Super Once: El juego final

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Créanlo o no, el estreno de Super Once: El Juego Final es todo un acontecimiento de cartelera. Primero, porque los propios fans a través del programa televisivo Z TV (que si todavía no lo vieron se los recomiendo) cincharon para que ella se estrene. También porque es el segundo estreno del año referido al mundo del animé, hecho que nos hace acordar a un par de años atrás en que esto era más normal; y si bien las circunstancias son diferentes (Dragon Ball Z tenía un público Joven-adulto cautivo que lo vio de chico) no deja de ser un evento convocante para aquellos que siguen el género. Por último, por las circunstancias en las que se presenta, en una sola cadena – Showcase – en horarios limitados, y con la distribución de la producción del mencionado Z TV.
Para los seguidores estas líneas pueden resultar redundantes ¿Qué se puede decir que ellos no sepan ya? Vale confirmarles que sí, que la película es como lo que ven en el programa, con la grandilocuencia del caso, y en versión extendida, por lo tanto, si tenían alguna duda, no saldrán defraudados.
Ahora, si por alguna casualidad, curiosidad, o compañía, quieren verla sin saber de qué se trata el asunto, ahí va para ustedes. Los protagonistas son un equipo de fútbol, el Instituto Raimon, que participan en el torneo de Fútbol Frontera. Los mismos son capitaneados por Mark Evans (o Endöu Mamoru para los puristas) y su única meta es triunfar en el torneo, para lo cual deberán sortear todo tipo de obstáculos. Y eso de obstáculos es mucho más que una metáfora, realmente se les interpondrán cosas en el medio, mientras enfrenten a otros equipos, sobre todo a los invencibles de la Royal Academy, y así el fútbol pasará a ser un verdadero campo de aventuras.
Claro, hay algo que circula la idea de la serie animé y que influencia a la película, un ataque alienígena, que controla el planeta, y tiene su propio equipo.
Para los que tenemos entre veinte y treinta y pico de años es imposible no relacionar esta historia con los recordados Supercampeones (Kyaputen Tsubasa), y en la comparación hay que decir que Súper Once pareciera un producto ligado a un público más infantil. Si en Tsubasa los estadios parecían interminables y los partidos verdaderas tragedias shakespereanas, en Inazuma volvemos otra vez a estadios extensos y en medio de los partidos puede suceder de todo, fuego, peleas, postas de todo tipo de materiales y ciencia-ficción pura.
Esto último tiene una explicación, el origen de Súper Once, proviene de videojuegos para las últimas consolas de Nintendo, lo cual se ve reflejado en los efectos que se entremezclan en medio de una animación muy tradicional y simplista (no es Ghibli, ni intenta serlo).
Inazuma Eleven es un éxito mundial, una máquina de facturar y lanzar todo clase de productos, juegos de distinta plataforma, mangas, series animé, y también tres películas hasta ahora. Por lo tanto, hablar de este film dirigido por Miyao Yoshihazu, aislado de toda la parafernalia alrededor es imposible, pertenece a ese universo en donde los fanáticos y adeptos consumen más y más de lo que aman. No sería extraño, que a la salida de la sala, algún vendedor callejero quiera aprovechar la euforia infante para vendernos algún subproducto ad hoc; todo viene en conjunto, como una moda, un furor, y desde ese punto no hay ningún análisis valorativo posible. Simplemente, vayan y disfrútenlo, y para los acompañantes que recién aterrizan, se les asegura un rato a plena acción, fantasía y humor infantil.