Suspiria

Crítica de Mariano Patrucco - EL LADO G

Hipnótica, demencial, arriesgada y distinta. La nueva Suspiria es un ballet sangriento y demoníaco coreografiado a la perfección por Luca Guadagnino con una brillante labor de sus bailarinas principales.

En 1977 el genial Dario Argento le regalaría al mundo una de las más brillantes joyas del giallo italiano. Suspiria, un cuento de hadas macabro inspirado vagamente en fragmentos del ensayo de Thomas De Quincey Suspiria de Profundis y el estilo visual de algunas fábulas animadas como Blanca Nieves y los Siete Enanos (1937) y Alicia en el País de las Maravillas (1951).

Con su brillantes y estridentes colores primarios, luces exageradas y artificiales que tiñen a las escenas de un halo de maldad sobrenatural y un diseño de producción cargado de influencias expresionistas Suspiria se convertiría en una película de culto cuya influencia puede sentirse hasta el día de hoy como una de las películas de terror europeas más recordadas de todos los tiempos. Argento siguió explorando el concepto de “las Tres Madres” de De Quincey en una trilogía temática que se completaría con Inferno de 1980 (Mater Tenebrarum) y The Mother of Tears de 2007 (Mater Lachrymarum). Con 14 años un joven Luca Guadagnino (Call me by your Name, 2017) quedaría tan fascinado y obsesionado con la película original que, muchos años después y ya convertido en un director de renombre, se animaría a hacer una nueva versión de este clásico.

Susie Bannion (Dakota Johnson), una joven menonita nativa de Ohio, viaja a la convulsionada, dividida y violenta Berlín para formar parte de la prestigiosa Academia de Danza Tanz, poco tiempo después de la desaparición de la perturbada estudiante Patricia Hingle (Chloë Grace Moretz). Su talento innato llamará la atención de Madame Blanc (Tilda Swinton), la coreógrafa principal y directora artística de la academia. Por otro lado el psicólogo de Patricia, el Dr. Josef Klemperer (interpretado “por el actor Lutz Ebersdorf”) empezará a investigar los aparentes delirios de la joven que hablaba de un aquelarre de brujas dirigiendo la academia, intentando despertar un mal muy antiguo: la entidad demoníaca conocida como Mater Suspiriorum.

Con el Otoño Alemán y los atentados de la Facción del Ejército Rojo como un violento telón de fondo, Klemperer ahondará en la oscura verdad de la academia con la ayuda de la estudiante Sara (Mia Goth) mientras Susie entrena para ser la figura central de Volk, un extraña y esotérica danza ritual creada por Madame Blanc.

Guadagnino, gran admirador de la película original de Argento, decidió jugarsela por reinventar Suspiria junto al guionista David Kajganich. Ambas películas difieren casi totalmente pero se complementan entre sí gracias a sus diferencias y similitudes. Las dos son experiencias sensoriales que perturban de una bella manera, como una pesadilla febril de la que uno no quiere despertar. Ambas son experimentales arriesgadas y únicas, cada una a su manera.

A pesar de que la historia apenas se parece a la de la película original, uno puede sentir el eco de la Suspiria de Argento recorriendo los lúgubres pasillos laberínticos de la obra de Guadagnino. Kajganich toma apenas la estructura básica de la historia original (inocente estudiante americana entra a una academia de danzas alemana manejada por brujas) y reescribe completamente la película, Guadagnino se apropia de los personajes y la historia para hacerlos suyos, reiventándolos totalmente y haciendo una película nueva y diferente pero igual de poderosa que la original.

La diferencia más grande que salta a la vista desde el principio radica en el apartado visual. La versión de Argento era un asalto a los sentidos, una tenebrosa explosión de luces y colores inolvidable. Esta Suspiria decide ir por el camino contrario: una Berlín oscura y apagada llena de colores fríos y grises lúgubres. El tratamiento visual nos muestra una ciudad desolada y deprimida, ahogada por la violencia de los atentados de Baader-Meinhof y el fantasma reciente del nazismo, como un espejo de la violencia y la maldad que se cocina a fuego lento dentro de la academia.

El terror en Suspiria es primigenio, visceral y etéreo. Descansa más en la generación de climas y atmósferas tenebrosas y perturbadoras, con secuencias de sueños casi lisérgicos y una constante sensación inquietante que de vez en cuando desemboca en cuerpos retorcidos y doblados de manera antinatural, ganchos perforando la carne y un clímax final que explota a puro gore.

Dakota Johnson deslumbra con el viaje interno de su Susie Bannion. La actriz que viene de protagonizar la mediocre saga de 50 Sombras demuestra que es una intérprete con talento, se nota el compromiso con el papel y las horas de entrenamiento para realizar las coreografías a ala perfección. Aunque el punto más alto en lo actoral es la camaleónica Tilda Swinton, que interpreta tres roles distintos en la película, siempre desapareciendo en el papel y volviéndose irreconocible (con la ayuda de un espectacular trabajo de maquillaje y prótesis).

Párrafo aparte se merecen las complejas e hipnóticas secuencias de danza interpretativa creadas por Damien Jalet. A diferencia de la primera película, donde el ballet era un elemento anecdótico, la danza tiene un peso muy importante en la versión de Guadagnino. Los movimientos hipnóticos son claves para manifestar el poder de las brujas. Cada secuencia de baile es como un conjuro que atrapa al espectador.

Otro elemento destacado es la música de la película. Thom Yorke, el líder de Radiohead, toma ciertas lecciones del soundtrack original compuesto por Goblin como la repetición de armonías musicales somo si fueran hechizos pero con un sonido más discreto y ominoso, para componer melodías oscuras y deprimentes que refuerzan ciertas escenas. Los varios ejes temáticos que Guadagnino toca (con distintos niveles de profundidad) como la noción de maternidad, el trauma y la vergüenza del pasado, la opresión y la cantidad de subtramas pueden jugarle en contra a los espectadores de poca paciencia que esperan una historia de horror más tradicional.

La nueva Suspiria es una lección de como encarar una remake en tiempos de películas olvidables que repiten fórmulas, completamente despojadas de alma y originalidad. Es tomar un film ya existente y expandir su mundo y sus temas para crear algo nuevo, es tomar algo que uno ama conservando sus aspectos clave y recrear la sensación que te transmitió. No repetir paso a paso el pasado, sino reinterpretarlo bajo tu propia perspectiva.