Sudor frío

Crítica de Cristian A. Mangini - Fancinema

Bomba de tiempo

Cine de terror nacional. No deja de ser un acontecimiento digno de ser nombrado, no sólo por que su estreno se da en salas comerciales (algo prácticamente inédito) sino porque la difusión jugó y jugará un papel fundamental para llegar al público. Por otro lado se encuentra Paura Flics, que desde hace varios años se consagró por ser una de las productoras de cine independiente especializada en subgéneros del terror gracias a películas como Habitaciones para turistas, 36 pasos o Masacre esta noche. Aunque pasen desapercibidos para el “gran público”, lo cierto es que su nombre figura en espacios del circuito alternativo, donde son reconocidos por la capacidad para trabajar el shock y la violencia con un subtexto que nunca se pierde entre distintas tramas y propuestas estéticas. Pero la cuestión es centrarnos en Sudor Frío, de Adrián García Bogliano, esta película con la que Paura Flics se larga al público masivo.

No estaríamos completamente errados si admitiéramos que Sudor Frío es una de las propuestas más clásicas de la productora, pero tampoco lo estaríamos si dijéramos que técnicamente es la que mejor se luce y demuestra que no sólo hay un presupuesto para alcanzar el nivel de producciones internacionales, sino que también hay realizadores cinéfilos que conocen el género, logrando un nivel que pide una continuidad en nuestro país.

Pero, ¿de que diablos trata Sudor Frío? Para no arruinar como se va a suceder la trama vamos con el puntapié inicial: Román (Facundo Espinosa) y Ali (Marina Glezer) ingresan a una casa a buscar a una amiga pero las cosas no salen para nada bien con sus ocupantes, dos ancianos que con su apariencia inocente ocultan un secreto que puede hacer volar todo por los aires, literalmente. Este secreto aparece contextualizado en la película en su prologo, remitiéndose a los setentas con un enfrentamiento entre el ERP (Ejercito revolucionario del Pueblo) y la triple A, que tiene en el medio un cargamento de dinamita que no había sido utilizado jamás. Esta es quizá una de las jugadas más riesgosas de la película, ya que según como se resuelva esto se puede afectar de manera determinante el contenido de la trama. Digamos sencillamente que se encuentra bien resuelto y que, a la manera del cine español o norteamericano, resulta en una formula más para contextualizar un relato. Sí, es cierto, genera controversia y debate, venas hinchadas y voces que quieran gritar cada vez más alto sobre lo que dice finalmente la película pero, ¿acaso no es eso saludable?

Quizá, a pesar de ello, uno no puede evitar advertir que en el guión el mensaje termina por momentos alcanzando un relieve que tapa lo que ocurre con nuestros protagonistas (cosa que no ocurría con un film como 36 pasos). Hay diálogos que aparecen demasiado cargados y evidentes, lo cual quita cualquier tipo de suspenso para el desenlace. Tomemos como ejemplo la charla entre uno de los captores y Ali en la cabina, bah, en realidad no charla, mas bien es un monologo donde se habla de las diferencias generacionales, del estado de los jóvenes, de los proyectos que no pudieron ser concretados por la represión…etc. En contraste hay que advertir el notable trabajo de edición de la escena anterior, donde Román se ve obligado a ver que es lo que sucede dentro de esa cabina, mientras intenta comunicarse desesperadamente a través de un intercomunicador. Hay un juego de montaje que contribuye de manera decisiva en la tensión y demuestra lo mejor que sabe hacer Bogliano: generar shock con todos los recursos a mano para mantener un ritmo narrativo que nunca decae a pesar de las falencias que se puedan advertir en el guión.

En el clímax es donde vamos a ver con lujo de detalles la marca de la productora: una violencia desencadenada que se remite a los climas del giallo italiano (sobre todo en la introducción) pero también al splatter sobre el final, con un ritmo donde el enfrentamiento aparece shockeante e inevitable, entre una cámara lenta que distiende estos momentos y la música que va del tecno a la cumbia y el industrial sin matices.

Con Sudor Frío tenemos un promisorio estreno que nos puede abrir la puerta para que el público se interese por la forma de contar otras historias en nuestro país, desde salas comerciales donde este cine apenas ha sido advertido a nivel nacional. En serio gente, hay alternativas al Juego del miedo.