Tampoco tan grandes

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Indudablemente, fue una de las sorpresas entre las presentaciones del Panorama del Cine Argentino en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Desde ese momento, “TAMPOCO TAN GRANDES” está destinada a ser una de las grandes comedias románticas nacionales, con personajes inquietos y conflictos en, donde quienes hayan recientemente superado la barrera de los 30, puedan sentirse más identificados.
Lola (Paula Reca –quien junto con su hermano Máximo son los productores de este film, en la primera apuesta fuerte de Ayar Stories- y a quien pudimos ver en “Veredas” formando la pareja protagónica junto a Ezequiel Tronconi) se presenta desde las primeras escenas como una creativa publicitaria algo eléctrica, bastante malhumorada y con serios problemas de cleptomanía.
Al recibir la noticia del fallecimiento de su padre, su mundo queda trastocado por completo dado que creía que él estaba muerto, desde hacía ya un buen tiempo.
Sumado a esto, estaba atravesando el stress previo al casamiento y entre todas las noticias también se entera que no tiene 29 años como ella pensaba sino que ya ha superado los 30!
Para poder resolver todas las cuestiones relacionadas con la herencia, Lola deberá emprender inmediatamente un viaje a Mar del Plata. Pero… ¿quién es el elegido para esta aventura?
Nada más ni nada menos que su ex novio Teo (Andres Ciavaglia, de un trabajo teatral perfecto en “Cronología de las Bestias” en Timbre 4 y con participaciones en “Las hijas del fuego” de Albertina Carri y en las recientes “Recetas para Microondas” y “En peligro”), a quien la propia Lola tiene agendado en su celular como “Peligro!”.
A ellos se les sumará la hermana de Teo, Rita, quien está en pleno tratamiento para combatir sus adicciones (otro gran trabajo de Maria Canale) y juntos iniciarán este viaje en una particular combi escolar, con un toque algo vintage.
A medida que se vaya develando la historia, conocerán a Natalio (un delicioso personaje compuesto por Miguel Angel Solá, dispuesto a divertirse en pantalla como nunca) la pareja gay de su padre, quien quiere cumplir la última voluntad de esparcir las cenizas del recientemente fallecido, en Bariloche.
Es así como “TAMPOCO TAN GRANDES” se construye funcionalmente como una road movie Buenos Aires – Mar del Plata – Bariloche, pero por efectos de un guion que sabe jugar plenamente y con mucha inteligencia con el humor, logra sacar partido y redondear un película en la que se hablará mucho más que de los viajes.
En su primera incursión en el cine de ficción, Federico Sosa (que ya había dirigido “Yo sé lo que envenena” y “Contra Paraguay”) logra darle al film, un tono y un ritmo fresco, dinámico y un aire lúdico que se respira a lo largo de toda la película.
La estructura del planteo es clásica y una de sus fortalezas es que en lo que pretende contar, en ningún momento reniega de apoyarse en muchas de las convenciones de la comedia romántica y sobre todo, en los trazos del personaje de Natalio, donde recurre fuertemente a los estereotipos.
Pero lo hace justamente para partir de ese punto y crear desde lo convencional, un personaje fresco, funcional a la historia y que aporta ese choque generacional que se sostiene a través del humor no exento de una fuerte dosis de sensibilidad y emoción.
No solamente se agradece el permanente sentido del humor en cada situación y ese espíritu juvenil y desacartonado que atraviesa “TAMPOCO TAN GRANDES”, sino que además Sosa maneja una gran ductilidad en la conducción de sus actores.
El cuarteto protagónico está impecable: Paula Reca es fresca, sensual y tiene una cara que ilumina totalmente la pantalla. Con Ciavaglia son efectivamente pura química y el contrapunto de sus personajes se disfruta enormemente y explotan ese potencial al máximo, con un ritmo justo para la comedia que no es tan fácil de lograr como parece.
María Canale (con un recordado trabajo en “Abrir puerta y ventanas”) completa el trío juvenil con el personaje quizás más comprometido pero con la cuota exacta de teñir esa vertiente dramática sin ningún tipo de subrayados.
Capítulo aparte merece Miguel Angel Solá, quien por supuesto a esta altura de su extensa trayectoria no sorprende por su calidad de actor, sino por su completa entrega a un papel sumamente difícil que en manos de otro colega podría haber caído en una especie de caricatura que hubiese arruinado el tono general de la película.
Solá disfruta de cada línea de texto, juega con su Natalio y explota cada una de sus escenas, brindando un trabajo sutil, exquisito, emotivo y a la vez sumamente divertido.
Muchas veces en estas historias simples (con la complejidad que supone llegar a lo profundo sin diálogos rimbombantes ni frases declamatorias) con esa mirada entre naïf y melancólica de sus criaturas, se encuentra la receta perfecta de una comedia atractiva, con rubros técnicos impecables y una música que acompaña ese viaje interior que atraviesa a cada uno de los personajes… para que en el punto de llegada ya no sean los mismos, sin que nos olvidemos que siempre es mejor si mantenemos una sonrisa durante el viaje, aún en los momentos más dolorosos.