Sueño Florianopolis

Crítica de Rafael Granado - El rincón del cinéfilo

Uno de los primeros títulos de nuestra cinematografía que se entrenaron este año, "Sueño Florianópolis", es el quinto largometraje como directora de Ana Katz, responsable anteriormente de "El juego de la silla" (2002), "Una novia errante" (2006), "Los Marziano" (2011) y "Mi amiga del parque" (2015). La historia de su nuevo trabajo, cuyo guión le pertenece, con Daniel Katz como coautor, transcurre en los ’90, y tiene como eje a un matrimonio de argentinos Lucrecia y Pedro, de profesión psicólogos -, que se han separado ("técnicamente", según sus propias palabras), y que aun así deciden compartir vacaciones en las playas de Florianópolis con sus dos hijos adolescentes.

Ya en Brasil conocen circunstancialmente a Marco, un lugareño que les ofrece en alquiler una casa (de eso vive el hombre, de alquilar casas para veranear). El brasileño en cuestión está separado de quien fue su novia, Larissa, pero andan siempre juntos. Exactamente igual que el matrimonio de argentinos.

De a poco, la argentina se siente atraída hacia el brasileño, con quien tiene sexo en una escena moderada, que no desborda. A la vez, por su lado, el marido de ella se acerca cada vez más a la brasileña Larissa. En cuanto a los hijos, la chica de los argentinos, Flor, y el chico de los brasileños, César, van simpatizando. Amores y simpatías cruzados, que le dicen.

Sobre el contenido no hay dudas. Apunta a las vivencias de seres humanos que pueden llegar a sentir nuevas sensaciones y tener contacto físico como una manera de liberación breve y saludable, pero que en algún momento advertirán que su tiempo de vacaciones ha terminado y que sus vidas deben continuar. Esas vidas continuarán en sus países de origen, definitivamente lejos los unos de los otros. El brasileño Marco es el que tiene las ideas más claras: aprovecha y disfruta el presente, sin mirar demasiado hacia el futuro inmediato. No obstante, al menos para Lucrecia y Pedro, sus horas no volverán a ser las mismas, aunque regresen a su tierra, a una existencia de apariencia normal.

Pese a que el objetivo temático no deja margen para la duda, el filme ocupa muchos tramos de sus 106 minutos de duración en mostrar los juegos acuáticos de los esposos argentinos, entre olas que van y vienen; en seguir un viaje de Lucrecia, remando sola de una orilla a la otra; en deslumbrar con los bellos paisajes de esa playa brasileña, iluminada por el sol y la alegría momentánea. Apenas algunas secuencias describen a fondo los estados anímicos de las parejas centrales, e incluso de sus hijos, hurgando con inquietud en sus sentimientos.

Este desequilibrio narrativo, abundantes imágenes frescas, al aire libre, y escasos rostros y palabras que transmitan sensaciones, convierte a "Sueño Florianópolis" en una película que se codea más con el entretenimiento que con las reflexiones. Por otra parte, es acertado que determinados diálogos en portugués estén subtitulados en castellano.

Como de costumbre, Mercedes Morán brinda una labor expresiva, aunque su personaje (Lucrecia) no tiene el peso ni el compromiso artístico de otras actuaciones suyas. La acompaña bien Gustavo Garzón (Pedro) y ofrecen interpretaciones correctas los brasileños Marco Ricca (personifica a Marco) y Andrea Beltrao (es Larissa). De los hijos, Manuela Martínez es la que mejor refleja los estados de ánimo de Flor. Por el lado de Caio Horowicz (César) no sobran los matices.

Más allá de este desencuentro entre tratamiento visual y profundidad argumental, "Sueño Florianópolis" está impecablemente filmada por Ana Katz, una directora sensible en el manejo de la cámara.