Steven universe: La película

Crítica de Diego Brodersen - Página 12

"Steven universe": exploración de la fantasía

La película mantiene la cruza de diseño cándido, traumas personales y familiares, ciencia ficción y defensa irrestricta del derecho a ser diferente.

“Somos… las gemas de cristal…” Cualquier madre, padre, abuelo, tía y un largo etcétera de familiares y acompañantes de pequeños en edad de irrefrenable consumo televisivo conoce la melodía y la letra de memoria. La serie Steven Universe es uno de los caballitos de batalla de la programación de Cartoon Network y los 160 episodios de sus cinco temporadas circulan y se repiten en la señal en altísima rotación. Un adulto atento y alejado del prejuicio de englobarlo todo bajo el despectivo mote de “dibujitos animados” sabe, además, que la creación de la productora y animadora Rebecca Sugar ofrece un puñado de bondades narrativas y visuales para el espectador que ha pasado la mayoría de edad hace rato. La cohabitación, en una casa frente al mar, de los personajes principales –el niño Steven, hijo de un humano y una criatura llegada del espacio, Rosa Cuarzo, y las “gemas” Garnet (Granate), Perla y Amatista– rompe con todos los esquemas tradicionales de grupo familiar, de los Picapiedras a los Simpsons, y la interacción entre algunos de ellos ha sido celebrada justamente como una sensible y poco común (más aún en el universo de la animación infantil) representación de la comunidad LGBT.

Si bien los capítulos de la serie, de poco más de diez minutos de duración, pueden ser vistos de manera independiente, la evolución y crecimiento de los personajes, en particular los de Steven, sólo pueden comprenderse en su totalidad si se sigue a pie juntillas la cronología. En todos esos relatos, además, la línea narrativa central (la llegada desde algún lugar del universo de otra gema, casi siempre en son de guerra; el viaje a un universo paralelo lleno de peligros; el hallazgo y desarrollo de poderes hasta ese momento desconocidos) no es otra cosa que una excusa para el desencuentro y ulterior acercamiento de los personajes. El episodio en el cual Steven cae en la cuenta de que Garnet es, en realidad, la fusión amorosa de dos criaturas tan opuestas como el agua y el aceite, Rubí y Zafiro, es una de las más emocionantes de toda la saga. Esta extensa introducción es necesaria para el no iniciado y todo aquel que se acerque a Steven Universe: la película será capaz de disfrutarla aún más si cuenta con algunos capítulos en su bagaje televisivo, aunque ello no implique obligatoriedad alguna.

El debut de los personajes en el formato de largometraje –diseñado para su lanzamiento en sistemas de streaming, pero que en nuestro país disfruta de un pequeño estreno en salas– ofrece un arco narrativo autosuficiente. Y una novedad formal: si bien la serie siempre contó con elementos musicales (Sugar es también compositora), los ochenta minutos de metraje pueden ser entendidos como un musical hecho y derecho, a la manera de los clásicos, con sus números de canto y baile comentando la trama, ampliando a su vez los límites de la historia. La llegada a Beach City de Spinel, una gema-mascota relegada durante centurias a la más absoluta soledad, demuestra que hasta el ser más entrañable puede transformarse en una bomba atómica de rencor e inquina. Guiño para entendidos, Spinel fue dibujada y animada como si se tratara de una pariente lejana de algún personaje de cartoon de los años 20 o tempranos 30, lo que los especialistas llaman “animación rubber hose”.

Ya no es sólo la ciudad sino todo el planeta Tierra el que está en peligro de extinción y Steven quedará solo frente al enorme desafío luego de que sus tres queridas gemas son “reseteadas” a un estadio primitivo –de alguna manera, vueltas a nacer–, sin recuerdos, emociones ni, desde luego, capacidad de fuego súper poderoso. Como en la serie, la cruza de diseño cándido, traumas personales y familiares, ciencia ficción y defensa irrestricta del derecho a ser diferente, es una nueva y bella exploración de la fantasía y la imaginación, un producto que está en las antípodas de la animación mainstream, en casi todos los casos formateada en la grafía hiperrealista.