Suzume

Crítica de Juan Pablo Cinelli - Página 12

"Suzume", el animé en su mejor expresión

El director vuelve a demostrar aquí que es mucho más que “el heredero” de Hayao Miyazaki. Shinkai utiliza la fantasía para buscarle una explicación a las tragedias colectivas de su país, pero lo hace imaginando un mundo espiritual arraigado en la naturaleza, en permanente convivencia con el plano humano de la existencia.

El estreno de Suzume, nueva película del cineasta japonés Makoto Shinkai, no solo lo confirma como un referente ineludible del animé en la actualidad, sino que al mismo tiempo abre la discusión acerca del uso del término “heredero”. El mismo se ha vuelto un lugar común para englobar a figuras emergentes de talento variable dentro de distintas disciplinas, que comparten ciertas características con algún personaje destacado en el área en la cual se desempeñan. El concepto tiene una larga tradición en el cine y el propio Shinkai aún carga con el peso de ser considerado “el heredero” de Hayao Miyazaki (genio del animé de 82 años, todavía activo), aunque el valor de su propia obra amerita que se lo saque de la categoría de eterno aspirante y se lo admita en el panteón de los grandes maestros del género.

Como indican las reglas del animé, la acción de Suzume se desarrolla en el Japón, con un abordaje naturalista cuyo realismo se verá alterado por la aparición de un elemento fantástico que revelará la existencia de mundos paralelos. Lejos de la idea hoy omnipresente de los multiversos, plaga del Hollywood contemporáneo, estos mundos no tienen un origen que busque ser explicado por la ciencia, sino que están vinculados con una idea de lo espiritual de potente raigambre en la cultura nipona. Como ocurría con películas anteriores de Shinkai, como Your Name (2013) o El tiempo contigo (2019), el imaginario sintoísta es central en el argumento de Suzume. A tal punto que, sin llegar a ser una película religiosa, es imposible no percibir ese motor detrás de su historia.

Suzume es una adolescente que perdió a su madre en un terremoto, siendo una nena. La película empieza con un sueño recurrente en la que la pequeña Suzume busca desesperada a su mamá entre las ruinas del pueblo y a la que finalmente encuentra en una idílica pradera. Ya despierta y camino al colegio, la chica se cruza con un joven extraño por el que se siente atraída; este le pide indicaciones para llegar a unas ruinas. Deslumbrada, Suzume decide seguirlo a escondidas y así descubre en un domo derruido una puerta que parece conduce a un lugar como el de su sueño, pero al que no puede acceder. Shinkai maneja con fluidez tanto la cuestión relativa a la tensión sexual que surge entre la chica y el extraño (elemento tradicional del animé) como la introducción de lo fantástico.

De vuelta en la escuela, Suzume y sus compañeros reciben una alerta sísmica y enseguida la protagonista ve emerger de la montaña una especie de gusano gigante, justo en el lugar donde están ubicadas las ruinas que acaba de visitar. Pero solo ella puede verlo. Asustada, corre de regreso, y ahí encuentra al joven tratando de cerrar la puerta que ella dejó abierta, por donde el gusano de la otra dimensión se ha colado en esta. Suzume lo ayudará y luego él le explicará que la caída de esos gusanos gigantes que nadie puede ver sobre la tierra es lo que produce los terremotos que suelen azotar a Japón (uno de los territorios más sísmicos del mundo) y que su tarea es mantener esas puertas cerradas para evitarlos. Una vez más, un artista japonés utiliza la fantasía para buscarle una explicación a las tragedias colectivas de su país. Pero lo hace desde la lógica sintoísta, imaginando un mundo espiritual arraigado en la naturaleza, en permanente convivencia con el plano humano de la existencia.

Lejos de cualquier solemnidad, Shinkai consigue que los elementos religiosos de la historia se conviertan en el origen de una aventura. Una que el director y guionista irá contando sin despreciar el humor y el absurdo como recursos para que el relato avance con fluidez. Un gato encantador que desencadena terremotos, una sillita parlante y fugitiva, una tía sobreprotectora y otros personajes inesperados hacen que la película, la séptima dentro de la filmografía de Shinkai, se vuelva un mecanismo narrativo perfecto. Una novedad más que grata para iluminar una cartelera comercial cada vez más predecible, reiterativa y uniforme.