Tadeo, el explorador perdido

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Uno pensaría que viniendo de algún país distinto de Estados Unidos una película de animación para chicos podría tener la posibilidad de una búsqueda interna de originalidad e incluso de identidad propia. En realidad es así en la mayoría de los casos, pero no en esta producción española ganadora del Goya 2012 a la mejor producción animada.
El mismo director, Enrique Gato, ha dicho (palabras más palabras menos) que la idea era tomar estos personajes de un corto realizado en 2004 y convertirlo en largometraje para ayudar al éxito de taquilla, asegurar la continuidad de la productora, recaudar y hacer muchas más siempre en plano comercial. Pues bien, si el objetivo es ese, está cumplido.
El guión de “Tadeo, el explorador perdido” toma, básicamente, la esencia de Indiana Jones en tono paródico (aunque Indiana ya era una suerte de parodia de los arqueólogos) para construir una aventura convencional y efectiva. O sea, imagine al Dr. Jones, sin plata, sin glamour, torpe y de pensamiento bastante básico. Un fracasado de optimismo exacerbado pues nunca se pierde el espíritu aventurero con el que arranca la escena inicial con Tadeo niño buscando tesoros en el jardín de su casa.
Los años pasan y lo tienen como obrero de la construcción, sólo que esta vez irá, por accidente, en busca de una antigua ciudad perdida en el Perú. Esto será en compañía de Sara Lavrof , “inspirada” en la curvilínea Lara Croft del video juego Tomb Rider (otra aventurera)
Hay villanos, hay personajes que aportan el tono cómico como Freddy, un indio peruano que vende de todo y, por supuesto, una leyenda que podría ser realidad.
“Tadeo el explorador perdido” anda por el camino de ser un producto entretenido, recomendable para chicos (diría de hasta 9 ó 10 años) y para los que los acompañen al cine. Tiene la efectividad del ritmo narrativo, los buenos trabajos de doblaje (¿por qué la mímica de los labios habrá sido en inglés?) y algunos buenos gags cuando aparece la momia. Podría achacársele falta de originalidad para darle un alma a los personajes en lugar de buscar deliberadamente el código visual para relacionarlos con lo ya conocido (y exitoso). Acaso algunas escenas estén muy cercanas al plagio (la de una roca redonda que rueda hacia los personajes que vienen corriendo de frente, ¿le suena?), pero son detalles en los que podríamos fijarnos los que vamos al cine hace rato. Los chicos la van a pasar bien y de paso llevarse algún que otro mensaje sobre la perseverancia. En definitiva el paseo es para ellos, el cine queda para otro momento.