Suite francesa

Crítica de Laura Osti - El Litoral

Un relato clásico de amor y coraje

“Suite francesa”, del director inglés Saul Dibb, está basada en una novela inconclusa escrita por una mujer judía, Irène Némirovsky, que falleció en Auschwitz. El manuscrito fue descubierto muchos años después de su muerte por su hija y se trata de una historia romántica, que transcurre durante la Segunda Guerra Mundial, en un poblado de Francia, cercano a París, Bussy.

Según se afirma, el guión del film se concentra particularmente en “Dolce”, la segunda parte de esa obra, donde la escritora relata el avance de la ocupación alemana sobre el país galo. A pesar de transcurrir en Francia, está hablado en inglés, a la manera de los grandes clásicos del cine de la década del ‘40.

Mme. Angellier (Kristin Scott Thomas) es una acaudalada terrateniente que vive en su distinguida finca con su nuera, la bella Lucille (Michelle Williams), mientras que su hijo está en algún lugar del frente, luchando contra las tropas de Hitler.

Como todos los meses, ambas mujeres recorren con su automóvil sus granjas y propiedades para cobrar el alquiler a sus inquilinos. El film comienza mientras están realizando esta tarea y empiezan a cruzarse en el camino rural con vehículos y personas de a pie que vienen huyendo de París (que no está muy lejos de Bussy), puesto que la capital francesa ha caído bajo el dominio de los invasores.

En medio del campo, la multitud de parisinos que escapan buscando refugio son bombardeados por una flotilla de aviones de las fuerzas enemigas.

Con esta tensión dramática comienza el relato, anticipando lo que vendría inmediatamente después: la llegada de las tropas terrestres. De modo que la tranquila población se verá alterada por completo al ser invadida por refugiados y también por invasores.

Es así que Lucille y Mme. Angellier tendrán que compartir su distinguida vivienda con el Tte. Bruno von Falk (Matthias Schoenaerts).

Mme. Angellier no puede ni quiere disimular su odio a los alemanes y le ha prohibido a su nuera hablar con el oficial enemigo, entre otras actitudes recalcitrantes que responden a un carácter riguroso, propio de una mujer poderosa y viuda, acostumbrada a mandar y a ser obedecida. Ella lleva con mano de hierro los negocios familiares, mientras su único hijo está en el frente y no tiene noticias de él desde hace tiempo.

La novela tiene las características de un melodrama. No es un relato bélico sino que la guerra es el contexto en el que suceden acontecimientos que marcan la vida de los personajes. El conflicto principal está representado por la relación de simpatía, primero, y de amor pasional, después, que surge entre la bella y misteriosa Lucille y el Tte. Von Falk. En la casa hay un piano, obsequio del padre de Lucille, instrumento que la joven también tiene prohibido tocar por la ausencia de su marido. Casualmente, Bruno es compositor y dada su posición dominante, exige la llave del mismo para tocar en los ratos libres.

Ese detalle, este gusto en común, es el nexo que une a estas dos almas que sufren los rigores de una guerra que no eligieron ni quieren y en la que no se sienten cómodos. Por supuesto que se trata de la historia de un amor imposible, pero no exento de heroísmo. Pues la situación en Bussy se va tornando cada vez más complicada, hasta que la violencia estalla de una manera no fácil de controlar. Mientras se mezclan reacciones que muestran la verdadera cara de las personas. Están los que prefieren negociar con los ocupantes y los que preferirían combatir. Están los delatores y los que prefieren ayudar a los refugiados. Están los que tienen un alto sentido del honor y los de moral débil.

Las cosas se pondrán tan mal, que Lucille y Bruno serán presas de sentimientos contradictorios y tendrán que tomar decisiones difíciles, trágicas, que los marcarán para siempre.

“Suite francesa” es una película que transmite una belleza clásica, de hondo contenido humanitario, que pone el acento en la sensibilidad y los sentimientos, elevándolos por encima de la barbarie de la confrontación bélica. Sin eludir la complejidad del alma de los personajes, interpretados por un elenco de gran nivel, que deben asumir espinosos desafíos a cada momento.