Suspiria

Crítica de Martín Goniondzki - Cinéfilo Serial

Dario Argento nos ofreció en 1977, “Suspiria” un film que terminaría siendo la primera parte de una trilogía que hablaba sobre brujas y aquelarres. La primera entrega se convirtió en un fenómeno de culto gracias a su marcada estética y a sus recursos estilísticos que devinieron en una evolución del género conocido como giallo (films pertenecientes al suspense y terror italiano que tiene elementos de misterio y a menudo contiene ciertos aspectos del slasher, thriller psicológico, terror psicológico, explotación, sexploitation, y, con menor frecuencia, características de terror sobrenatural). A su vez, la música compuesta por el grupo de rock progresivo italiano “Goblin” se amalgamó homogéneamente con los escenarios expresionistas del largometraje, haciendo que su atmósfera sea aun más llamativa y espeluznante. Todos estos aspectos convirtieron a la cinta de Argento en un clásico pero en lo que respecta a lo formalmente narrativo, la obra no dejaba de ser un tradicional ejercicio de terror y suspenso donde van sucediendo hechos extraños y donde poco a poco se van acumulando las víctimas hasta llegar al clímax donde se vean reafirmadas las suposiciones que se dan en el inicio.
No es de extrañar que para hacer una nueva versión de esta cinta, la dirección haya caído en manos de Luca Guadagnino (“Call Me By Your Name”), que si bien no tiene antecedentes en films de este estilo, sí tiene la experiencia y la visión como para realizar una remake de “Suspiria” que se separe del relato original, que se sustente por sí misma y que vaya por un lado totalmente distinto a la historia de Dario Argento. La premisa es la misma pero con cambios sutiles que van dando una idea de lo que se propone el director con esta posibilidad de reversionar “Suspiria”. En esta oportunidad, se nos cuentan los hechos alrededor de Susie Bannion (Dakota Johnson), una joven estadounidense que viaja a Berlín para cursar sus estudios de danza en una de las escuelas más prestigiosas del mundo, dirigida por Madame Blanc (Tilda Swinton). El mismo día en el que ingresa, una de las alumnas decide escapar del establecimiento abruptamente por hechos oscuros que la hacen sospechar sobre la posibilidad de que las profesoras sean brujas que conforman un aquelarre que opera en la misma escuela. Así es como la historia se irá erigiendo en base a distintos personajes, por un lado Susie, que busca hacerse un lugar en este nuevo sitio, por otro lado el Dr. Josef Klemperer (también interpretado por la camaleónica Tilda Swinton), que es el psicólogo que atiende a Patricia, la joven que deja la academia y que posteriormente desaparece, y Sara (Mia Goth), que también intentará averiguar que pasó con su compañera y advertir a la desprevenida Susie sobre los peligros de la escuela de danza conforme vaya avanzando la investigación.
Como verán, acá hay una primera diferencia con el film original que se decide prácticamente por presentar solo a Suzy Bannion como el único personaje al cual sigue la trama, desarrollando casi en su totalidad su punto de vista. Por otro lado, en la cinta de 1977 se abre la narración con un asesinato que tiene lugar en la academia y el desconocimiento sobre si se tratan de brujas o solo un homicida. Asimismo, se desarrollan más el resto de los personajes en esta versión de 2018 y se opta por una protagonista que evita el pánico y el descenso a la locura para dar lugar a que esto suceda con su ayudante.
En el punto de vista estético, Guadagnino también decidió separarse de la visión de su compatriota para ir por un camino prácticamente opuesto. Mientras que Argento se decidía por una fotografía y unos decorados muy expresivos, saturados y llenos de colores fuertes, Luca Guadagnino se decidió por una visión más desaturada, poco contrastada y donde prevalecen los colores pasteles y más apagados, que también pegan más con la banda sonora propuesta por Thom Yorke (su primera banda sonora) con un sonido más estilizado, melancólico, moderno e hipnótico por medio de un sonido electrónico más actual. El efecto total de ambos films puede que sea el mismo pero Guadagnino propone un enfoque menos visceral (al menos hasta el último acto) y más psicológico que igualmente resulta amenazante y perturbador. Los climas que genera el director italiano con su nueva versión es realmente el de una atmósfera opresiva y turbulenta.
Los temas tratados también son diferentes, ya que en la película de 2018 se habla del abuso de poder, el rol de las madres y el esquema matriarcal, el poder del arte, entre tantos otros.
Enfocándonos más en la visión de Guadagnino podemos decir que su trabajo va por un lado más complejo, ya que intenta darnos una narrativa más atractiva, moderna y fragmentada haciendo posible la multiplicidad de puntos de vista. También intenta ofrecer una violencia que pase menos por la sangre en sí y más en lo físico y en lo psicológico. No por esto estamos diciendo que su obra es superior a la de Argento ni mucho menos, sino que buscó ir por otro lado para evitar la forzada y banal comparación de que un producto es mejor que el otro. Su “Suspiria” tiene sus intentos fallidos como lo del contexto que quizás busca polemizar por el solo hecho de hacerlo más que por el de agregarle una dimensión al relato y otras cuantas cuestiones que pueden ser subjetivas en lo que respecta a coherencia y sentido pero también son aspectos que hacen que sea más enriquecedora la experiencia de su visionado.
“Suspiria” (2018) termina siendo una propuesta original que no busca imitar a su predecesora sino despegarse e ir por otro camino, es un largometraje que se termina presentando como menos accesible pero que de alguna forma llega al espectador por su tremendo trabajo a nivel narrativo y estético.