 (seis!!!!) mensajes en un contestador que Thomas Schell le deja a su hijo en el intento de despedirse de él, lo que sin dudas delata un insoportable regodeo por la muerte del personaje de Tom Hanks a manos de Daldry, secuencias que encima se encuentran "puestas en escena" por un niño de 11 años, algo que las agrava totalmente. En Tan Fuerte y Tan Cerca no existe la palabra "felicidad" o al menos se esfuma luego de la muerte del patriarca Schell. La mayoría de los personajes que van entrando y saliendo de la historia presentan vidas llenas de pérdidas, desolación y sufrimiento, donde encontramos entre ellos la labor de la "lloro con una facilidad bárbara, hasta con moco de la nariz y todo" Viola Davis, aunque sin dudas el ejemplo más emblemático del sufrimiento de los personajes de este tedioso film es el del papel del abuelo del insufrible Oskar que quedó mudo por la pérdida de sus padres en el Holocausto, de donde justamente él es sobreviviente, además de jamás haber conocido a su hijo. Una vida llena de amargura que provoca nuestro sufrimiento...¿Pero era necesaria tanta carga mortuoria para forjarlo?

Incluso el guión de Eric Roth, romántico y muy buen escritor de grandes películas como Forrest Gump o El Informante, presenta por momentos frases de una bajeza importante como cuando Oskar le dice a su madre que prefería la presencia de ella en las Torres Gemelas a la de su padre. Una escena totalmente injustificable dentro del entorno que propone la película, debido a que más allá de no ser la mejor madre del mundo, no presenta actitudes que justifiquen semejante estocada al corazón. Ah, pero el momento conmueve y mucho por su dureza.¿Pero a qué precio?

Por último tenemos la intolerable intervención de la música, que obviamente es excesivamente afín a las intenciones de la película y resulta otro elemento terriblemente molesto de soportar en su metraje por su carga emocional y su grandilocuencia. Ojo, que por la música en algún momento lagrimeas, aunque obviamente que con la repetición de esta bajeza musical es fácil lograrlo.

Tan Fuerte y Tan Cerca resulta un film plagado de reiterativos recursos puestos en función de forzar el llanto, donde solo falta Moria Casan incitándote a largar las lágrimas por medio de su conocida frase: Si queres llorar... Llorá.