Suburbicon: bienvenidos al paraíso

Crítica de Catalina García Rojas - Visión del cine

Luego de su debut en el Festival de Venecia, George Clooney estrena Suburbicon: bienvenidos al paraíso, un exagerado relato contra el odio racial en Estados Unidos entrelazado por un humor negro y personajes que desatan la malicia de la américa blanca de los suburbios en la década del cincuenta.
En 1957 William E. Myers Jr., su mujer embarazada Daisy y sus dos pequeños hijos se mudaron a Levittown, una idílica comunidad suburbana de 17.311 casas en el estado de Pennsylvania. Necesitaban trasladarse a un lugar más cómodo con tres habitaciones y dio la casualidad de que un amigo de ellos les comentó sobre una casa en venta en 43 Deepgreen de la sección Dog Hollow. El lote de la esquina le atrajo al ingeniero eléctrico y veterano de la Segunda Guerra Mundial, Myers, porque tenía un garaje cerrado para dos autos y eso le daba espacio para crear su taller. Finalizaron la compra y aprovecharon los dos primeros días para limpiar. El 13 de agosto se mudaron.

Era una típica mañana de verano, el cartero realizaba su camino diario cuando tocó el timbre de los Myers. Daisy abrió la puerta, le sonrió al cartero y acercó sus manos para tomar la correspondencia. En ese momento el cartero le preguntó si conocía a los propietarios. Ella le dijo que era la dueña de la casa. La perplejidad y el silencio del cartero se dieron solamente por el hecho de que la señora Myers y toda su familia eran afroamericanos. Su color de piel fue el desencadenante de la disconformidad de los vecinos de Levittown. En sus mentes no podían entender cómo una familia negra tuviera la capacidad y las herramientas para establecerse en su comunidad.

Con el correr de los días el racismo se intensificó y la supremacía blanca salió a la luz, la mayoría de los vecinos se pararon frente de la casa de los Myers para gritarles, arrojarles piedras, basura o cigarrillos encendidos. Ni siquiera la policía podía controlarlos. No querían aceptarlos socialmente y creían fervientemente que su presencia implicaría una baja en el sector inmobiliario y un desequilibrio en la tranquilidad de sus hogares.

El caso de los Myers fue el eje principal del documental Crisis en Levittown que se estrenó ese mismo año. El mismo reúne material histórico y testimonios de los vecinos que reconstruyen, a través de su perspectiva, la situación de los Myers, algunos a favor y otros en contra. En medio de los diálogos contundentes promulgados por blancos se asoma una pregunta: cuando una familia negra puede conseguir lo mismo que vos ¿cómo justificas tu sentimiento de superioridad?

La discriminación racial que sufrió la familia Myers inspiró a George Clooney a escribir un guion al que luego se sumó su fiel colaborador Grant Heslov. Más adelante se incorporó un viejo texto de 1985 escrito por los hermanos Coen, en el que una serie de desventurados personajes sufrían las consecuencias de sus acciones. De la combinación de ambas fuentes surge un ácido y satírico retrato de la cara más visible del verdadero espíritu estadounidense, que todavía carga con el fantasma de la esclavitud, aferrado a valores como el proteccionismo, la supremacía blanca, el orgullo patriarcal y el egoísmo puro.

Suburbicon: bienvenidos al paraíso, narra dos historias en simultáneo pero conectadas por el contexto social de los suburbios de la década del cincuenta en una ciudad ficticia de Estados Unidos. A través de la arquitectura y estética del viejo Levittown, Clooney nos muestra un barrio aparentemente perfecto para blancos, al que en el verano de 1959 llega a vivir una familia afroamericana que es recibida con violentas protestas y agresiones. En la casa de al lado residen Gardner Lodge (Matt Damon), con su esposa discapacitada Margaret (Julianne Moore), su cuñada Rose (doble interpretación por parte de Moore) y su hijo Nicky (Noah Jupe), quienes tampoco son lo que aparentan ser, ya que Gardner está involucrado en una oscura trama que llevará a la degeneración del ambiente familiar.

De esta forma se mezclan dos caras de la sociedad estadounidense, al igual que los tonos que mutan entre el suspenso hitchcockiano y el humor negro. Entre ambos nace un film que se sumerge en un escenario surrealista con lucha social que envuelve a los protagonistas en una violencia cotidiana que aumenta hasta resultar insoportable. Para combatir con la oscuridad del film, Suburbicon: bienvenidos al paraíso contiene la imagen de dos niños, uno blanco y uno negro, que juntos inocentemente deshacen las barreras del odio racial.

A pesar de las impecables actuaciones de todo el elenco, que logran asimilar la sensatez y la comedia del ingenioso guion de los Cohen, lo que más se destaca es la música del compositor Alexandre Desplat que se apodera de cada escena y les asigna un significado perturbador. Es a través de la intensidad de la música de esa época que se realza el carácter exagerado del film. Y además con una excelente ambientación recrea el clima reconocible de aquellos años, que no escapa de las contradicciones del sueño americano y de las idealizaciones de la sociedad estadounidense.

Pero las nobles intenciones de Clooney no logran un buen resultado final. Ambas historias se pierden y no brindan un mensaje coherente. El hecho de abarcar varias tramas no alcanza y el ritmo con el correr de los minutos se vuelve tedioso. Al final termina siendo solamente una sátira a la idílica paz social que, supuestamente, reina en los paraísos residenciales yanquis.