Synecdoche New York. Todas las vidas, mi vida

Crítica de María A. Melchiori - Cine & Medios

El largo y sinuoso camino

El prestigioso director y autor teatral Caden Cotard (Phillip Seymour Hoffman), algo hipocondríaco y egocéntrico como todo talento de renombre, no es capaz de reconocer de inmediato que su vida familiar se terminó. De repente, su mujer Adele (Catherine Keener) se va en un viaje artístico a Europa con su única hija y ya no regresa. Luchando con sus propios y auténticos instintos, Caden se queda solo, boyando entre dos mujeres que se disputan su interés, mientras el tiempo de su vida se le desliza en una confusión de meses que parecen semanas y años que parecen meses.
A medida que su salud decae y los médicos no pueden acertar con un diagnóstico concreto, su vida profesional se dispara gracias a una prestigiosa beca que le permite llevar adelante el proyecto más ambicioso de su vida: la narración coral, día tras día, de un grupo cada vez mayor de personas en la ciudad de Nueva York.
Y finalmente, Charlie Kaufman debutó como director con una cinta que lo pinta entero. Se podría caer en el lugar común del homenaje a sus fuentes (cine, teatro), a la admiración que en él provocan tanto sus personajes como los actores que lo interpretan, etcétera. Pero hay algo más en este producto extraño, con mucho del último Lynch aunque por lejos más asequible a un público amplio. En su puesta escénica y en la estructuración de los conflictos se puede seguir el hilo de una trama engañosa, que coquetea con lo onírico y también con algún absurdo, sin dejar de ser un drama eficaz (evoca por momentos a "Eterno Resplandor...").
La historia entraña algunos golpes bajos, lógicos dentro de una trama donde el personaje central debe necesariamente sufrir, aunque morigerados con la cuota de humor oscuro propio de Kaufman.
El elenco, de principio a fin, se luce en torno a Phillip Seymour Hoffman, que logra un personaje protagónico que de a poco y como una fuerza centrífuga va liberando a sus secundarios; tanto los que le acompañan en su devenir como autor, como los actores que comparten sus días en ese gigante plató donde se desarrolla el ambicioso sucedáneo de la vida misma.