Steve Jobs es una muy buena película con interpretaciones espléndidas donde cada actor tiene un gran lucimiento gracias a los sólidos personajes y a los efectivos diálogos. Su estructura es esquemática, ya que su estética y desarrollo es el de una obra teatral dividida en tres actos, donde cada uno...
Ángel y Demonio La primera pregunta que uno se hace al ver “Steve Jobs” (USA, 2015), la nueva biopic sobre el visionario creador dirigida por Danny Boyle, es si quizás el tiempo de esta realización y las anteriores, que tomaron puntos de la vida de Jobs para crear la ficción, algunas con más bronce que otras, no será tan cercano al fallecimiento de éste. ¿Podrían haberse creado otro tipo de películas si el fenómeno y la rapidez de las adaptaciones hubiesen demorado un poco más de tiempo? La respuesta no está ni en esta ni en las otras, claro, y mucho menos en la dirección que todas han tomado al decidir, vaya saber uno porqué, sólo realzar la figura de Jobs sin siquiera cuestionarle puntos o medidas que terminaron por ocultar la verdadera imagen de él. En un momento del fime uno de sus colaboradores más cercanos, interpretado por Seth Rogen, le pregunta al Jobs de Michael Fassbender la razón por la cual es a él a quien la gente ama y vitorea si nunca ha sido capaz de crear o inventar nada. Jobs, inmutable, sin responder avanza con sus planes de destruir la propia empresa que creó y presentar al mercado la primera versión de la Mac ante las miradas de aquellos compañeros a los que uno a uno va pisoteando. En otro momento del filme el mismo personaje interpretado por Rogen le pide que al menos lo nombre a él y otros ex empleados de Apple y ante la negativa de Jobs le reclama que sea más vehemente y no tan tiránico con ellos. Pero Jobs sigue adelante, tan sólo lo puede doblegar las decisiones de su hija Lisa y una colaboradora cercana llamada Johanna (Kate Winslet) que se desvive para que Jobs tenga todo lo que necesita a su alcance. Boyle decide narrar su versión de la vida de Steve Jobs enfocando la acción en algunos momentos clave como la presentación de la primera Mac, la presentación de la primera Next y una vez más, al regresar a Apple, la llegada de la iMac como predecesora de todos los otros artificios que creó. Nervioso, verborrágico, tenso, así va configurándose el cuento de Jobs, con una decidida participación de Aaron Sorkin, a quien el filme le debe mucho más que el guión, con un timming distinto a sus predecesoras pero que tampoco termina por cerrar del todo la historia de este ángel o demonio (según desde dónde se lo mire). Bien por Fassbender y también por Winslet, ambos destacan en esta producción que una vez más acerca la historia del mito detrás de un emporio tecnológico. PUNTAJE: 6/10
Cuando pensábamos que ya nos sabíamos de memoria los acontecimientos más importantes de uno de los genios contemporáneos más famosos, es genial llegar a la sala de cine y ser gratamente sorprendido por una película no sólo dramáticamente intensa, sino visualmente estimulante y emocionalmente avasallante. Danny Boyle vuelve a la narrativa visual sin descanso que lo ha caracterizado siempre (esta producción tiene un ritmo comparable al de Trainspotting o Slumdog Millionaire), y haciendo dupla con uno de los mejores guionistas que pueda haber en la actualidad, Aaron Sorkin (The Newsroom, La Red Social), el resultado de unir estos talentos es simplemente maravilloso. La estética visual de Danny Boyle nos transporta efectivamente a los tres momentos más importantes en la carrera de Steve Jobs, y construye la trama dividiéndola en tres actos, cada uno logrado de manera estupenda gracias a las actuaciones de Michael Fassbender y Kate WInslet. ¿Por qué no incluyo a Seth Rogen? Pues digamos que ya se interpreta a sí mismo y realmente no aporta nada en su encarnación de Steve Wozniac. A pesar del anterior detalle, el guión se las ingenia para darle un balance perfecto a las participaciones de todos los personajes y logra envolvernos en el estrés que Jobs causaba en sus empleados cuando se trataba de lanzar una nueva computadora. Lo que resulta interesante de este filme, es que los sucesos más conocidos en la vida de Steve Jobs (como la eterna batalla legal por su hija o su liquidación de Apple) pasan a segundo plano y nos enfocamos en el Steve que todos odiaban, de cómo a pesar de ser un genio, para ciertas cosas siempre necesitó mucha ayuda, y de cómo fue alejando personas de su vida debido a su insoportable coportamiento. Esta película cuestiona la figura del hombre revolucionario y desnuda a la persona que había detrás, nos hace preguntarnos qué fue realmente lo que hizo él para que sus productos lograran funcionar. Y el mismo Fassbender nos contesta: “Los músicos tocan sus intrumentos, yo toco la orquesta”. Steve Jobs no sería la misma obra de no ser por la excepcional partitura de Daniel Pemberton, que logra a través de su score, ser la compañía perfecta para los constantes momentos de tensión que contiene la película, en especial en temas como “Jack it up” y “Father (Child)“, que son a los que hay que poner atención cuando estés viendo la película. Steve Jobs es sin duda una de mis películas favoritas del año, y es una gran opción si en estos días ya te cansaste de hablar y ver El Despertar de la Fuerza. Si éste es el Danny Boyle que regresó, ¡ya no puedo esperar más para Trainspotting 2!
Contada en tres años distintos (y con mínimos flashbacks), la nueva película del director de 127 Horas y Trainspotting nos lleva en un recorrido por los pasillos de la particular personalidad de Steve Jobs, comandada por una fuerte actuación de Michael Fassbender y una muy buena selección de actores secundarios que lo acompañan. Es apropiado que para conocer un poco detrás de la vida de Steve Jobs, la película de Danny Boyle transcurre casi por completo en un backstage, en un detrás de escena. Tres diferentes presentaciones de distintos productos se utilizan para mostrar el progreso del co-fundador de Apple, uno en 1984, otro en 1988 y finalmente la presentación del iMac en 1998. Todos los preparativos técnicos se entremezclan con los dilemas personales y profesionales de Steve Jobs: el reloj corre, la gente está por entrar a la sala, algún error en la presentación, una disconformidad de Jobs, el reloj sigue corriendo y varios personajes entran y salen de escena (todos alrededor del interpretado por Michael Fassbender, que casi nunca está ausente en la pantalla) dando lugar a diferentes conversaciones que nos dan pistas y nos deja entrever la personalidad y (un poco de) la vida de Steve Jobs. Esta urgencia constante de cuenta regresiva que tienen las presentaciones se plasma en la pantalla de la mano del director y también gracias al ajustado guión de Aaron Sorkin, que fue basado en entrevistas y la biografía de Walter Isaacson. Tomando elementos reales y exagerando otros, la visión de Sorkin es en parte una ficción que busca llegar a la verdadera personalidad y obra de Jobs. La película se concentra en los períodos quizás más problemáticos o los momentos cruciales de su carrera profesional que hicieron que Jobs se convierta en una de las personalidades más importantes de los últimos años. En Steve Jobs, Michael Fassbender puede que no tenga la apariencia física ideal, pero sí muestra una profundidad que, dadas las circunstancias de la película, cabe destacar. Pero no sólo él hace un muy buen trabajo, también tiene la fortuna de estar rodeado de un grupo de actores muy interesantes: Kate Winslet como Joanna Hoffman, le ejecutiva de marketing y su mano derecha, una aliada importante no sólo en el trabajo, sino en la vida de Jobs; Seth Rogen como Steve Wozniak, Jeff Daniels como John Sculley, y destaco la actuación de Michael Stuhlbarg que, si bien no tiene un papel muy importante, aporta un momento particularmente especial en una sincera conversación con Fassbender. La película transcurre casi en su totalidad en lugares interiores, en camarines, pasillos y anfiteatros. Por momentos resulta claustrofóbico, pero el director mueve la cámara de tal manera que parece que estemos casi siempre en movimiento, yendo de un lugar a otro con los personajes, y las escenas que transcurren en los ‘80 tienen un “granulado” particular que hace que parezca filmado en esa época. No es una biopic que muestre a fondo su historia de vida, pero el director Danny Boyle se muestra inteligente en no caer en los lugares que el género nos tiene acostumbrados. La estructura de la película nos da una idea de su vida profesional con algunos flashbacks necesarios, su genialidad, sus fallas y sus logros. Steve Jobs es un resumen de dos horas de los momentos más decisivos de su carrera, de sus errores y aciertos, de las relaciones profesionales y de quienes lo rodean. Quienes busquen algo más profundo y desarrollado, tendrán que buscar en otro lado. Por suerte, con Steve Jobs, hay de todo.
El director Danny Boyle entrega una relato menos lavado que el estrenado en 2013 y echa luces y sombras sobre el polémico cofundador de Apple. Sobresalen Michael Fassbender y Kate Winslet. Si Jobs -2013-, protagonizada por Ashton Kutcher mostraba al cofundador de Apple como un joven rebelde, hippie y soñador, el director Danny Boyle echa luz sobre su faceta más brillante pero también oscura del personaje central interpretado ahora por Michael Fassbender, visto recientemente en Macbeth. También su genio y figura quedó capturada en Steve Jobs: The Man in the Machine, el documental dirigido por Alex Gibney. Escrita por el ganador del Oscar, Aaron Sorkin -La red social-, la película cuenta momentos claves en la vida de Jobs antes de la presentación de sus productos y ante un auditorio colmado. Steve Jobs nos traslada detrás de los bastidores de la revolución digital, durante el lanzamiento de tres productos icónicos y termina en 1998 con la inauguración de la iMac. No todo lo que brilla es oro, y el espectador verá además los conflictos que tuvo con la gente que lo rodeaba, desde asistentes, empleados y hasta su mujer y su hija, en los minutos previos a las presentaciones en sociedad de sus amadas criaturas. A pesar de su extensiòn de dos horas, el film de Boyle resulta un atractivo retrato del hombre que cautivó a multitudes por su legado y por la manera en que el cineasta lo plasma en imágenes. Boyle aprovecha la tensión de los diálogos y los escenarios -las paredes de un largo corredor- para imprimir imágenes vertiginosas y un archivo previo a las inauguraciones de sus productos, con el respaldo de una banda sonora que potencia los climas previos. Su lenguaje cautiva y seduce a través de una historia que no deja puntas sueltas ni juzga al personaje. En lo que respecta a las actuaciones, Fassbender, candidato casi obligado a llevarse el premio Oscar en la próxima edición, entrega a un personaje tan amado como cuestionado por su accionar, incluso en su ámbito familiar. También sobresalen Kate Winslet como su mano derecha, la única mujer capaz de enfrentarlo y que conoce su "talón de Aquiles", además de Jeff Daniels como John Sculley y Seth Rogen en la piel de Steve Wozniak, el hombre que siempre mira y cuestiona desde la platea. Entre pasado y presente, el film hace referencia al creador de la computación Alan Turing -recreado en la magnífica El código enigma- y sobresale la escena del encuentro con su hija adolescente que lleva un walkman. "Pronto llegará el día en que todas esas canciones no necesiten de cassettes. Sé como hacerlo".
La orquesta y el código binario. Gracias al infierno en el séptimo arte todavía tenemos directores como Danny Boyle y guionistas como Aaron Sorkin, capaces de construir retratos tan reveladores como el que se da cita en Steve Jobs (2015). Muy lejos del profeta de la miniaturización tecnológica o del monstruo ególatra y despiadado, el protagonista del film en todo momento saca a relucir su apostolado de contradicciones a través de un verdadero vendaval discursivo, que a su vez obvia las diatribas de cotillón de aduladores y detractores -quienes suelen repetir como loros antropomorfizados lo que escuchan por ahí- para poner en cauce el desarrollo y no caer en los callejones sin salida de la anterior biopic sobre el susodicho, la inconsistente Jobs (2013). La película que hoy nos ocupa es una pequeña obra maestra que complejiza los estigmas del “sentido común” acerca del fundador y CEO de Apple, fallecido en 2011. Aligerando sutilmente el acento crítico con respecto a Steve Jobs: The Man in the Machine (2015), el interesante documental de Alex Gibney sobre las miserias del señor, y tomando prestados varios componentes de Red Social (The Social Network, 2010), aquella otra maravilla de Sorkin centrada en la figura de Mark Zuckerberg, el opus de Boyle constituye un arquetipo extraordinario de lo que deberían ser las crónicas de vida, por lo menos en materia cinematográfica: aquí encontramos una suerte de “paneo conceptual” en torno a la idiosincrasia obsesiva y displicente de Jobs vía el backstage de tres coyunturas concretas (las presentaciones de las computadoras Macintosh, NeXT e iMac), y descubrimos los entretelones más opacos del que fuera uno de los popes del capitalismo global (sus facetas familiar y profesional se entrelazan mediante diálogos excepcionales que apelan a la furia). Contra todo pronóstico, Boyle consigue exprimir al máximo -en el apartado visual- al guión de naturaleza teatral de Sorkin y para colmo sin invocar a su típica efervescencia ni a la multiplicidad de recursos de antaño, reemplazándolos con intercambios veloces entre los personajes, una puesta en escena vinculada a la intimidad detrás del circo mediático y finalmente una combinación prodigiosa de travellings, instantes de quietud y algún que otro flashback de talante ilustrativo. Esta adaptación semiconservadora del estilo del británico le juega muy a favor a la propuesta en su conjunto porque viabiliza el lucimiento de los actores a niveles insospechados: una vez más Michael Fassbender demuestra que es uno de los mejores intérpretes de la actualidad al ponerse en la piel de un Jobs exacerbado desde la perspectiva dramática, tan delirante en su perfeccionismo como violento en el plano social. El elenco se completa con el exquisito desempeño de Kate Winslet como Joanna Hoffman, mano derecha del protagonista y ejecutiva de marketing de Apple y NeXT, y Jeff Daniels como John Sculley, CEO de Apple durante una década; a los que se suma el primer trabajo potable del otrora palurdo Seth Rogen, quien compone con prudencia a Steve Wozniak, uno de los grandes olvidados de la historia por ser el artífice de la Apple II -el primer éxito de la compañía- y el verdadero responsable de una revolución informática que se extiende hasta nuestros días. Aquí no se deja tema sin tratar dentro de la consabida amalgama de tópicos alrededor del personaje principal: de a poco desfilan el abandono al que sometió a su hija Lisa y a la madre de ésta Chrisann Brennan, su predisposición a maltratar a casi todo el mundo, los vericuetos de su salida y posterior regreso a Apple, el ninguneo a Wozniak, etc. Inspirándose en parte en el retrato indolente de Alan Turing de la también imprescindible El Código Enigma (The Imitation Game, 2014), el tándem Boyle/ Sorkin mantiene una sana distancia para con Jobs y jamás desbarranca hacia el patético lodazal del ensalzamiento o la denuncia melosa, logrando que la honestidad, las paradojas y el desparpajo más humano sobresalgan ante todo. El convite apabulla con su perspicacia al echar mano a la noción de “director de orquesta” para dar cuenta de su falta de una formación educativa adecuada dentro del rubro tecnológico, sus tácticas gerenciales de amedrentamiento y su destreza para el marketing de los productos hogareños. Otro concepto interesante, que atraviesa a la obra de principio a fin, pasa por el esquema “binario” de Jobs, quien considera mutuamente excluyentes al trabajo minucioso y a la responsabilidad que atañe a los vínculos afectivos…
Una manzana por corazón En 2013 el ignoto Joshua Michael Stern presentaba la primera biopic sobre Steve Jobs, personificada por un sobreactuado Ashton Kutcher. Obra que rápidamente se convertiría en un estruendoso fracaso de crítica y público. Dos años y medio más tarde llega la segunda película de ficción sobre el fundador de Apple, pero ahora dirigida por el multipremiado Danny Boyle (¿Quién quiere ser Millonario?, 2008) y protagonizada por el no menos galardonado Michael Fassbender. Si en jOBS (2013) la historia abarcaba toda la vida del crador de la Mac, con la clásica estructura biográfica impuesta por Hollywood y con un actor que imitaba al protagonista real cayendo en todos los estereotipos posibles, en Steve Jobs (2015) la historia es un recorte de tres hechos puntuales. Aaron Sorkin (el mismo guionista de Red Social (The Social Network, 2010) y que acá emplea algunos giros argumentales similares) recurre a tres hechos trascendentales en la vida empresarial de Jobs para mostrar a un personaje egocéntrico, triunfalista pese a los fracasos, egoísta y capaz de traicionar a quien sea con total de salirse con la suya. La historia, contada casi de manera episódica sin necesariamente recurrir a una división, se anclará en los lanzamientos de tres productos icónicos: la Macintosh, la Next y la iMac; bosquejando un retrato intimista que como la de todo genio tendrá todos los grises posibles. La conflictiva relación con su hija Lisa, como también la que entabla a lo largo de toda su carrera con su mano derecha y ex jefa de marketing de Macintosh, Joanna Hoffman (una genial Kate Winslet), serán las historias que atravesarán toda la trama, aunque tampoco estarán ausentes las disputas de amor y odio -con traiciones incluidas- que mantiene con Steve Wozniak (Seth Rogen), cofundador de Apple, y con John Sculley (Jeff Daniels), el ex CEO de la compañía. Si un logro tiene Steve Jobs es de contar con actores que crean personajes y no caen en el facilismo de copiarlos. Michael Fassbender logra un Steve Jobs tan sarcástico como cruel, con un abanico de matices que lo hará atravesar por todos los estados en una misma escena. Otra que logra otra actuación memorable es Kate Winslet, una mujer que se entregará sin importar las consecuencias, y una actriz del carajo. Steve Jobs es una película de fuerte carga dramática donde se priorizan diálogos y actores. Boyle recurre algunos elementos cinematográficos (flashbacks, intertítulos) para correrse del clasicismo biográfico, pero básicamente cada una de las escenas de los tres episodios se desarrollarán en un mismo espacio (auditorio) en tres épocas diferentes. Esto hace que por momentos la tensión decaiga y la trama se vuelva algo monótona y sin ritmo, pese a los golpes de efectismo que el director no puede dejar de utilizar. Pero más allá de las falencias a las que se enfrenta, Steve Jobs es una aproximación digna a la vida del dueño de la empresa de manzanita. Mejor que su antecesora pero no mucho más.
Con apenas cuatro años pasados desde su muerte, vemos la segunda película biografía póstuma de Steve Jobs. Job (2013) con Ashton Kutcher en el papel de Steve, que apostó más al parecido de Ashton con Jobs de los años 70 y siendo una obra apresurada sin nada que aportar a la historia de unos de los fundadores de Apple. Ahora viene a nosotros Steve Jobs (2015), película basada en la biografía oficial escrita por Walter Isaacson (excelente biógrafo, que tiene una de las mejores biografías de Albert Einstein, y recomiendo), con dirección de Danny Boyle, ganador de un oscar por Slumdog Millionarie, y para finalizar protagonizado por el excelente actor Michael Fassbender, que, a pesar de no ser parecido a Steve, sus méritos como actor nos hacen olvidar cualquier problema con eso. Con todo esto que describí acá realmente estaba muy ansioso por esta película, la obra de Issacson es excelente y dentro de todas las que salieron, a mi punto de vista, es la que mejor retrata la locura y la genialidad de Steve Jobs, pero viendo la película mis alegrías duraron poco. La película termina apenas siendo una pequeña presentación de lo que fue la trayectoria y los conflictos del personaje, además no ser fiel al núcleo de libro. Usando tres puntos en su carrera, el lanzamiento de Macintosh en 1984, el lanzamiento de NeXTCube en 1990 y el primer iMac en 1998, usandolos como una forma de juntar todos los conflictos y características de Jobs en los momentos anteriores de cada lanzamiento, aglutinando los problemas con la hija, su forma de tratar a su socio y amigos, todos en esos momentos. Es interesante de la forma en que fue pensada, siendo hasta de cierta manera innovador, pero al mismo tiempo vacía y escapando mucho de la forma que realmente era Jobs. Si leyeron el libro notarán que en la película quisieron humanizar y “santificar” a Steve, incluyendo un momento de redención al final que queda muy lejos de lo que realmente pasó. Hicieron con el libro algo que que hizo famoso a Steve Jobs, usando su campo de distorsión de la realidad, siendo una versión torcida de una realidad que pasó, algo en lo que Steve Jobs era un maestro. El podría hacerte creer cualquier cosa y de la forma en la que el quería. Puntos positivos para Fassbender y para Kate Winslet (Joanna Hoffman), es que están muy bien en sus papeles, creando una química interesante sobre una amistad profesional que fue eje en la vida de Steve Jobs. Fassbender, personificó bien la forma y principalmente la voz de Steve y su forma de comunicar, a pesar de que en realidad Steve podría ser mucho más violento y desalmado con sus subordinados de lo que fue retratado en la película. Una forma peculiar de contar la historia de unos de las personalidades más influyentes de los últimos 30 años, usando el campo de distorsión de la realidad que tanto caracterizó a Steve Jobs.
La nueva película sobre la vida de Steve Jobs recrea al héroe detrás de las bambalinas de las presentaciones que de apoco cambiaron al mundo. Danny Boyle (Trance, 2013) es el director encargado de traer a la vida al nerd de la manzanita con un guion impecable que tuvo ayuda de Aaron Sorkin (The Social Network). Existen figuras de tal importancia para el mundo entero que es complicado y hasta difícil encerrar toda su esencia en una película de 122 minutos. Pero, por suerte, Steve Jobs cumple a la perfección lo necesario para hacer entender al público quién era el genio detrás de Apple. Steve Jobs no cumple con los requisitos básicos de las biopics, sino que recrea la vida de Jobs en tres pasos, tres momentos. ¿Quién es Steve Jobs? ¿Qué problemas lo atormentan? ¿Es un genio o un manipulador? Con una personalidad un poco temperamental, paso a paso se entrevee que Jobs, interpretado por Michael Fassbender, sufre problemas como cualquier otro tipo de persona, más que nada en su rol de padre, dado que no quiere reconocer a su hija Lisa (Perla Haney-Jardine) o en su propia relación con su progenitor. El pasado lo “atormenta” transformado en su ex mejor amigo, Steve Wozniak (Seth Rogen), quien aparece para remarcarle una y otra vez cuales fueron sus orígenes: aquel garaje y la Apple II, el primer ordenador creado por ambos. Por otro lado está su relación con Apple: la creación que en un momento superó a su inventor. En el comienzo, el espectador se encuentra en 1984, antes de la presentación de la Macintosh, el nuevo ordenador que incluía mouse y otra variedad de novedades para la época. Jobs, preocupado por el lanzamiento, tiene que lidiar con su hija no reconocida así como también con Wozniak y John Sculley (Jeff Daniels), el CEO de Apple. Por otro lado, se muestra el costado más íntimo de Jobs en su relación con Johanna Hoffman, interpretada por Kate Winslet. Se trata de su único cable a tierra, y los actores conforman un dúo perfecto. El guionista Aaron Sorkin se las arregla para crear diálogos fluidos y hasta bromas inteligentes. La base está en la biografía autorizada Steve Jobs (2011), escrita por Walter Isaacson. Fassbender recrea a un Jobs, inteligente, rápido, sin sentimientos: el visionario imparable, alguien que se levanta y vuelve, el ganador. No se aparenta en nada a Asthon Kutcher en Jobs (Joshua Michael Stern, 2013). Una biopic para nada convencional donde la recreación de Steve Jobs es fresca. No hay abuso de flashbacks, es solo un recurso, mientras que las actuaciones y la banda de sonido, a cargo de Daniel Pemberton, se roban la película y se llevan todos los aplausos.
Una síntesis del capitalismo salvaje Dos años después de ese fracaso artístico y comercial que fue Jobs, llega otra biopic sobre el fundador de Apple y una de las figuras más influyentes del universo tecnológico desde los años 80 hasta su muerte, en 2011. Mucho más audaz, provocativa y valiosa que su predecesora, Steve Jobs surgió de la asociación entre tres talentosos artistas: el realizador inglés Danny Boyle (Tumba al ras de la tierra, Trainspotting, Exterminio, Sunshine, Slumdog Millionaire, 127 horas), el guionista Aaron Sorkin (Red Social, The Newsroom, The West Wing) y el camaleónico actor alemán Michael Fassbender, muy bien acompañado aquí por Kate Winslet, como su directora de marketing (y consejera) Joanna Hoffman; por Seth Rogen, como su socio Steve Wozniak; por Michael Stuhlbarg, como su especialista técnico Andy Hertzfeld, y por Jeff Daniels, como el CEO John Sculley, con quien mantuvo una relación de amor-odio (fue quien lo echó de su propia compañía en 1985). Así como en Red social mostró la contracara menos agradable de Mark Zuckerberg, creador de Facebbook, aquí Sorkin expone algunas de las facetas más oscuras de la personalidad de Jobs: tiránico, despiadado, hipercompetitivo, egocéntrico, frío, manipulador y hasta con decisiones bastante cuestionables hacia su ex pareja Chrisann Brennan (Katherine Waterston) y una hija, Lisa, a la que se negó a reconocer y a ayudar durante demasiado tiempo. Boyle -quien reemplazó a último momento a David Fincher- decidió concentrar la historia en el backstage y la previa de las presentaciones públicas de las novedades tecnológicas, pero evitó mostrar esos discursos públicos, así como la etapa final más madura y exitosa de su vida. El eje de la película son tres largas secuencias rodadas en diferentes formatos de pantalla y soportes ambientadas en 1984 (16 mm), en 1988 (35 mm) y en 1998 (digital) que se sustentan en los punzantes y filosos diálogos de ese mago de los guiones que es Sorkin, y en la ductilidad de Fassbender y los intérpretes secundarios. Así, este Steve Jobs de tres cabezas (Boyle-Sorkin-Fasssbender) resulta, claro, un genio y figura, un hombre divertido y seductor, pero también un monstruo despótico incapaz de cuidar a sus seres queridos y colaboradores. Una síntesis y una metáfora perfecta del capitalismo más salvaje e inhumano.
Humanidad de un mito binario Recorte personal de la biografía del fundador de Apple. Un filme feroz con grandes labores de Fassbender y Winslet. Profética, psicológica, ambiciosa, condescendiente quizá, Steve Jobs, la película de Danny Boyle, es sobre todo una película. Y esa definición pueril y caprichosa se vuelve una gran virtud a la hora de lidiar con un mito, el del hombre que fundó Apple. Basada en la biografía autorizada de Walter Isaacson, catalizada con bastante libertad en el guión de Aaron Sorkin, el filme selecciona una trama de tres episodios fundamentales en la vida de Jobs manteniendo ciertas teorías de Isaacson para explicar sus evidentes contradicciones. El genio visionario incapaz de detectar obviedades en sus relaciones humanas, el héroe y el imbécil, el cínico obsesivo, el negociante, el ególatra... Puntos estos que estarían explicados por una temprana situación de abandono, un sentimiento como el de la búsqueda de la perfección en sus productos empleando una lógica binaria. Así lo escribió Isaacson, y así está reflejado en la película, en esta gran interpretación de Michael Fassbender, pero por suerte el filme no es el libro y tampoco esperamos que sea espejo de Jobs. Ya desde el comienzo nos metemos en una especie de profecía cumplida. En 1960 el científico Arthur Clarke intuye, o deduce, el mundo en el que viviremos con las computadoras personales y los teléfonos celulares. Es una imagen de archivo vieja y atrapante, la antesala de lo que vendrá. Y lo que viene es la trastienda del mundo Jobs, o Apple, abordado en tres momentos icónicos, el lanzamiento de tres productos. La Macintosh, en 1984, la inverosímil computadora Next, que Jobs “construyó” tras su alejamiento de la firma en 1988, y el de la primera iMac, diez años después. Detrás de bambalinas vemos al hombre en el momento de lanzar sus creaciones, con toda la tensión posible, al ritmo de la adrenalina y la ambición. Boyle y Sorkin desarrollan pocos vínculos para Jobs, pero con la precisión de un cirujano. El de su hija Lisa, un choque contra sus limitaciones de humanidad; el de Joanna Hoffman, jefa de marketing, poderosísimo personaje encarnado por Kate Winslet que es su cable a tierra, adorable y firme voz para su (in)conciencia. Obviamente está su relación con Steve Wozniak (Seth Roggen) y el inevitable flashback del garage en el que empezó todo. Y ese vínculo paternal que John Sculley (Jeff Daniels) mantiene a un alto costo con él. El pequeño mundo cotidiano de una historia, un hombre y un negocio global. Y un manejo de las emociones envidiable, que ebulle por contraste especialmente a través del dificultoso vínculo con Lisa, su hija. Boyle maneja ese claroscuro con genialidad, para ésta, una película polémica por humanizante. Tejida con diálogos poderosos, inteligentes, única salvación para escenas muy habladas. No vamos a medir la fidelidad biográfica de Boyle, se trata de Steve Jobs, película y laberinto.
Una personalidad como la de Jobs inspira aquí un segundo film. Mejor que el anterior por distintas razones: el protagonista es el talentoso Michael Fassbender, mucho más intenso y comprometido. Lo secunda Kate Winslet y un gran elenco. Y el director, Danny Boyle, está ahí para descubrir, según el guion de Aaron Sorkin, a un creativo único, un verdadero director de orquesta que tenía la convicción y la posibilidad de ver y crear el futuro. Y las aristas oscuras de una gran personalidad.
Tres genios retratan la vida de "Steve Jobs" Si tuviéramos que hacer una lista de los 25 personajes más influyentes del siglo pasado, casi con seguridad que Steve Jobs ocuparía un lugar preferencial. Y, probablemente, estaría en las listas de todas las personas que hicieran este ejercicio. No es exagerado decir que el fundador de Apple modificó nuestra relación con el mundo para siempre, sea escuchando música, comunicándonos por teléfono, usando una computadora o viendo películas (fundó Pixar también). Su leyenda se acrecentó al morir muy joven y siempre quedará la incógnita por saber qué más le hubiera regalado a la humanidad. Ahora bien, ¿se puede vanagloriar a un genio visionario a pesar de ser una persona insensible, anárquica, superficial y bastante cruel? Algo de esto es lo que plantea Steve Jobs (2015), la nueva película del director inglés Danny Boyle. Para tratar de adentrarnos en la personalidad de Jobs (Michael Fassbender) el film se centra en el backstage de tres momentos clave de la vida del empresario. El primero, en 1984, con el lanzamiento de Macintosh en el De Anza Community College, en Cupertino, California. El segundo ocurre con la presentación de la NeXT Computer en el San Francisco Opera House en 1988. Y finalmente la aparición de la icónica primera iMac en 1998 en el Davies Symphony Hall de San Francisco. En cada uno de estos escenarios Steve Jobs lidiará con su obsesión por la perfección, sus contradictorias relaciones personales con personajes como Joanna Hoffman (Kate Winslet), Jefa de Marketing de Apple; Steve Wozniak (Seth Rogen), su cofundador; o el CEO John Sculley (Jeff Daniels). Además de las personas que lo hacen sentir más vulnerable como su ex novia Chrisann Brennan (Katherine Waterston), con quien tuvo a su hija Lisa (Perla Haney-Jardine), a quién se negó a reconocer durante muchos años. Este es el tercer largometraje que intenta retratarnos la vida de Steve Jobs tras la muy buena película hecha para televisión Los Piratas de Silicon Valley (Pirates of Silicon Valley, 1999) y la mediocre Jobs (2013). Es muy superior a sus antecesoras porque tiene a unos genios retratando a otro. Por empezar, Danny Boyle, que deja a un lado toda su parafernalia a la que nos tiene acostumbrados demostrando que puede trabajar como quiera, haciendo lo que quiera. Por otro lado tenemos al guionista Aaron Sorkin, recordado por Red Social (The Social Network, 2010), y acostumbrado a esto de las biopics. Sorkin se basó en partes de la biografía escrita por Walter Isaacson (Steve Jobs, 2011), en la que colaboró el propio empresario. La trama es atrapante, con unos diálogos filosos y siempre teniendo al espectador entre la dualidad de amar al personaje u odiarlo con toda el alma. Hay que destacar el tremendo trabajo de todos los actores porque, más allá de Fassbender y Winslet, Rogen, Daniels y Stuhlbarg también está impecables. De Fassbender basta decir que hasta el verdadero Steve Wozniak, consultor del film, dijo que había momentos en que veía a su viejo amigo en pantalla. La puesta en escena es casi teatral, con poquísimos flashbacks para nutrir un tanto más el relato, y con las secuencias filmadas en 16mm, 35 mm y en digital para ilustrar en avance en la tecnología de Apple a través de los años. La primera media hora es gloriosa, y ese arranque marca lo que viene después en el film. Estamos ante un largometraje que tendrá como recompensa algunas nominaciones al Oscar, sin dudas. Vayan al cine y terminen de la mejor manera este año con una de las mejores biopics de todos los tiempos.
Retrato de un genio con luces y sombras En lugar de optar por una narración cronológica de la vida del empresario y magnate informático, la película se estructura a partir de tres instancias importantes de su carrera. Un Fassbender por momentos mimético encarna a Jobs. Ningún hombre o mujer es solamente la suma de sus partes, en un sentido estrictamente biológico o en cualquier acepción intelectual o filosófica. Tampoco es el caso de las películas, aunque más de una justificación del gusto personal así lo sugiera. Ni ángel ni demonio (como, nuevamente, una gran mayoría de los seres humanos y de los films, excepciones al margen), al famosísimo Steve Jobs le llegaron rápidamente, luego de su temprana muerte, no uno sino dos retratos cinematográficos de ficción. Esa maldita/bendita tentación de los productores de cine que acecha a todo aquel que haya logrado superar con creces la hipótesis de los seis grados de separación. Self-made man de manual, gurú del mundo de los negocios, sujeto de adoraciones y más de un odio, uno de los papás de la empresa Apple y mentor de varios productos tecnológicos de moda (tal vez, una de sus grandes aspiraciones empresariales), su vida y obra se anticipaban como una fuente de inspiración inevitable para ser trasladada a la pantalla. La grande, no la de las computadoras o los dispositivos de bolsillo. Un caso ideal, por otro lado, para la temporada de premiaciones y “estatuillas” de diverso tenor que culmina con el orgasmo publicitario de los Oscar.A diferencia de la anterior Jobs (dirigida en 2013 por Joshua Michael Stern y protagonizada por Ashton Kutcher), esta nueva biopic viene precedida por el amplio prestigio de los nombres que integran su reparto, el de su realizador y el del guionista. Steve Jobs, la película, parte de un concepto narrativo ingenioso y, en principio, interesante. En lugar de optar por un recorte más o menos amplio, más o menos cronológico, de sus cincuenta y seis años de vida, el guión de Aaron Sorkin (el mismo de La red social, por cierto) está estructurado a partir de tres momentos importantes de su carrera, punto de partida para un trío de larguísimas escenas o secuencias que transcurren, detrás de bambalinas, durante los minutos previos al lanzamiento de tres productos. En 1984, la primera Mac, que no logró transformarse precisamente en un éxito comercial pero comenzó a cimentar el nicho, la “logia Mac”; en 1988, ya fuera de Apple, el sistema NeXT, otro fracaso rotundo que, sin embargo, se convertiría en el cimiento del sistema operativo MacOS y le permitiría regresar triunfalmente a la empresa que había fundado dos décadas antes; finalmente, en 1998, la aparición de la iMac, primer batacazo rotundo de una concepción que ha hecho escuela; diseño, funcionalidad y tecnología de punta reunidas en un mismo producto. De esa forma se recrean, condensan y mixturan una serie de encuentros y diálogos que (poco importa) pudieron o no ocurrir en la vida real.El realizador Danny Boyle (Trainspotting, Slumdog Millionaire, entre otras) optó por registrar cada uno de esos capítulos en diferentes formatos: 16mm, 35mm y digital, siguiendo la cronología del tríptico, elección algo geek que el film mismo termina revelando como esencialmente caprichosa –aunque simpática– y que para el espectador medio pasará inadvertida. Hay más de un punto de contacto con la estructura de Birdman, ese film de Alejandro González Iñárritu que se llevó el Oscar a Mejor Película el año pasado: por la decisión de acotar espacial y temporalmente la narración, aunque en este caso se trate de tres momentos y lugares diferentes; por la manera en que la cámara parece seguir a los personajes, en particular al protagonista; por la consciente decisión de apoyar la fuerza del relato en los diálogos (nutridos) y la performance del reparto (expansiva, casi una definición de la película “de actores” contemporánea). Allí se acaban las similitudes, porque ni Michael Fassbender es Michael Keaton ni Jobs volaba con su imaginación, aunque este último –el Jobs de carne y hueso– sí tenía mucho de histrión, de personaje carismático inventado para las masas tecnologizadas. Y los miembros de los directorios.El planteo del film de Boyle –sólo en apariencia más sutil que de costumbre– y del guión de Sorkin se sostiene en base a un puñado de ideas motrices que atraviesan las tres etapas del relato. Por un lado, la relación entre Jobs (un Fassbender por momentos mimético) y su amigo y socio, Stephen Wozniak, interpretado con brío bonachón por Seth Roger, y con el CEO de alto vuelo John Sculley (Jeff Daniels), con quienes pasa inevitablemente de la relación de amistad profunda o de la filiación padre/hijo putativa a las rencillas conceptuales y corporativas, personales y legales. Precisamente a ellos el film les dedica algunos de sus pocos flashbacks que, a la manera de chispazos que atraviesan y dialogan con el presente, permiten integrar en la historia algunos datos esenciales para la comprensión del Jobs reconstruido en pantalla. Desde muy temprano, por otro lado, el personaje de Chrisann Brennan (Katherine Waterston) y el de Lisa, la hija no reconocida de ésta con Jobs, introducen un componente más “humano” del personaje/film, diseñado para conectar con un abanico más amplio de espectadores.Ningún hombre o mujer es solamente la suma de sus partes y Steve Jobs según Boyle/Sorkin lo deja bien en claro desde un principio: Jobs podía ser un maltratador hijo de puta, un genio de los negocios, un empresario brillante, un pésimo padre, permitiendo incluso el intercambio de algunos de esos mismos sustantivos y adjetivos. Asimismo, el film es momentáneamente estimulante, en otros relativamente poco interesante; emotivo de una manera simplona y hasta chabacana, característica opacada regularmente por un sentido de la ironía afilado. El toque de genio es la construcción del personaje de Joanna Hoffman y la consiguiente elección de casting, que terminó recayendo en Kate Winslet. Son esa actriz y ese personaje, asistente personal de Jobs a lo largo de los años, las que aglutinan los elementos dispares, el excipiente que termina cumpliendo un rol fundamental para el efecto deseado de los componentes centrales. Sin ellas, la píldora sería bastante más difícil de digerir.
Recuerdo constantemente la sensación que me dio cuando vi por primera vez por YouTube el discurso que dio Jobs en la universidad en donde hablaba de su experiencia de vida, no pude más que sentir un rechazo enorme por ese líder que se basaba tanto en la competencia y en el resentimiento. Cuando vi la biopic (película biográfica) que hicieron en el 2013 no pude evitar pensar que era una perspectiva condescendiente ya que lo endiosaban por sus logros tecnológicos. Yo, sinceramente, necesitaba más mugre porque seguía teniendo esa imagen del tirano. Este film, inteligentemente, usa esa perspectiva. Bajo el tagline de “¿Puede un gran hombre ser un buen hombre?”, con la pluma incomparable de Aaron Sorkin (La red social, Newsroom y Cuestión de Honor) la película se estructura en tres grandes lanzamientos que cambiaron la industria, no quepa ninguna duda, y cada vez tenía un costo más grande en su humanidad, en la relación con su familia y en su salud. Y de repente ese líder tan corrosivo empezaba a formarse tras cada logro. Danny Boyle, quien nunca fue uno de mis favoritos pero que tiene su marcado estilo, esta vez deja de lado sus travellings vertiginosos por las calles de las ciudades como nos tuvo acostumbrados en Tumba al ras de la tierra y Trainspotting o inclusive en Slumdog Millonaire, sino que usa el ritmo de los diálogos de Sorkin para imprimir velocidad con una estética de luces extremadamente blancas y duras. Sí, estás viendo a un dios cayendo frente a tus ojos. El elenco muy sólido se conforma con una tríada impecable de Fassbender, Winslet y Rogen, mostrando también el énfasis en el desarrollo del personal y de cómo era su manejo del personal y la motivación del equipo. A medida que avanza el film y él va perdiendo el control, lo más interesante es cómo maneja el tono de voz, la fuerza y obsesión. Una de las cosas que más me impresiona en pantalla es que hay cosas que son difíciles de transmitir y el carisma definitivamente es una. La fuerza que tiene Fassbender en pantalla, combinando la luz dura mientras su camisa va del blanco inmaculado a los cuellos de tortuga negros, hace de esta pieza pensada milimétricamente, una sinfonía impecable. Nunca consideré que un gran hombre pueda ser un buen hombre. Algunos le llaman el costo de la grandeza, otros simplemente se comen el resto de las manzanas.
Una nueva bipic de Steve Jobs, esta vez de la mano de Danny Boyle. Hacer una biopic de una persona como Steve Jobs, que es al mismo tiempo muy conocido en su faceta comercial, pero tan desconocido en su faceta personal, es un desafío en sí mismo. Si a eso se le agrega que hace dos años ya hubo una película al respecto, la empresa se vuelve aún más desafiante. Aun así, el afamado director Danny Boyle se une al talentoso guionista Aaron Sorkin, y traen a la pantalla una película tan ambiciosa comoperfecta. Y es justamente el guión lo que va a dar una personalidad tan particular a esta película. alejado de cualquier intento de reflejar la realidad y los contextos, y sobre todo, muy separado de los conocidos éxitos comerciales y de diseño que volvieron a Jobs lo que fue, Sorkin decide centrar toda la atención en tres momentos en la vida profesional del talentoso hombre de negocios y usarlos de excusa para mostrar cómo él se relaciona con su entorno, y en ese juego, en esa interacción, el personaje se define. La creación del personaje esta a cargo del genial Michael Fassbender, quien se asegura unas cuantas nominaciones en este rol, construyendo al carismático, autoritario y marketinero multimillonario Steve Jobs. Los roles secundarios, particularmente su asistente (Kate Winslet) y un programador a cargo de Michael Stuhlbarg (que lamentablemente no tiene tanto tiempo en pantalla) son perfectos, y acompañan al mismo tiempo que ayudan a definir el carácter del principal. La edición de la pelicula es especialmente virtuosa, no sólo por la mano que la realiza, sino por la genial cabeza de Boyle que diagrama con minuciosa precisión cada fragmento de la película. Sin dudas este 2015 cierra en la cartelera con uno de los mejores estrenos del año. Steve Jobs es una joya Imperdible, de lo mejor que nos ha traído Danny Boyle.
Las dos caras de un genio El director Danny Boyle estuvo a cargo de Steve Jobs, un nuevo film sobre el inventor y empresario. El elenco incluye a Michael Fassbender, Seth Rogen y Kate Winslet. En menos de dos años y medio, el cine se interesó tres veces sobre la vida de Steve Jobs. Un discreto documental (The Man in the Machine), una espantosa ficción (Jobs) con un insufrible Ashton Kutcher, y ahora el nuevo opus del sobrevalorado Danny Boyle, el mismo de la pirotécnica Trainspotting y de ese ejemplo acabado de pornomiseria de exportación que fue ¿Quién quiere ser millonario? Ahora bien, más allá del genio en sí mismo, ¿Steve Jobs vale como personaje cinematográfico? En algún punto tiene que ver con la moda de ficcionalizar a determinadas mentes brillantes de manera biográfica donde se fusionan aspectos públicos y privados de los personajes. En 2010 fue Red social, el año pasado el Oscar protegió a La teoría del todo y Código enigma, y ahora le toca el turno a esta curiosa, valiosa e inválida por momentos, revisión de la vida de Jobs a través tres hechos: los lanzamientos de la Macintosh Apple II, la Next y la iMac. Por un lado, se agradece a Boyle y al guionista Aaron Sorkin (Red social, oh casualidad) alejarse de las convenciones de un biopic que intenta agrupar la vida de un personaje en dos horas promedio. En ese sentido, Steve Jobs construye su relato a través de esos tres hechos junto a ocasionales flashbacks y “separadores” narrativos que actúan como “descanso” de los ejes centrales la historia. En efecto, la supuesta complejidad argumental no disimula su estructura teatral, como si el film estuviera dividido en tres actos, con una puesta en escena asfixiante, plagada de textos y discusiones que no hace otra cosa que reforzar la primigenia idea de “caja cerrada” que gobierna a las imágenes y a las acciones. De esta manera, el relato fluye de manera centrípeta (las tres partes están construidas de manera similar) sin posibilidades de fuga hacia otras zonas. O sí: en algunos instantes Boyle y Sorkin nos muestran el lado oscuro del personaje, la relación con su esposa y su hija, la forma en que manipulaba a propios y extraños. En esos momentos, la trama respira un poco y, antes que nada, esto se debe a un cuarteto actoral decidido a no hincarse a la dictadura de un guión supuestamente "perfecto". Son esos bienvenidos lapsos en donde Michael Fassbender se aleja de los clisés catatónicos del método Stanislavski, Seth Rogen oculta su cara de nabo para componer a Steve Wozniak (cofundador de Apple con Jobs) y Jeff Daniels intimida en el rol del CEO de la compañía y "enemigo" del personaje central. Pero la gran Kate Winslet, en el papel de la dispuesta a todo Joanna Hoffman, jefa de marketing de la empresa, representa la energía y vitalidad que la misma película ofrece en forma muy acotada.
"Steve Jobs" está contada en tres actos, tres momentos importantes en la vida de Jobs bajo la visión del gran Danny Boyle ("En Trance", "127 Horas", "¿Quién quiere ser millonario?", "Exterminio", "La Playa", "Trainspotting" y más). Cuando salgas del cine no vas a necesitar ni una película/documental más para entender quien era este hombre porque con la interpretación SUBLIME de Michael Fassbender nada ni nadie podrá superarlo. Lo acompaña Kate Winslet, que entrega otro personaje inolvidable, realizado de forma majestuosa y con varios momentos más que interesantes. Seth Rogen, Jeff Daniels y el resto del elenco son la fichita del puzzle que se necesita para que todo cierre a la perfección. Una historia para odiar, amar y emocionarse con un final que solo Boyle puede conseguir. En síntesis: una historia que va a dejar que saques tus propias conclusiones al terminar de verla, y eso es lo mas valorable que tiene la peli, que no hace juicio de valor sobre las actitutes de Steve Jobs, sino que simplemente las expone sobre la mesa, siendo positivas y - varias - negativas, y eso merece un aplauso.
Jobs aún no encuentra un biógrafo convincente "Steve Jobs", biopic del gran empresario del mundo digital, viene con atraso. La idea era filmarla en 2012 con Christian Bale dirigido por David Fincher, pero la financista mayor se retiró del proyecto. Cuando pudo concretarse, ya se habían hecho doce películas sobre el mismo sujeto, entre ellas la apologética "Jobs" y el duro documental "The Man in the Machine", que denuncia varias crueldades del cofundador de Apple. Para justificar su demora, y su existencia, la nueva película debía matarles el punto a todas las anteriores. ¿Lo logra? A nivel actoral, hay un calificado trabajo de Michael Fassbender, el actor serio de moda, respaldado por Kate Winslet (la fiel directora de marketing), Seth Rogen (Steve Wozniak, verdadero creador de los aparatos), Jeff Daniels (el Ceo John Sculley, su figura paterna dentro del negocio), Michael Stuhlbarg (el despreciado Andy Hertzfeld). Pero la historia resulta falsa para los conocedores, confusa para los neófitos, demasiado hablada para todos, y encima tiene un final bastante cursilón. El director y dinamizador es Danny Boyle. Bien pero nada notable. El guionista, Aaron Sorkin, el de aquel biopic de Mark Zuckerberg llamado "La red social". Acá, para retratar al visionario de la Macinstosh, la iMac, la NeXT, el iPhone, el iPad, el iPod, etc., Sorkin se apoya en el libro de Walter Isaacson autorizado por el propio Jobs. Es natural entonces que el personaje quede bien parado, como un tipo sensible, aunque a todo lo largo se muestre insoportable. Lo interesante, al menos en teoría, es la estructura del guión, organizado en tres actos (1984, 1988, 1998) correspondientes a las respectivas presentaciones públicas de tres modelos de computadora, las tres contadas totalmente "a la Hollywood". En esos actos, matizados con curiosos saltos narrativos y flashbacks que van y vienen sin previo aviso, se ilustran con rapidez los modos gerenciales del personaje, trasfondos comerciales, arranques geniales, destratos laborales, discusiones varias y el ninguneo a los verdaderos inventores que lo rodeaban y a la propia hija natural, a quien sólo empezó a considerar cuando advirtió su inteligencia. La madre de la niña parece un parásito reclamando alimento. La esposa legal y los tres hijos ni se mencionan. Lo del padre biológico apenas se sugiere. Lo mismo, las posibles crisis internas de ese gran vendedor que proclamaba "me senté en el garage e inventé el futuro", mientras el amigo se las ingeniaba para concretar sus ideas. El asunto es rico, el personaje es complejo, pero todo queda en la superficie, una superficie abarrotada. Falta todavía la película definitiva. Y volver a las fuentes: "Edison, el hombre", de Clarence Brown, con Spencer Tracy, 1940, sobre una figura similar de la industria norteamericana, abarcaba más, tenía claridad, hondura humana, y, sobre todo, emocionaba. Ésta simplemente cansa.
Definitivamente Steve Jobs es la figura más resonante de la “mítica moderna”, y por lo tanto saldrán decenas de libros, documentales y biopics. Ésta es la segunda (la primera fue Jobs, 2013, protagonizada por Ashton Kutcher y dirigida por Joshua Michael Stern). Y aquí es donde se nota mucho el talento y la mano del director en comparación al primer intento, porque Danny Boyle se hizo cargo de este proyecto que inició muy mal parido y que contó con grandes realizadores y actores en el proceso (la dupla David Fincher y Christian Bale fue la que estuvo más cerca), y lo sacó a flote muy bien. Lo que es muy piola de este estreno es su estructura, los tres actos en los cuales el film está dividido: las presentaciones de Macintosh (1984), Next (1988) y iMac (1998). Cada una con su detrás de escena tanto en lo profesional y personal haciendo un buen reconto de su vida pero por sobretodo de sus problemas y la relación con su hija. Por momentos el espectador odiará a Jobs y hará caer esa imagen que se tiene de él así como también lo comprenderá y entenderá que el tipo era único y un verdadero genio. La labor de Michael Fasssbender es realmente muy buena pese a que el parecido físico con el Jobs real no es muy fiel, más aún cuando es joven. Pero eso poco importa por la intensidad y carisma que le pone. Kate Winslet también hace un gran papel y gran acompañante del protagonista en las mejores escenas. Por su parte, Seth Rogen y Jeff Daniels aportan lo justo y sus personajes son conductores para darle matices y más dimensionalidad al fundador de Apple. El buen nivel actoral acompañado por una propuesta estética retromoderna y un gran dinamismo hacen que Steve Jobs sea una película más que interesante para ver. De a poco la figura de este genio se va agrandando y mitificando, este estreno es un testimonio más, pero uno muy bueno.
Steve Jobs no es una biografía del creador de Apple. Es el retrato de tres momentos importantes en su vida. Aaron Sorkin el gran guionista de Red Social, despliega su potencial en un guión inteligente y original. Detrás de cámaras, Danny Boyle (uno de los mejores realizadores de todos los tiempos) le da vida cinematográfica a este icono de la innovación tecnológica, utilizando distintas técnicas fílmicas según la etapa que le toque narrar y algunos planos secuencia que son marca registrada del autor. El guión también se toma el trabajo de presentarnos la relación de Jobs con sus personas más cercanas, hecho que permite bajarlo del pedestal y darle un perfil más humano. Michael Fassbender se confirma como uno de los grandes intérpretes del cine moderno, capaz de hacer creíbles los diálogos más teatrales, es imposible pensar en otro actor mejor para este papel. Alejada de los clásicos biopics, resulta una experiencia cinematográfica de alto nivel artístico.
En los tres simples actos de los que consta Steve Jobs, el director británico Danny Boyle, el guionista Aaron Sorkin y Michael Fassbender logran venderle al espectador un atisbo a la vida de este absoluto genio de la informática, sin perder nunca el hilo, sin explicaciones de mas ni grandes aspavientos. Son momentos claves en la vida de Jobs, y el espectador está presente en modo omnisciente, siendo partícipe de todo lo que sucede sin perderse detalle alguno. Y aunque la verdad está dramatizada como es usual, es relevante el retrato humano alrededor de una figura icónica de la tecnología que disfrutamos todos hoy en día. Para empezar, no estamos frente a una biopic de esas que comienzan con la vida del sujeto en cuestión, y terminan en cierto punto, mayormente la muerte del interesado. No, el camino de Boyle y Sorkin es otro. Es tomar ciertos puntos claves y enfocarse en los mismos, sin masticar la información para el espectador, sin darle nada servido en bandeja. Steve Jobs era un ser humano como cualquier otro, un genio algo incomprendido que tenía sus manías, vicios y fallas, pero que nunca dejó de avanzar en pos de lo que él creía que era el futuro tecnológico. Si en el camino lograba enemistar hasta al sangre de su sangre, eso se podía arreglar, pero el futuro venía antes. Las comparaciones con The Social Network, escrita también por Sorkin, serán odiosas, pero en cierto punto tocan los mismos ejes temáticos. El diálogo tan característico del guionista, rápido y cargado de información, baja un poco de decibeles y resulta mucho más entendible. También, Boyle no es ningún David Fincher, pero su virtuosismo pasa por otro lado. Steve Jobs nunca decae en ritmo; quizás en su acto final, donde la persona poco grata de Jobs se suaviza con el cambiar de los tiempos, pero no por eso se desestima los eléctricos primer y segundo actos, donde hasta la música conducida por Daniel Pemberton se va actualizando a medida que corre el tiempo. Si a principios de año me hubiesen dicho que iba a disfrutar como loco de una película donde se presentaban tres productos electrónicos, dos de ellos fallidos, no les hubiese creído en lo absoluto, pero Boyle tiene dedos y ojos mágicos, y lo que parecía otra biografía aburrida tiene un ritmo explosivo y cautivador. Cautivador es también el elenco, empezando y terminando por la pièce de résistance que resulta la interpretación de Fassbender como el titular de la película. El británico se memorizó el libreto por completo, así que no es casualidad que su Steve sea un personaje magnético, imposible de despegar los ojos de él incluso cuando está siendo un pedazo de basura frente a su hija y la madre de la misma, a la cual les niega el salario familiar de una manera horrible y fría. Detrás de ese genio había un ser humano muy frío, y Boyle y Fassbender se encargan de demostrarlo, aunque para el final hay una concesión bastante liviana y la emotividad prima ante todo. Entiendo este punto, no querían que Steve fuese un villano calculador, pero se nota una pulida de más en dejarlo bien parado. Pero Fassbender no es el único que destaca; así también lo hace Kate Winslet como la asistente de marketing y consejera personal de Jobs, cuya trayectoria fue ligada a la de él y siempre le hizo frente incluso en sus peores momentos. Jeff Daniels no pierde un segundo en volver a estar bajo el libreto de Sorkin, ya que es un maestro en la velocidad inaudita de los parlamentos del guionista, y su personaje tiene varios cruces verbales con Jobs que al terminar dejan al espectador más exhausto que una escena de acción de quince minutos. Y obvio, Seth Rogen volviendo a experimentar con el drama, territorio que le sienta muy bien al comediante. Menos experimental que sus trabajos usuales pero no por ello menos electrizante, es otro gran plato fuerte de Danny Boyle. Ojalá todas las biografías tuviesen el ritmo y calidad presentes acá.
La sinfónica de Steve Jobs Cínico, obsesivo, egocéntrico, visionario y megalomano. Sí, se trata de Steve Jobs “de punta a punta” (como él hubiese querido, según sus criterios de compatibilidad de software a la hora de lanzar productos al mercado) comiéndose una película hecha a su medida, que lo muestra tal cual fue, aunque vigorizado por la espectacularidad y precisión concentrada que una superproducción hollywoodense puede brindar. La antesala a sus presentaciones más famosas en materia de computadoras para uso hogareño (que terminasen dándonos aquellas imágenes que mas recordamos de él, por ejemplo usando esas horrendas poleras de cuello de tortuga) es el disparador para mostrar de manera extrema su meticulosa y obsesiva personalidad que lo hacía preocuparse hasta por el más mínimo detalle, su cinismo a la hora de convertirse en un visionario que iba más allá de todo incluso cuando todas las señales le indicasen que estaba equivocado y cómo, este estilo de actitudes entorpecía sus relaciones interpersonales, especialmente la que mantenía con su hija, Lisa. Resulta que al bueno de Steve, en las presentaciones se le juntaba el ganado y cual fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras, era interpelado por los personajes que lo rodeaban y presionado para dar explicaciones aunque en general, saliendo indemne gracias a su férreo apego a la lógica y a su singular y pretenciosa cosmovisión. Cosmovisión qué pasional, lo llevaba a ser meticuloso hasta el ultimo detalle alcanzando el pináculo, en cada presentación publica de sus creaciones. Su visión de entender a la informática como una obra de arte renacentista capaz de cambiar el mundo, sus ganas de que este nuevo mundo sea tal cual el lo imaginó y no una versión pauperizada que podrían ofrecer sus competidores, los cuestionamientos respecto a su real talento y su intención de convertir a las computadoras en accesibles para ser usadas de manera intuitiva por cualquier persona, son temas que también se presentaran de manera explicita, a lo largo de la película. Sin embargo el tema que resultará más interesante en la obra es la relación que mantiene con su hija y la pregunta por la compatibilidad que debiera existir entre el genio creador multimillonario y el hombre común incapaz de mantener una relación mas o menos normal con quien debiese ser la persona más importante de su vida. Article Lead - wide1000162504gi32y8image.related.articleLeadwide.729x410.gjgybs.png1441862319429.jpg-620x349 La sinfónica de Danny Boyle La mano de Danny Boyle (Trainspotting, Slumdog Millionaire, 127 horas) se nota desde la primera escena y su narrativa no baja nunca el ritmo ni da respiro hasta el final. Ritmo qué veloz, se amalgama de manera muy interesante con los abundantes diálogos del guión. Básicamente se trata de una obra de teatro (pocas locaciones, no tantos personajes y muchos diálogos) con una dinámica de película de acción. El director maneja los hilos armoniosamente y la musicalización sutil, de orquesta sinfónica, enmarca de manera magistral el recorrido de la historia. El guión (basado en el libro “Steve Jobs” de Walter Isaacson) escrito por Aaron Sorkin es preciso e inteligente. Como indicamos, tomar de disparador las presentaciones qué estresantes, sacaban lo mejor y lo peor de Jobs simultáneamente y usarlas para mediante contundentes diálogos condensar y explicar la vida del sujeto, es una decisión acertada y no tan fácil de llevar a cabo. Parecía una obviedad convocar al guionista de Red Social (la historia de Mark Zuckerberg, el creador de Facebook) para escribir la historia de un programador multimillonario y que otra vez, esta resultase entretenida. En este caso la jugada salió bien. Párrafo aparte para el elenco actoral. Michael Fassbender está a la altura del difícil desafío y es amo y señor de la escena, como podría esperarse para una película que basada en un personaje en particular, lo tiene en pantalla todo el tiempo exigiéndole mostrar todas sus defectuosas facetas, además de intercarlas entre sí. Puntualmente el papel de Kate Winslet como asistente de Steve es tan fundamental como descollante y es el que al final del día resulta mas impresionante. También el de Jeff Daniels como empresario de Apple que con menos tiempo, logra destacarse con gran importancia. No siempre reunir a un dream team para una superproducción hollywoodense, resulta bien. Esta vez el resultado fue más que satisfactorio. Considerando el physique du rol de los interpretes, la dinámica sostenida y siempre veloz de la narrativa elegida para el film y la precisión de los diálogos para que todo lo referido al personaje de Jobs cuadre a la perfección, se da el axioma que determina que “decir que una película está basada en hechos reales es afirmar que pasó mas o menos así pero con gente fea”. En verdad no hay que esperar ver una pelicula que tenga un gran compromiso con el realismo y una adecuación exacta a como fueron los hechos. Los hechos están y son narrados pero de modo hollywoodense y abrazándose a la idea de realizarse como mera ficción, sin temerle a la espectacularidad. Y eso también, está bien. Termina siendo una buena elección y nos hace pensar que la diferencia entre los hechos reales y el ritmo de la película, es tan grande como la existente entre el físico de Steve Jobs y el de Michael Fassbender. Por ultimo, tampoco tendremos que esperar de la misma, una gran intencionalidad didáctica que nos expliqué paso a paso como fue la carrera del hombre: esta estará enfocada más bien, a contarnos la extraordinaria personalidad del personaje en sí. Ante una pregunta tácitamente formulada que en algún modo sobrevolaba en torno a las expectativas previas que generaba la producción de la película en sí, la respuesta es:”Sí”. Esta es la película sobre Steve Jobs que nos merecemos tener.
Cuando la estatua es humana. En enero de 1984, Steve Jobs se preparaba para mostrarle al mundo el invento del cual más se jactaba. En una presentación multitudinaria, daría luz a la Macintosh, una de las primeras computadoras diseñadas por Apple. En una jugada de marketing que oscilaba, como tantas otras decisiones suyas, entre la astucia y la arrogancia, Jobs insiste en venderla tal cual fue ideada, aunque eso significara que prácticamente ningún usuario entendería del todo para qué serviría. Con un costo mucho mayor que el de su competencia, la Macintosh no presentaba ninguna ventaja por sobre las otras computadoras de la época. Pero Jobs insiste: “la gente no sabe lo que quiere”, dice, “hasta que se lo mostrás”. Esa frase, pronunciada por un Jobs interpretado por Michael Fassbender en la reciente Steve Jobs, resume a la figura que Danny Boyle quiere presentar en su nueva película. Escapándose del cliché que hace fallar a tantas películas biográficas, donde el protagonista es ensalzado -qué fácil hubiera sido caer en “la película sobre el hombre que empezó en un garaje y terminó siendo dueño de Apple”, y qué alivio que no fue así- Boyle decide retratar a Jobs con solo tres momentos de su carrera. La película entonces muestra el detrás de escena de las presentaciones de las computadoras Macintosh, NeXT e iMac. Esta estructura permite no solo crear un retrato original de Jobs, sino que ilustra sus más grandes triunfos y derrotas, sus delirios de grandeza y sus inseguridades ante el fracaso. En un trabajo de montaje impecable, Boyle logra también incluir algunos flashbacks de la vida de Jobs, creando así un retrato complejo y, por sobre todas las cosas, humano. La mayor astucia de Boyle yace en aprovechar estos tres momentos no para mostrar a Jobs como el hombre que cambió la historia de la tecnología, sino para mostrar cómo Jobs creía eso de sí mismo. De algún modo, lo más interesante de esta película es su cualidad de autorretrato, donde el personaje principal constantemente se define, y muy conscientemente, a través de sus acciones y palabras, y donde nos encontramos con un hombre sumamente arrogante y condescendiente para con todos. La pregunta que presenta Boyle es, de algún modo, si esta arrogancia representa un real desprecio por la inteligencia de los demás o si simplemente la susodicha se sostiene en una gran inseguridad de Jobs, y lo entretenido de la película será seguirlo de cerca e intentar llegar a una respuesta. Sin embargo, más allá del gran trabajo de dirección por parte de Boyle y de las excelentes actuaciones por parte de todo el elenco -Fassbender y Kate Winslet resaltan especialmente- el motivo por el cual esta película funciona tan bien tiene nombre y apellido: Aaron Sorkin. El guionista de series brillantes tales como The Newsroom y de películas galardonadas como Red Social es un genio del diálogo. No hay palabra dicha tan dinámica como las de sus obras, donde toda interacción rebalsa de astucia y de humor, de ironía y honestidad. No había hombre mejor para retratar a una figura tan polémica como la de Steve Jobs, a la cual se ha declarado brillante y horrible, y todo lo que está en el medio. Sorkin hizo un gran trabajo dándole voz a Jobs precisamente porque no trabaja con el blanco y el negro. Las palabras pronunciadas por sus personajes y, por tanto, la psicología de los mismos, es mucho más compleja que eso, y su contenido y tono logra siempre mantenerse en un gris, en un espectro de mensajes y modos que hace sus películas fascinantes. Podemos decir, entonces, que esta biopic no es ni un drama ni una comedia, sino que pertenece a ese género magnífico en el medio: gracias a ese género, Sorkin construye una historia -ya conocida por todos- que resulta sorprendente y dinámica en todo momento.
Es admirable la decisión narrativa tomada por Aaron Sorkin en STEVE JOBS. Pese a basarse en la extensa y completa biografía que Walter Isaacson escribió sobre el fallecido gurú de la informática, el veterano guionista decidió reducir, recortar esa vida a solo tres episodios: la presentación de tres productos de las compañías de Jobs. Ni siquiera los productos más exitosos y recientes como el iPod o el iPhone, sino dos que fracasaron (The Macintosh y el “Cube” de NeXT) y uno que sí funcionó bien (la colorida computadora iMac). La estructura del filme se divide en tres bloques de aproximadamente 40 minutos cada uno que suceden en algo parecido al tiempo real y que preceden a esas presentaciones. Son las discusiones, debates y peleas que se dan en esos instantes previos a los que la compañía (el propio Jobs) debe presentar un nuevo producto que, en esas épocas, podían salvarlos o hundirlos. Sorkin, además, se tomó la licencia dramática de organizar cada uno de esos bloques de 40 minutos como una serie de encuentros y cruces que Jobs (Michael Fassbender, muy sólido pero algo falto de carisma) tiene con las mismas personas que están entre las más importantes de su vida personal y profesional. Esto es: esa previa de las presentaciones no es solamente una serie de discusiones sobre la presentación en sí (aunque varias charlas y peleas sobre eso hay: si es necesario que la “computadora diga Hello, si hay que apagar las luces de Exit en la sala y elegir entre decenas de fotos de… tiburones) sino encuentros con personas que marcaron y fueron fuertemente marcadas por el CEO de Apple. steve-jobsEn especial, Joanna Hoffman (Kate Winslet, excelente aunque su acento polaco cambie todo el tiempo), la asistente personal de Steve –de origen polaco, claro– que es la que trata de organizarle todas sus actividades pero cada vez más se mete en su vida personal y lo critica por las decisiones que toma en ese aspecto. Luego está el inefable Steve Wozniak (Seth Rogen, muy bien aunque parezca una decisión de casting rara), para muchos el responsable real en lo técnico de las innovaciones de la carrera de Jobs y un hombre con un punto de vista sobre casi todas las cosas muy distinto al de su compañero de aventuras. También aparece, cada vez, Andy Hertzfeld (Michael Stuhlbarg), diseñador de software de Apple y otro de los que tienen una relación de amor-odio de toda la vida con Jobs. Y está John Sculley (Jeff Daniels, casi reiterando su actuación de THE NEWSROOM, escrita también por Sorkin), quien fue socio, amigo y luego enemigo de Jobs, el hombre que lo echó de Apple, empresa de la que Jobs estuvo afuera durante largo tiempo. Si bien aparecen menos –en cuanto a tiempo de pantalla– los personajes principales de ese backstage son la madre de la hija de Jobs (Katherine Waterston) y la propia niña, interpretada por actrices diferentes en cada etapa. ¿Por qué los principales? Porque más allá de todas las disputas, problemas, conversaciones y charlas que se producen sobre la compañía y sus productos, sobre el egocentrismo de Jobs y también sobre su capacidad de “visionario”, el corazón de la película está en la conflictiva relación que él tenía con su hija y su ex mujer. Como se sabe, hasta muy avanzada la edad de la niña, Jobs jamás quiso reconocerla como tal y no quería pasarle dinero (o le pasaba miserias, ridículas para un multimillonario) a la madre de ella para el sostén económico de la pequeña. Y ese problema atraviesa toda la película: reconocido por todos pero negado por él. steve jobs 2Este hecho, si bien es el corazón de la película, en un tanto termina resultando un problema, ya que las enormes contradicciones de la persona en todos sus ámbitos se terminan reduciendo muchas veces a ese único tema, volviéndolo un McGuffin narrativo y dramático que a veces se convierte en una carga pesada que debe sobrellevar el filme. No digo que no haya sido un tema fundamental en su vida, solo que está usado en el texto como una justificación demasiado obvia del arco dramático del personaje y su carta de “salvación”. Carta que suena excesiva en el contexto de todo lo demás. Sorkin es un guionista fabuloso y la película fluye como una especie de coreografía de diálogos filosos en movimiento. STEVE JOBS tiene un estilo que, en partes, recuerda a BIRDMAN: gente caminando por pasillos y hablando todo el tiempo. Pero aquí no hay nada que recuerde los gestos cinematográficos más delirantes y arriesgados de aquella película: lo que se construye aquí es un suspenso narrativo ligado a la fiereza verbal. Y Sorkin admira a Jobs por eso: puede mostrarlo como un tipo egocéntrico, creído, desagradecido y al borde de lo megalomaníaco, pero le encanta jugar con su brutal capacidad verbal, esa manera de ser cruel e hiriente de la manera más refinada posible. steve jobs1La película hace uso de esos diálogos precisos y ácidos para poner en perspectiva la diferencia entre el Jobs visionario y capaz de ver la importancia de detalles que otros pasan por alto al punto de la obsesión, y el hombre casi autista sentimentalmente que es incapaz de reconocer públicamente lo que los otros también han hecho para llevar esos productos al éxito. El quiebre que se produce con el éxito de la iMac es, en ese sentido, un buen momento para finalizar la historia: de allí en adelante los pro y los contra de la vida empresarial ya definitivamente exitosa aunque igualmente complicada (por otros asuntos) de Jobs se pueden ver en algún documental biografíco sobre su vida, como THE MAN IN THE MACHINE, también estrenado este año. Danny Boyle se vuelve, en este caso, un soldado de Sorkin. Como si la relación de poder natural en un set se modificara entre guionista y director (o como si Sorkin fuera el Jobs de la producción del filme), el realizador de SLUMDOG MILLIONAIRE deja de lado casi todas sus más extravagantes marcas de estilo para ponerse al servicio del guión aportando lo mejor que su cine tiene: el sentido del ritmo y del nervio narrativo, con algo del realismo intenso de sus primeras películas, algo muy necesario para que esa serie de coreografías de diálogos en pasillos de dos horas no se vuelva monótona. De todos modos, es imposible que esa monotonía no aparezca por momentos (en especial promediando el filme), ya que la estructura casi teatral lleva a la repetición de lugares, personajes y temas. Y eso no es fácil de vencer, aunque hay que decir que la mayoría de las veces la dupla sale airosa. steve-jobs-danny-boyle-michael-fassbender-seth-rogen-kate-winslet-00020r-cropSTEVE JOBS es una relectura del género biográfico que logra evitar la mayoría de los clichés de ese formato, aunque le es imposible caer en otros (o inventar algunos nuevos). El arma que tiene para salir de los momentos difíciles es un elenco impecable que sabe manejarse a la perfección en esa especie de Sorkinlandia que es la película, ese territorio dramático en el que todos hablan rápido y casi a la vez diciendo cosas muy inteligentes mientras usualmente caminan y hacen otras cosas en paralelo. Ahí es donde finalmente los creadores de la película y el personaje se entienden, se admiran mutuamente: en el reconocimiento de la inteligencia (propia, no la ajena) y la capacidad profesional. Y es allí, supongo, donde todos asumen el punto debil que esa obsesión por el trabajo les genera: la incapacidad de comunicarse con sus seres queridos, de dar amor, de recibirlo. Es el precio que tienen que pagar para ser quienes son y que, en la película, tratan de convertir en sus respectivas terapias.
La trastienda de un líder Michael Fassbender es Steve Jobs en esta nueva biopic del hombre que manejó los hilos de la revolución digital. Uno de los riesgos de filmar la biopic de un personaje tan complejo como Steve Jobs es dejar afuera algunas facetas de su personalidad o fragmentos de su historia. La edición debe ser cuidadosa y balanceada si la intención es ofrecer un retrato fiel, pero se sabe que en el cine eso no puede ser el único objetivo. El guion de Steve Jobs, a cargo del confiable Aaron Sorkin (Red Social), está basado en la popular biografía escrita por Walter Isaacson, pero se toma sus licencias para abordar varios dramas en la vida del gurú de Apple, interpretado con talento por Michael Fassbender. La película se divide en tres actos que representan el detrás de escena de tres lanzamientos emblemáticos en la vida de Jobs: la Macintosh (1984); la computadora NeXT, empresa que fundó luego de que lo despidieran de Apple (1988); y la iMac (1998), su regreso triunfal a la compañía de la manzana. En los minutos previos que anteceden a esas grandes presentaciones, Jobs enfrenta situaciones adversas que van desde lo técnico (un desperfecto que puede arruinarlo todo) a lo sentimental (su conflictiva paternidad). Los diálogos en Steve Jobs son veloces e intensos y permiten a Fassbender mostrar algunas características del genio informático: su inteligencia aguda, su despotismo, su desprecio y esa “distorsión de la realidad” que le permitía tensar sus exigencias hasta situaciones absurdas. En ese aspecto, hay una escena notable en la que su compañero y amigo Steve Wozniak (Seth Rogen) le reclama crédito por su trabajo y Jobs se lo niega con argumentos propios de un líder tirano, al que sólo le interesa mirar hacia adelante. El director Danny Boyle convierte esas trastiendas en escenas cargadas de una tensión extraña y urgente, en las que Jobs es un planeta con varios satélites que lo rodean. Sus relaciones con su hija Lisa, su exnovia Chrisann Brennan, el propio Wozniak, la encargada de marketing Joanna Hoffman (Kate Winslet), el CEO John Sculley (Jeff Daniels) y el programador Andy Hertzfeld (Michael Stuhlbarg) muestran las distintas caras de un hombre demasiado complicado de narrar. En ese conjunto que formaban el genio tecnológico, el maniático del diseño, el director natural de tendencias new age y el hombre que desafiaba los objetivos capitalistas, había un personaje histórico que todavía cuesta asimilar y que, como los grandes líderes, marcó la vida de millones de personas.
El hombre detrás de la máquina Fuera del radio de los Estados Unidos, la figura de Steve Jobs ha causado más sensación luego de su muerte que mientras estaba vivo. Quizás fue la mistificación que se le ha querido agregar a su existencia lo que llevó a que este genio del marketing y la innovación se haya convertido en un ejemplo para la sociedad moderna. Intentando traer un poco más de realidad a esta cuestión, la película homónima dirigida por Danny Boyle exhibe el lado más humano de Jobs, presentándolo en tres eventos importantes de su carrera dentro de los cuales se mezclarán no sólo su labor en el ámbito tecnológico sino también su vida personal. Apelando al diálogo constante, casi sin pausas durante todo el metraje, Boyle intenta reconstruir la estructura del creador de Apple sin ataduras ni tapujos. Exhibe claramente cómo era su pensamiento, su pedantería, su meticulosidad, en definitiva, su personalidad, de manera cruda y adulta, diferenciándose abismalmente del film que protagonizara Ashton Kutcher (Jobs, 2013) que al lado de esta producción queda como un humilde trabajo dirigido al ambiente televisivo, muy simplón y naif. La base para que este esqueleto se mantenga en pie en el ritmo que impone el director se encuentra en las actuaciones, principalmente en la destacada labor de Michael Fassbender, tarea que le ha valido la nominación a los Globos de Oro 2016 como mejor actor en drama, el cual no se preocupó tanto por reconstruir físicamente a Jobs (como lo hizo Kutcher) sino que buscó apuntar a su personalidad, logrando un enriquecimiento del personaje. También resulta primordial la labor de Kate Winslet (también nominada a los Globo de Oro 2016 como mejor actriz de reparto en drama), representando a la fiel ayudante de Steve, en la cual la actriz logra ser un complemento perfecto para la vertiginosa personificación de Jobs, interpretando un personaje querible y agradable dentro de este lado oscuro que se exhibe del empresario tecnológico. Para quien no conoce quién fue o qué hizo Steve Jobs, este largometraje será un buen acto introductorio pero no definitivo. El tipo de relato fragmentado elegido no permite conocer en amplitud varios momentos de su historia y de su tarea como innovador, debiéndose dirigir a otros trabajos para terminar de saber sobre la vida de este personaje. A pesar de esto, Steve Jobs es potente, vertiginosa, muy bien filmada y dirigida; a la cual hay que seguirle el ritmo para que al final se logre comprender un poco más la psiquis del hombre detrás de la máquina. Un genio, sí. Un ejemplo de ser humano, de ninguna manera.
La leyenda del indomable Tan sólo dos años después del malogrado filme dirigido por Joshua Michael Stern, protagonizado por Ashton Kutcher en 2013, se estrena ahora una nueva versión sobre la vida del co-creador de la empresa Apple. Aquella tentativa por figurar la vida del ininteligible Steve Jobs en la que se intento jugar desde el titulo con el apellido y su vocación hacia el trabajo, terminó siendo sólo una mezcla de representaciones descontextualizadas, sin empatia, ritmo e interés, más allá del esfuerzo de los actores por sostener un texto anodino. Este nuevo acercamiento al personaje no procura revelar el recorrido de Steve en relación a la constitución de su personalidad, pone todo el énfasis en tres momentos míticos en su vida. Cada exposición se transforma en punto álgido de sus conflictos personales, su incapacidad para darse por vencido, y sus relaciones afectivas en las que coinciden vidas relevantes en la de Jobs, y en las que se utiliza el recurso de flash back para mostrar el origen de esas relaciones con imágenes muy concretas, muy bien elaboradas, y de rápida resolución. Estas serían la presentación de Macintosh en 1984, un fracaso comercial por lo que termina quedando fuera de la propia empresa que fundo. En 1988 la presentación de Next, un nuevo concepto en ordenadores personales conocida como “El Cubo”, que tampoco tuvo la repercusión económica deseada, para terminar en 1999, luego de regresar como presidente de Apple en 1999 en la presentación de la Imac. Sucesos precisos puestos de relevancia a partir de sus relaciones afectivas, principalmente su hija Lisa. Esto terminó por provocar que el filme se vea desparejo pues tuvo que recurrir a dilucidaciones varias en relación a verdades históricas, al mismo tiempo darle más solidez desde la estructura narrativa, de la mano de su director Danny Boyle. Éste director ingles tiene como característica principal llevar adelante sus relatos con un ritmo frenético, por momentos opresivo, utilizando un montaje de planos cortos, rápidos, sin embargo el guión del ganador del premio de Hollywood Aaron Sorkin lo enfrentó a la imposibilidad de su estilo y a la búsqueda de una forma diferente de narrar. Al mismo tiempo que debía sortear la previsibilidad de aquello que todo el mundo conoce de la vida de un personaje tan público como el creador del Ipod. En este caso, además plagado de diálogos y con poca recurrencia a grandes movimientos de cámara y/o a los cortes rápidos con montaje acelerado. El sostenimiento del interés de la narración se encuentra en las relaciones interpersonales entre Steve Jobs (Michael Fassbender, excelente) y su compañero desde la primera hora Steve Wozniak (Seth Rogen, de buena performance), o con quién fuera el presidente de Apple, John Sculley (Jeff Daniels, siempre eficiente), su hija Lisa según pasan los años (Makenzie Moss, Ripley Sobo, Perla Haney Jardine, 5, 9 y 19 años respectivamente), lo que determina un muy buen casting, y que la otra pata sostén se encuentra en las actuaciones, con una extraordinaria actuación de Kate Winslet en el rol de Joanna Hoffman, su asesora legal y leal de toda la vida. La escena en que ella le declara su admiración y su amor incondicional asexuado, es una muestra cabal. Para muestra basta un botón. Por supuesto que no podría pasar inadvertido el diseño sonoro, cada escena tiene en su haber una composición musical de una delicadeza informal en función climática que parece pasar desapercibida, pero que sin ella se desbarrancaría en lo anodino.
Una vez más llega a la pantalla grande una película relacionada con la vida de Jobs que fue interpretada por Ashton Kutcher en el 2013. Ahora se pone en la piel el actor alemán Michael Fassbender ("Shame", "12 años de esclavitud"), quien realiza una interpretación maravillosa, muestra a la perfección las distintas etapas de su controvertida vida y estados de ánimo, entre otras situaciones. Quienes lo acompañan muy bien son: Kate Winslet, hasta cambió su look, su personaje es la directora de marketing y consejera, estupenda; Seth Rogen, como su socio; Michael Stuhlbarg, como su especialista técnico; Jeff Daniels, con quien mantiene una relación algo tormentosa, este vuelve a brillar; también están las interpretaciones de: quien era su ex pareja Chrisann Brennan por la inglesa Katherine Waterston y su hija, Lisa Brennan (por tres actrices diferentes, Makenzie Moss, Ripley Sobo y Perla Haney-Jardine). Cuenta con un muy buen guión, con toques teatrales, un gran montaje, entre otros elementos cinematográficos. Y esta la mano del director Danny Boyle (“Slumdog Millionaire”, “28 días después”, “Trainspotting”). Siempre presente el feroz capitalismo.
La vida de Steve Jobs, el fundador de Apple y Pixar, vuelve a ser contada en una película. La primera vez fue en la TV movie “Los Piratas de Silicon Valley” (Pirates of Silicon Valley, 1999), que se centraba en la rivalidad entre la compañía de la manzanita y Microsoft de Bill Gates, y la cuestionada “Jobs” (2013), muy criticada por ser poco verídica en su historia. En esta ocasión, el inglés Danny Boyle (“Trainspotting”, “¿Quién quiere ser millonario?”, “127 Horas”) y el guionista Aaron Sorkin (“Red Social”) adaptaron partes de la biografía autorizada escrita por Walter Isaacson (publicada en 2011) para llevar al espectador al detrás de escena de tres momentos clave en la carrera de este empresario que lideró la revolución digital. Estos son los lanzamientos de tres productos icónicos. El primero, en 1984, es la Macintosh en el De Anza Community College, en Cupertino, California. El segundo, en 1988, la NeXT Computer, en el San Francisco Opera House (un fracaso que afrontó tras su despido de Apple). Y el tercero, la exitosísima iMac en 1998 en el Davies Symphony Hall de San Francisco. En cada uno de estos lugares, y antes de salir al escenario a realizar los respectivos anuncios, veremos a Jobs, impecablemente interpretado por Michael Fassbender (aunque no logra parecerse físicamente como lo hizo Ashton Kutcher), lidiar con todo tipo de situaciones, y personas como Joanna Hoffman (una genial Kate Winslet), Jefa de Marketing de Macintosh; su amigo Steve Wozniak (Seth Rogen), co-fundador de la compañía; Andy Hertzfeld (Michael Stuhlbarg, uno de los miembros originales del equipo de desarrollo de Apple Macintosh; y John Sculley (Jeff Daniels), ex presidente de Pepsi y director ejecutivo de Apple. En cada backstage también están su ex novia Chrisann Brennan (Katherine Waterston), quien le reclama dinero para su hija Lisa (interpretadas por Makenzie Moss, Ripley Sobo y Perla Haney-Jardine en diferentes edades), a quien no reconocía legalmente como propia. A lo largo de estos tres actos, muy teatralizados y combinados con algunos efímeros flashbacks, se expone, de manera muy atrapante, la difícil personalidad de Steve Jobs, un genio detallista obsesionado con la perfección y, muchas veces, insoportable e insensible, lo cual alejaba a algunas personas que lo rodeaban. Lástima que algunos aspectos de su vida, plasmados en el libro, quedaron afuera de esta muy buena película que ya está cosechando nominaciones a premios de la industria.
Como hicieron con Mark Zuckerberg y su red social, Aaron Sorkin y Danny Boyle vuelven a contar una historia de tecnología con un toque humano – aunque, a diferencia de aquella película, la fragmentación de Steve Jobs deja al espectador con la idea de que falta contexto para definir ciertos elementos. Desde su muerte, Steve Jobs ha generado una serie de obras basadas en su vida, que dejaron en evidencia los puntos más olvidables de un hombre que basó todo su éxito y reconocimiento en el concepto de ser un gran “conductor de orquesta”. Jobs fue un personaje extraordinario y su obra marcó una época, pero también fue un ser humano mezquino, insufrible, egocéntrico y denigrante. Jobs, como otros “genios”, creyó (con razón o no) estar siempre por encima de aquellos que lo rodeaban, aunque supiera que sin su presencia nada de lo que imaginaba podía volverse realidad. Sorkin toma el libro de Walter Isaacson y lo desglosa en 3 actos principales, que corresponden con tres lanzamientos/conferencias de presentación icónicos (aunque no los únicos): 1984, el lanzamiento de la Macintosh, la sucesora de la Apple II; 1988, la presentación de la NeXT, con Jobs ya afuera de Apple; y 1998, el debut de la línea iMac, el primer producto de Jobs tras regresar a la compañía que fundó. La gran virtud del guión es conseguir, en esos tres detrás de escena, desarrollar una historia basada en las relaciones de Jobs con un puñado de actores principales: Johanna Hoffman (Kate Winslet), la jefa de márketing de sus compañías; Steve Wozniak (Seth Rogen) su compañero de siempre y co-fundador de Apple; John Sculley (Jeff Daniels) el CEO de Apple que el mismo Jobs sacó de Pepsi para llevar a su empresa; y Lisa Brennan (interpretada por tres actrices), su hija no reconocida. Todos ellos están presentes en los tres momentos, y son actores fundamentales tanto en el desarrollo de los eventos que se suceden, como en la alteración de Jobs como ser humano. Danny Boyle, fiel a su estilo, saca lo mejor de cada uno de los actores y marca a fuego diálogos certeros y sagaces con un trabajo de cámara extraordinario, en el que el protagonista se muestra constantemente como el producto que intenta vender: una máquina afable y accesible, pero lógica e implacable. De hecho la tecnología no es protagonista casi en lo absoluto de la película, y las computadoras y las charlas técnicas están relegadas a un segundo plano, como una mera excusa para desarrollar las relaciones entre personajes (de hecho, en un momento se lo muestra a Jobs recitando características técnicas de un equipo como una forma de relajarse, como si de un mantra se tratase). A lo largo de los tres actos, que se conectan por una narración de noticias reales en off que cuentan los hechos que llevan de un año a otro (la salida de Jobs de Apple en primera instancia y la caída de la compañía y el regreso de Jobs en la segunda), el protagonista muestra su evolución personal y la evolución de su relación con los diferentes actores. Es ese el foco de la historia. No hablar de tecnología o la relevancia de Jobs como figura de la industria, sino de su personalidad y su forma de relacionarse con el entorno. En ese punto, cumple su cometido, pero aquellos que esperen una película biográfica convencional, se irán decepcionados de la sala – también los que esperen ver algunos de los productos que más de cerca nos tocaron, como son los iPods, iPhones y iMacs. Steve Jobs es una excelente película, que tiene el sello de Danny Boyle y Aaron Sorkin por todos lados, y que entretiene explorando los rincones más profundos de un hombre que cambió un rincón del mundo. Gran parte de la película nos toca de lejos, como mito más que como historia, y eso puede desmotivar a parte del público. Pero son los personajes lo importante en Steve Jobs, y no la tecnología. Quizá el ánimo de redención que rodea a la película en el final no esté a tono con el resto del desarrollo. Pero bueno, hablar mal de los muertos no es del todo apropiado.
La ambición y las palabras En 2013, apenas dos años después de que falleciera Steve Jobs, llegó a los cines la primera película sobre el famoso fundador de Apple. “Jobs”, protagonizada por Ashton Kutcher, era una versión tipo Billiken de la vida del empresario, que respondía a todos los estándares de una biopic de Hollywood y que pasó con más pena que gloria por las salas. La flamante “Steve Jobs”, en cambio, parte de un planteo muy diferente. El premiado equipo formado por el guionista Aaron Sorkin (“Red social”, “The West Wing”) y el director Danny Boyle (“Trainspotting”, “¿Quién quiere ser millonario?”) se jugó por una propuesta más audaz: enfocarse en el costado más oscuro de Jobs (un líder tiránico, manipulador, frío y seductor) y mostrarlo a través de tres momentos importantes en su carrera: el lanzamiento de la primera Macintosh en 1984, el (aparente) fracaso de la computadora NeXT y la aparición triunfal de la iMac en 1998. La cámara de Boyle se mete en el detrás de escena de las coreografiadas presentaciones de estos productos, con Jobs desplegando su ambición y sus neurosis, y lo pone en conflicto con tres personajes: una hija no querida que reconoció muy tardíamente, la directora de marketing de Apple (y asesora personal) Joanna Hoffman, y el CEO de la compañía, John Sculley, que hasta llegó a echarlo de su propia empresa. “Steve Jobs” tiene un arranque apabullante, con diálogos punzantes y veloces que atrapan desde el principio, como si la película tomara al espectador por el cuello, sin pedirle permiso, y lo llevara directo a ese universo despiadado de obsesión y competencia. En un punto es una celebración del lenguaje como recurso expresivo total, y ahí Aaron Sorkin es amo en su propio territorio. Sin embargo, a medida que avanza la película, esta estructura rígida de narrar en base a cruces verbales tras bambalinas se vuelve reiterativa y forzada. En determinados pasajes la historia no respira, está recargada de diálogo, y la película se vuelve artificial, como si lo que estuviese pasando en la pantalla fuera un mero ejercicio. Por suerte, los que consiguen salvar estos baches son los actores, que hacen un trabajo excepcional. Michael Fassbender supera el gran obstáculo de no parecerse físicamente a Jobs construyendo un personaje entre irritante y fascinante, y encuentra su contrapunto perfecto en una Kate Winslet que cada día actúa mejor.
El hombre binario Por un lado la sorpresa y por otro no. Con esto se puede resumir los altos y bajos de Steve Jobs -2015-, la biopic inspirada en su biografía autorizada, que no avanza desde lo cronológico en el derrotero de su actividad, sino que lo hace a partir de la coyuntura de algunos acontecimientos imprescindibles para reconocer en el personaje las contradicciones de un hombre, que hasta el día de hoy, tras su fallecimiento en 2011, despierta voces a favor y en contra de su obra. La sorpresa se encuentra sencillamente en la dirección de Danny Boyle, un cineasta caracterizado casi siempre por el pulso vertiginoso, Trainspotting -1996-, pasando por Slumdug Millionaire -2008-, quien en esta ocasión opta por un tono mucho más conservador en lo que a puesta en escena se refiere y sobre todo al ritmo que impregna en un relato atravesado por la verba irrefrenable de cada uno de los personajes que intervienen. La no sorpresa la marca el guión del notable Aaron Sorkin, responsable también de Red Social (Social Network -2010-), aquella biopic sobre el creador de Facebook, Mark Zuckerberg, un muchacho que no tenía amigos y tuvo que inventarse contactos virtuales para cambiar el rumbo de su historia. Tampoco podemos dejar de lado el sustancial trabajo del guionista en una serie subvalorada de HBO como lo fuera The News Room, liderado por el gran Jeff Daniels, quien en este caso se mete en la piel de John Sculley, CEO de Apple durante diez años. Ese tándem creativo tomó la figura de Steve Jobs y la despojó de toda idealización posible para dejar en claro la atribulada convivencia del hombre con su pensamiento solitario y un entorno que no lo comprendía. Si eso implica un elemento lo suficientemente sólido como para hacer de Steve Jobs una película de interés general, esa incómoda pregunta conlleva una incómoda respuesta: no. Entonces, la idea de confrontar la tarea de Steve Jobs como aquel visionario que con el correr de las décadas terminó ganando la batalla comercial, en lo que a computadoras domésticas se refiere, resulta un tanto pobre para el exceso verbal y de metraje de este opus del realizador de Tumba al ras de la tierra -1994-. La estructura narrativa divide los hitos de esta biopic en el antes y el después de los lanzamientos de tres computadoras: Macintosh, NeXT y iMac. Sin entrar en detalles técnicos –en la película abundan- las contradicciones entre la visión de Jobs y todo el resto de su equipo son notorias. También su falta de tacto y arrogancia que se demuestra en cada minuto de metraje. Desde ese lugar de vulnerabilidad, el Steve Jobs cotidiano deja de ser el centro y pasa a la periferia para que otros interlocutores tomen la posta a veces rozando un estilo teatral en la entrada y salida en cuadro, aunque son menos esos momentos en relación a los planos meticulosamente fabricados por Boyle, donde el espacio cobra un sentido dramático importante y resalta la soledad del protagonista. En medio del vértigo de peleas, tanto con sus empleados que no le hacen caso o le temen como con la madre de su hija Lisa (Makenzie Moss) –pese a no reconocer la paternidad tras un examen de ADN- crece el costado más polémico del personaje por su desafectación de todo aquello que implica una emocionalidad, mientras su mano derecha, interpretada por Kate Winslet carga con sus problemas tanto en el quehacer laboral como íntimo. El relato no pasa de esa frontera, entre la intimidad y la exposición para jugar con las máscaras detrás del hombre y las palabras. Tal vez, en esta ocasión, un tanto excesivas. Algo que en Red Social el propio David Fincher se encargó de equilibrar, teniendo en cuenta la verborragia de Zuckerberg. Sin embargo, Michael Fassbender compone un personaje atravesado de aristas y contradicciones que puede utilizar de manera beneficiosa para lucirse en los momentos dramáticos y ejecutar, por momentos, parlamentos shakeaspearianos de la mano de Sorkin y su pluma eficaz.
Puede que Steve Jobs no haya sido el hombre que cambió el futuro, pero sí, sin lugar a dudas, fue el que supo venderlo. Y para ello lo empaquetó en su mejor envoltorio minimalista, empleó decenas de conceptos “cool” y se adueñó (reconocidamente) de la palabra “diseño”, al menos en cuanto a lo que tecnología informática se refiere. Deificar al más hábil (y megalómano) de los empresarios del rubro es sencillamente demasiado, y de eso ya se encargaron interminables y tristes homenajes (entre ellos, el de la fallida Jobs, interpretada por Ashton Kutcher). Por eso Aaron Sorkin, codiciado guionista evidentemente apasionado por estos enormes pero imperfectos personajes, baja a Tierra a uno de los nombres más importantes del Siglo XX y comienzos del XXI. Para ello cuenta con un arsenal de anécdotas que parten al relato en tres actos, en un guión episódico que representa momentos clave de la vida del creador de la Mac. El primero de estos capítulos corresponde al lanzamiento de Macintosh en 1984, en el momento en que la compañía de Jobs suponía un desafío ante la supremacía de la PC. Es en éste tramo en donde aparecen los primeros rasgos tan particulares que definieron la compleja personalidad de Steve Jobs: su hija digital, la Mac, recibe más atención y manutención que su hija biológica, a quien en un principio éste ni siquiera se digna en reconocer. Su ex pareja, Chrisann Brennan (Katherine Waterston), entre reclamos y llantos, esboza el lado oscuro del “genio” de la computación, aunque su propia figura es posteriormente cuestionada en un guión que deja en claro que no hay héroes ni villanos en la vida real, sino apenas humanos. El segundo episodio rememora los días de la Next, segunda compañía que Jobs funda tras ser echado de su propia empresa por John Sculley (Jeff Daniels), quien acaso fuere una suerte de figura paterna en sus comienzos, y también retoma anteriores conflictos aún latentes como el de la paternidad no reconocida, a la vez que avanza sobre las idas y venidas de su amistad con Steve Wozniak, el verdadero cerebro y co-autor de la Macintosh tal como la conocemos. El tramo final avanza varios casilleros y presenta la iMac allá por 1998, ese inesperado y descomunal éxito que volvió a poner a Mac en el centro de atención, y terminó definiendo el lineamiento conluyente de la empresa: diseño, mucho diseño, interfax amigable y, claro, abultado sobreprecio. Dirigida por Danny Boyle (28 Días Después, 128 horas, Trainspotting), Steve Jobs es una biopic que le escapa a los convencionalismos del género y concentra su mirada en lo humano del personaje, desmitificando al mismo a través de su cotidianidad. Su dirección aporta el enorme dinamismo que el guión de Sorkin pide desde el texto. El trío de talentos se completa con Michael Fassbender en el rol protagónico, que no se asemeja físicamente al verdadero Steve Jobs pero sí logra capturar su enigmática esencia.
Danny Boyle es un experto en vértigo. Puede incluso hacer una película vertiginosa con un señor atrapado entre dos piedras que se corta un brazo para salir (¿recuerdan?). Aquí, además, tiene la vida de un hombre que le puso velocidad a la vida cotidiana. Y además, los diálogos de Aaron Sorkin, quizás el máximo cronista americano del último cuarto de siglo -de su pluma vienen la serie The West Wing y películas como Cuestión de honor o La red social. Todo es brillante y cargado de fuerza: Boyle intenta que la pantalla refleje en contraste lo que sucede en un cerebro que no se detiene, interpretado entre la frialdad y el estallido por Michael Fassbender. La película marcha y nos convence de que tuvimos la suerte de convivir con un genio. Y también que el genio, muchas veces, se coloca por encima de la moral o la empatía para lograr algo glorioso. El excelente reparto parece convencido de tal idea, y el realizador, sin subrayarla, deja que fluya y nos mantenga en suspenso no hasta el último plano sino hasta después de dejar el cine. Nada más interesante que el misterio del genio.
El cine consigue raros prodigios, como lograr que con el mundo de los negocios de la informática pueda moderlarse un relato ágil, móvil, con diálogos veloces y personajes igualmente dinámicos. Como en los thrillers políticos o en las historias sobre el periodismo (Aaron Sorkin escribió guiones de los dos), Steve Jobs adopta para sí el ritmo frenético de la palabra: los personajes se miden incansablemente en duelos verbales; cada argumento busca desestabilizar al oponente, ya sea superándolo en inteligencia, demostrando su ignorancia o reprochándole acciones del pasado. El conjunto acabaría resultando bastante teatral si no fuera porque Danny Boyle le imprime un pulso singular a las imágenes: los planos son rápidos, los puntos de vista cambian permanentemente, y de a ratos el director se revela como un maestro en la utilización dramática de espacios pequeños y poco iluminados. La premisa de la película es un alarde técnico: contar la vida de Steve Jobs en tres momentos precisos, siempre durante la previa a la presentación pública de un nuevo producto. El guion realiza unos malabares complicadísimos (pero divertidos) para reponer en cada zona de la trama la red de personajes y conflictos que rodean al protagonista. Eso termina obligando a la película a hacerse cargo de su propio dispositivo narrativo: una discusión privada entre padre e hija se produce frente a decenas de empleados de Apple, y Jobs intrrumpe su alocución para preguntarles, sin dejo de ironía, qué piensan de todo el asunto; la autoconciencia se cuela allí y exhibe el propio funcionamiento de la película. El sinceramiento se vuelve más explícito cuando Jobs mismo dice que pareciera ser que todas las personas que lo rodean se emborracharan y después fueran a visitarlo antes de cada presentación. Esa autorreferencia ayuda también a constatar que lo de Boyle y Sorkin es un biopic distinto que desecha por completo cualquier rasgo de cotidianeidad para enfocarse en el carácter más bien extraordinario de la vida de Jobs, sin rendirle cuentas al verosímil o a la veracidad de lo datos. Esa buena conciencia que la película ejerce le permite exagerar su objeto, jugar el juego de la ficción sin tener que atarse al formato de la biografía: nadie habla ni piensa con la velocidad, el doble sentido y la inteligencia con la que lo hacen los personajes de Steve Jobs, la manera en la que hablan lleva la la factura de un artificio que no teme mostrarse por lo que es. En este sentido, tal vez se trate de la película más civilizada de Danny Boyle: todos resuelven sus conflictos a través del diálogo, la palabra media siempre en cualquier disputa y los cuerpos rara vez se tocan; el detrás de escenas de la guerra entre empresas muestra las pequeñas miserias del negocio, las rivalidades y los complejos de multimillonarios inestables, pero al mismo tiempo resulta ser una guerra civilizada donde la racionalidad rige los enfrentamientos (hasta la decisión más desacertada de Jobs encierra, como se sabrá después, un plan de acción preciso). Con esos materiales, la película se permite cada vez más excesos, como el intercambio final entre Jobs y Wozniak por una vieja deuda pendiente que se dirime con uno ubicado arriba del escenario y el otro entre los asientos, a los gritos, rodeados por técnicos y empleados cuya mirada atónita le suma un aliento casi operístico a la discusión. En esa apuesta general por el desborde y la exhibición de su propia maquinaria narrativa, la película pierde siempre que intenta explicar a su protagonista desde el pasado: la psicología trata de encapsular sin éxito al Steve Jobs fascinante que construye Fassbender, un genio que se despoja voluntariamente de sentimientos y que renuncia a entrar en comunión con los otros; un visionario déspota hábil en el manejo de las palabras y dueño de una capacidad para el daño y los actos hirientes que lo vuelven un personaje magnético que atrae hacia sí toda la atención. Cada vez que surge el tema de la adopción y del rechazo, la película pareciera ir en contra de su propia búsqueda, como si algo de los biopic más tradicionales ganara de pronto la partida y Boyle y Sorkin retrocedieran algunos casilleros hacia la grisura de las biografías más correctas y predecibles.
Danny Boyle dirige a Michael Fassbender como Steve Jobs a partir de un brillante guión escrito Aaron Sorkin. El hombre en la máquina Acusar a Steve Jobs de ser la otra biopic del magnate de la informática sería algo injusto. En todo caso es la biopic definitiva, la que vale la pena ver. Si bien está basada en un personaje conocido por todos, no se limita a contarnos su historia con momentos de reflexión que dan el pie a largos flashbacks, ni vemos su vida y obra contada de manera cronológica como sucedió con la Jobs de Ashton Kutcher. La propuesta del guionista Aaron Sorkin (Red Social, Cuestión de Honor) es más ambiciosa y su guión es mucho más exigente y complejo, tanto en estructura como en profundidad, haciendo hincapié en solo tres días específicos de la existencia del fundador de Apple. Tan solo tres secuencias que le bastan a Sorkin y al director Danny Boyle para confeccionar este retrato de un hombre sumamente complejo, un genio con sus demonios y sus contradicciones, admirado y odiado por igual. Los momentos elegidos son el lanzamiento de la Macintosh en 1984, la presentación de su nueva empresa NeXT y el infame ordenador conocido como “cubo negro” en 1988, y finalmente su regreso a Apple con el lanzamiento de uno de sus productos más exitosos: la iMac, en 1998. Es un verdadero lujo tener a Michael Fassbender como Steve Jobs, demostrando nuevamente que es uno de los actores más versátiles e interesantes de esta generación. Queda en claro que a lo que apuntaba Danny Boyle con este casting no era alguien con rasgos físicos similares a Jobs, si no más bien alguien capaz de entregar una poderosa interpretación llena de matices (a diferencia de Kutcher). Después de todo, Fassbender aparece en casi el 100% de los planos del film. Está muy bien acompañado por Kate Winslet como Joanna Hoffman, su secretaria personal a través de la cual podemos llegar a conocer los momentos más humanos de Jobs, Jeff Daniels como John Sculley, CEO de Apple que al mismo tiempo funciona como una suerte de figura paterna y Seth Rogen como Steve Wozniak, su viejo amigo y co-fundador de Apple. El primer acto es probablemente el más sólido de los tres. Nos muestra los momentos previos a la presentación de la Macintosh y es donde rápidamente se plantea el eje central de la película: la relación de Steve Jobs con su hija, a quien en un comienzo no reconoce como suya (a pesar de que una prueba de ADN dice todo lo contrario), pero con quien, a su modo, irá tejiendo una relación. Sorkin hace un excelente trabajo presentando a Jobs como un personaje admirable y al mismo tiempo sumamente odioso. Un genio con una visión que solo puede ser igualada por su incapacidad para relacionarse con otros seres humanos y con un pasado difícil como huérfano que todavía lo persigue. Como suele ocurrir en todos sus guiones los diálogos son rápidos y afilados, y muchos de ellos dichos con los personajes en constante movimiento (marca registrada de Sorkin), algo que funciona con el estilo de Boyle y su forma de montar las películas. Aunque siendo un director sumamente visual, en ese aspecto no logra lucirse como en otras oportunidades, ya que en comparación a otros de sus trabajos, Steve Jobs es una película de una escala mucho menor, casi teatral, donde absolutamenete todo pasa por el guión y las interpretaciones. Conclusión Steve Jobs se ubica fácilmente entre las mejores y más originales biopics de los últimos tiempos. Es también uno de los guiones más sólidos de toda la carrera de Aaron Sorkin y, sin ser su película más visual, es definitivamente el mejor trabajo de Boyle desde hacerse con el Oscar por Slumdog Millionaire allá en el 2008 (mejor ni meterse con la sobrevalorada 127 Horas). Fassbender no tendrá el parecido físico (realmente esas quejas no tienen sentido), pero logra una verdadera transformación desde lo actoral y de seguro sorprenderá hasta a los más escépticos, lo mismo el elenco secundario. Solo el tiempo lo dirá, pero Steve Jobs tiene todo para convertise en una de las mejores biografías alguna vez filmadas, y es sin lugar a dudas uno de los puntos más alto de la filmografía de todos los aquí involucrados.
Otro intento de llegar al alma tras la genialidad El guionista Aaron Sorkin y el director Danny Boyle procuran reconstruir la personalidad de Steve Jobs. Es evidente que no resulta sencillo hacer una película sobre Steve Jobs. El magnate norteamericano del hardware y el cine de animación no fue, en sí mismo, una persona simple de encasillar. De allí que, independientemente de los actores y directores y su mejor o peor hacer, los guiones de las biopics que se han ensayado sobre su historia terminen fallando, por defecto o por exceso. La primera de esas falencias se le endilgó a Jobs, la cinta que en 2013 dirigió Joshua Michael Stern, sobre un libro de Matt Whiteley y con Ashton Kutcher en el rol principal. Si aquel relato hizo un sobrevuelo por la vida de Jobs, esta nueva versión, con Michael Fassbender en el protagónico, Aaron Sorkin en el libro y Danny Boyle en la dirección, quiere reconstruir la personalidad de este hombre amado u odiado por igual, pero admirado sin dudas por su visión sobre la informática y los negocios. Tres hitos en la carrera de Jobs enmarcan el relato que comienza en 1984 y concluye en 1998: la presentación del Macintosh, la del NeXT y la del iMac. Para esos tiempos, Jobs ya era el dueño de una fortuna provista por el éxito de Apple II, la herramienta que cofundó con Steve Wozniak, su compañero desde la infancia. La historia se construye a través de diálogos --en su mayoría ficticios-- con su exsocio (interpretado por Seth Rogen), su asistente Joanna Hoffman (Kate Winslet), ingenieros del equipo del Mac como Andy Hertzfeld (Michael Stuhlbarg); y el CEO de Apple, John Scully (Jeff Daniels), en el plano laboral; y en el personal, con Chrisann Brennan, y su hija Lisa, no reconocida hasta edad adulta. El mensaje final La irremediable indecisión Aaron Sorkin , guionista de La red social (2010), sobre los creadores de Facebook, vuelve a exponer en Steve Jobs su fascinación por el mundo de la informática cuando dispone de demasiados párrafos alusivos a detalles técnicos, innecesarios si lo que busca es la redención de Steve Jobs como persona, según se desprende de la importancia que le dio a sus vínculos con su hija Lisa y con el resto de su entorno, conforme pasaron los años. Jobs fue complejo y magnífico, de allí que el detalle resulta abrumador para el simple observador.
“Steve Jobs” es dirigida por Danny Boyle y escrita por Aaron Sorkin, quien ya había adaptado un libro a una película cuando se juntó con David Fincher para darle vida a “Red Social” en 2010. En esa oportunidad tuvo que leer el libro de Walter Isaacson que cuenta la vida del creador de Apple y por este guión fue nominado al “Globo de Oro”. Danny Boyle vuelve a la pantalla grande y lo hace de manera correcta, no abusa del “gran angular” y lo usa en momentos determinados para mostrarnos lo enorme que son los auditorios en los que se dan las presentaciones. Eso puede dar la sensación es cuán chico es de libre interpretación.
Solo no conseguía nada Michael Fassbender compone un Jobs extraordinario, cuya mayor batalla no era para conquistar el futuro, sino para domar sus propios demonios. A fines de 2009, Steve Jobs llamó a Walter Isaacson, periodista que fue CEO de la CNN y editor gerente de la revista Time, para insistir con una propuesta que le había hecho cinco años antes: la publicación de una biografía con la que soñaba hace rato, ahora totalmente convencido de que era el momento preciso. En abril de ese año, Jobs había sido sometido a un transplante de hígado necesario para paliar el cáncer de páncreas que se le había detectado en 2003. Unos meses antes, en agosto de 2008, un suceso fortuito y ciertamente desagradable lo había alarmado: la agencia de noticias Bloomberg publicó por error un obituario que tenía preparado hace un tiempo, en función de la resistencia que Jobs había presentado a los tratamientos tradicionales para la enfermedad que padecía, una decisión que muchos especialistas habían señalado como un grave error. Aún convencido de que las terapias alternativas eran una mejor solución y que viviría unos cuantos años más, Jobs quería asegurarse de poder aportar la mayor cantidad de datos posible sobre su novelesca vida antes de que pasara lo peor. La elección del biógrafo era toda una definición de su personalidad. Isaccson ya tenía experiencia en el terreno, había contado la vida de dos personajes que Jobs consideraba a su altura: Benjamin Franklin y Albert Einstein. Isaacson terminó efectivamente escribiendo el libro, editado en 2011, el año de la muerte de Jobs, y convertido en un fenomenal best seller en todo el mundo. Ese libro, o mejor dicho una pequeña porción de él, es la base de la película del británico Danny Boyle (Trainspotting, Slumdog Millionaire) que se estrena hoy en la Argentina. La trama está dividida claramente en tres actos de duración parecida (unos 40 minutos cada uno), articulados en torno a presentaciones públicas de Jobs: los lanzamientos al mercado de la Apple Macintosh en 1984, de la NeXT Computer (la famosa The Cube) en 1988 y de la iMac en 1998, siempre armados como shows unipersonales en los que Jobs presentaba sus productos con la misma convicción de un pastor electrónico entregado a convencer a un nutrido auditorio de feligreses. En torno a esos tres momentos aparecen desarrollados asuntos de la vida personal del protagonista que fueron determinantes para explicar su complejo comportamiento. En la versión de Boyle, esos sucesos son las conflictivas relaciones de Jobs con su pareja Chrisann Brennan (Katherine Waterston, tan ajustada y expresiva como siempre), con Lisa, la hija que tuvo con ella y que tardó mucho en reconocer (encarnada por tres actrices de distintas edades, Makenzie Moss a los 5, Ripley Sobo a los 9 y Perla Haney-Jardine a los 19), con Steve Wozniak (Seth Rogen), ingeniero cofundador de Apple, con John Sculley (Jeff Daniels), consejero delegado de la empresa, y con Joanna Hoffman, ejecutiva de marketing convertida en sacrificada asistente personal, encarnada aquí con solvencia por una Kate Winslet casi irreconocible a primera vista. Con Aaron Sorkin como guionista, Boyle se aseguró velocidad frenética y densidad informativa en el contenido en los diálogos, dos características evidentes en otro guión famoso de Sorkin, el de La red social, el film de David Fincher que cuenta la historia de la creación de Facebook. Y también la construcción de un personaje obsesivo, controlador, manipulador, gélido y convincente que Michael Fassbender encarna con una solvencia admirable. Fassbender encuentra un tono justo para ese hombre que siempre tuvo su propia versión de la realidad y se negó a ponerla en discusión hasta último momento. El verdadero eje de la película es la larga y agotadora batalla de Jobs contra sus propios demonios, más que su aporte a la revolución digital. En el desprecio inicial por la pequeña Lisa y el emotivo reencuentro con ella en su etapa adolescente está cifrada la clave de una historia contada como una guerra de nervios acelerada y permanente, fogoneada por un personaje díscolo y provocador que maltrata a los que lo contradicen, sólo piensa en su camino al bronce y se resiste a admitir sus fracasos en cualquier terreno. Jobs se veía a sí mismo como alguien abandonado (por sus padres biológicos), elegido (por un destino prefijado de impar brillo profesional) y especial (por sus razonamientos casi siempre alejados de lo normativo). Una identidad forjada por él mismo con la testarudez de un maniático. Su insoportable temperamento queda al desnudo en las largas secuencias entre bambalinas que preceden a los tres lanzamientos que la película usa como columna vertebral, filmados en tres formatos diferentes -16mm, 35mm y digital- y dotados de una enorme intensidad gracias a la solidez de un elenco ideal para las exigencias de un director resuelto a apostar a un estilo de actuación aguda, detallista y expansiva. El contrapunto entre Fassbender y Winslet es el que mejor captura y sintetiza esa aspiración del director británico. La dupla se saca chispas en cada encuentro, vive cada momento como si fuera el último, tensa la cuerda de una relación de efervescente amor platónico y es la base que sustenta una de las teorías más notorias del film: detrás de ese magnífico director de orquesta que dio vuelta como una media al mundo de la tecnología sin haber estudiado formalmente informática ni ingeniería, sin ni siquiera dominar del todo el lenguaje de la programación, hubo alguien clave. Una mujer que en la biografía de Isaacson aparece en pocas páginas, pero en la película tiene un rol decisivo, el de cómplice necesaria. Porque al fin y al cabo, como siempre sostuvo George Gurdjieff, otro personaje enigmático y cargado de un extraño carisma, un hombre solo no puede hacer nada.
¿Alguien pidió una nueva película de Steve Jobs? O tal vez será mejor preguntarse ¿por qué hacer una nueva película de Steve Jobs? Luego del fracaso comercial de Jobs (con Ashton Kutcher) y de iSteve (comedia satírica con Justin Long) , de la publicación de la gran biografía de Isaacson, y de los 9 documentales basados en su vida y creación, creo que esta historia estaba un poco agotada. Cuando Danny Boyle agarró el guión de Aaron Sorkin, sabía que tenía que encontrarle la vuelta de alguna u otra forma: tenía que conseguir grandes actores, una historia diferente de la que se venía contando, y una forma de contarla diferente también. Todas las consiguió, pero el producto final resultó no ser tan interesante como debería haber sido. Basada en el libro biográfico de la vida de Steve Jobs escrita por Walter Isaacson, la película nos lleva literalmente detrás del escenario de los tres lanzamientos de los productos más importantes en la historia de Jobs y de Apple: La computadora personal Macintosh (1984), la computadora NeXT (1988), y la iMac G3 (1998). En estos tres eventos, Jobs se irá encontrando con diferentes personalidades que marcaron de alguna u otra forma su vida, como el co-fundador de Apple Steve Wozniak (Seth Rogen), el CEO de Apple que lo despidió de su propia empresa John Sculley (Jeff Daniels), y finalmente la relación con su hija Lisa y su ex-novia, el verdadero trasfondo emocional de la película. En todo momento, Jobs está acompañado de Joanna Hoffman (Kate Winslet), una ejecutiva de marketing que siempre intenta que él sea una mejor persona. Algunos de los eventos y diálogos están distorsionados para ajustarse a las escenas, pero eso es algo que esperaba y no me sorprendió del todo. La película es un concepto interesante ya que tiene una gran pasión y entusiasmo, diálogos rápidos que fluyen con algunas frases memorables, mantiene el ritmo entre las presentaciones utilizando interesantes placas coloridas y recortes de noticieros para resumir los acontecimientos que ligaban un evento a otro, y música interesante que se compromete con el relato para enaltecerlo. Pero en algún momento de la película Jobs dejó de ser interesante, la historia dejó de ser entretenida, y los personajes se tornaron monótonos y unidimensionales entre tanto diálogo y poca acción. Para sumar a eso, el happy ending en el que Jobs se amiga con su hija, se da cuenta de sus problemas, y se vuelve en una gran persona es totalmente ficticio, forzado, e innecesario. Puntaje: 7
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Cómo contar Tarde pero seguro (bah, en un avión), vi Steve Jobs de Danny Boyle. Después de la bastante catastrófica Jobs de Joshua Michael Stern con Ashton Kutcher de 2013, este proyecto sobre Jobs necesitaba con claridad una salida, preferentemente por arriba del laberinto de la fórmula del biopic tradicional. Y así fue que sobre el libro de Walter Isaacson Aaron Sorkin planteó una concentración dramática en tres actos de una vida. No, no una vida, esa es la notable gambeta de Sorkin y Boyle: la concentración es en tres momentos que definen una personalidad fílmica, tres momentos de antes de, tres momentos de estrategia profesional, interrumpida a cada rato por los daños, sobre todo emocionales, que el genio iba dejando a cada paso. La pintura de Sorkin y Boyle oscila entre el monstruo bigger than life y el genio bigger than life y el cretino bigger than life. La verdad, o lo que sea que se le parezca y se presente vestida de tal cosa, se construye a los gritos, a las recriminaciones, a los conflictos, a las presiones, a los ajustes de cuentas. Steve Jobs es una película que concentra, en casi nada, todo, que exagera, que cuenta con la posteridad como prueba de las intensidades a las que apuesta. Una apuesta, más que simple, concentrada y pensada con acierto, de forma certera. Una película hecha con la decisión de su personaje protagónico. Y con actores -Fassbender, Winslet, Rogen- que se notan satisfechos de estar bien escritos. Zootopia tiene dos directores, Byron Howard y Rich Moore, y un co-director, Jared Bush. Y ostenta ocho personas en el departamento del guión. Ocho. Y, a diferencia del unipersonal de guión de Sorkin para Steve Jobs, la narrativa no hace cohesión. El look visual animado de Zootopia es deslumbrante, los pelos, los movimientos y los gestos de los animales 3D digital son un prodigio. Los chistes son muy destacables (el timing perezoso, por ejemplo), el ritmo está sostenido y apuntalado desde muchos ángulos, hay canciones, los personajes están bien delineados, hay de todo, y mucho, como hay muchos guionistas. Sin embargo, todos esos elementos se tambalean parcialmente porque la historia que se cuenta se va armando como un mecano, se agrega una pieza y luego otra, y lo que une todo el paquete -brillante y con buenos de chistes, como se dijo- es alguna idea general sobre la convivencia y una puesta en ácido de la corrección política en extremo. Pero esa tensión del arco narrativo que se maneja a la perfección en Steve Jobs está aquí ausente, o quizás demasiado distribuida entre muchas cabezas que escriben. Una película con tremenda tensión en el arco narrativo es El desconocido de Dani de la Torre, recientemente exhibida en el ciclo Espanoramas, y que en un contexto más diverso de la distribución debería tener su estreno comercial asegurado. El desconocido es un thriller filmado con el aplomo de alguien que vio y comprendió el cine de Michael Mann, que seguramente también conozca y valore el cine de Fabián Bielinsky, y que sabe sacar lo mejor de sus actores (además de Luis Tosar, son en extremo certeras y prodigiosas Elvira Mínguez y la adolescente Paula del Río). Dani de la Torre no sólo sabe filmar con tremenda eficacia la acción y las amenazas en un coche y alrededor de él -un poco como Speed de Jan de Bont- sino que además sabe integrar el territorio de la ciudad de La Coruña a su mapa particular del relato. Lástima que le hayan puesto tanta música y una bajada de línea bienpensante y explícita sobre el final. Pero acá hay definitivamente un director a seguir.
Pensada diferente En un año en el que salieron dos películas sobre el recordado emprendedor digital, el británico Danny Boyle se despacha con un muestrario de buenas actuaciones que se queda en el camino. A cuatro años de su muerte, Steve Jobs, a esta altura un hombre convertido en una leyenda del universo digital, ya tiene dedicados tres filmes y varios episodios de series televisivas y ahora llega esta nueva producción dirigida por Danny Boyle, el creador de éxitos como ¿Quién Quiere Ser Millonario?, Trainspotting y Exterminio, entre otras. Boyle aborda al Steve Jobs más personal y menos centrado en la tecnología que se pudo ver en otras producciones como la Jobs protagonizada por Ashton Kutcher en 2013 y se diferencia de la misma en el hecho de que no hace un repaso global a la vida del empresario sino que se focaliza en tres momentos clave de su carrera. Es así que el genial Michael Fassbender se pone en la piel del Jobs que está a punto de salir a un escenario a presentar tres de los productos más emblemáticos de Apple: la Macintosh que se lanzó en De Anza Community College (California) en 1984, así como la fundación de NeXT computers en 1988 en la San Francisco Opera House, y en 1998 con la aparición de la primera iMac en 1998 ocurrida en el Davies Symphony Hall de la misma ciudad. En los tres casos, la acción se presenta al estilo de una obra teatral, con diálogos que ocurren entre Jobs, su eterna agente de presan Johanna Hoffman (la talentosa Kate Winslet), su ex pareja y madre de su primera hija Crisann (Katherine Waterson), sus socios Andy Hertzfeld (Michael Stuhlbarg) y Steve Wozniak (Seth Rogen), John Scully (Jeff Daniels), el CEO de Apple que él mismo contrató y luego lo despidió; y por sobre todos ellos la pequeña Lisa (Makenzie Moss, Ripley Sobo y Perla Haney-Jardine), en un principio no reconocida por su padre. Así, el filme no incurre en un gran despliegue escenográfico y concentra su artillería en una interminable catarata de datos sobre la vida de Jobs con los que el espectador además debe armar una suerte de rompecabezas ya que el director juega continuamente con "flashbacks". De esta manera, Steve Jobs se convierte en un muestrario de excelente actuaciones –los intérpretes competirán en varias categorías en los Golden Globes y ya se habla de varias nominaciones al Oscar- pero el filme es algo (bastante) hermético y quizá no llame la atención del gran público debido, precisamente, a que está dirigido específicamente a los conocedores de la carrera del diseñador del iPhone. Para ellos, es recomendable.
El director de la orquesta La película "Steve Jobs" del afamado director inglés Danny Boyle ("Slumdog Millionaire", "Trainspotting") y el excelso guionista Aaron Sorkin ("Social Network", "The West Wing") es un excelente trabajo que fue menospreciado por las audiencias mundiales, no por ser malo, sino seguramente por una deficiente promoción y falta de interés en la temática central, un pedacito de la historia de vida de Steve Jobs. Recordemos que anteriormente ya se había estrenado una película bastante más inferior acerca de la vida del genio de Apple protagonizada por Ashton Kutcher, que no era mala, pero sí muy inferior a esta obra de Boyle. Acá la trama se centra un período más corto de la vida del magnate, desde que da sus primeros pasos a la inmortalidad presentando la Macintosh, pasando por su período de exilio de Apple en el cual presentó Next, hasta su consagración total con la iMac. Durante todo el film la historia es abordada desde los momentos previos a estas grandes presentaciones, en los que se pueden disfrutar de diálogos de otra galaxia construidos de manera magistral por Sorkin. Esta dinámica también permite al espectador conocer más acerca de las relaciones interpersonales que llevaba con las personas más cercanas que tuvo en su vida, como su amiga y jefa de marketing de Apple, Joanna Hoffman, interpretada de manera excepcional por Kate Winslet, o su complicada relación con su socio y amigo Steve Wozniak, también muy bien llevado por el actor Seth Rogen. Por otro lado, la parte más humana la saca a relucir el personaje de su hija, Lisa Brennan, a quien negó como descendiente durante muchos años. En realidad todo el cast hace un trabajo magnífico, destacándose por supuesto el del mismo Michael Fassbender en la piel del Jobs, demostrando que no hace falta imitar para traer a la vida a una personalidad tan mítica como la de Steve Jobs. Sin el parecido físico o los gestos más característicos de su persona, Fassbender de todas maneras logra resucitar a este icono moderno y nos regala momentos maravillosos de humanidad, mostrándonos los ángeles y demonios que regían la vida del personaje. El magnate de Apple era una persona muy compleja, despreciable e increíblemente carismática a la vez, capaz del desamor más desgarrador y también del amor más puro, podía ser el más apasionado o el menos. Nos muestra todas las facetas de un ser humano que revolucionó el mundo, nos guste o no. La banda sonora es muy buena, ayudando a crear la atmósfera de momentos intensos y que emocionan como la secuencia final de Jobs con su hija Lisa. Por su lado, los planos y los lugares que selecciona Boyle para filmar son absolutamente acertados, manteniéndose lejos del temido cliché. En esta película baja un par de cambios con respecto al tipo de filmación frenética que suele llevar a cabo, pero le imprime el ritmo y la intensidad necesaria cuando así lo requiere el guión pensado por Sorkin. En mi opinión estamos ante uno de los mejores estrenos del año que lamentablemente va a pasar sin mucha pena ni gloria por las salas de cine del mundo. Ojalá con el tiempo se puede valorar más lo que hizo este tridente de talentos formado por Boyle, Sorkin y Fassbender.
El hombre que creía ser Dios El opus del multipremiado director inglés Danny Boyle (Trainspotting, Slumdog Millionaire, entre otras), cuyo guión está a cargo del célebre Aaron Sorkin (guionista de The Social Network, 2010) ofrece un relato que crece a fuerza de diálogos filosos que no dan respiro. Esta tercera obra acerca de la vida de Steve Jobs (en 2013 se estrenó aquí Jobs, protagonizada por Ashton Kutcher, y el año pasado el documental Steve Jobs: The Man in the Machine), co- fundador y CEO de Apple, se basa en la biografía autorizada de Walter Isaacson y cuenta con un elenco estelar notable, tanto en los roles protagónicos como en el reparto. Steve Jobs retrata los momentos previos al lanzamiento de tres productos tras bambalinas: el de Macintosh en 1984, NeXTcube en 1988 y finalmente la presentación del iMac en 1998. Kate Winslet le da vida a Joanna Hoffman, la histórica ejecutiva de marketing de Apple y NeXT y mano derecha de Jobs. Es la única allegada a Jobs que no es destinataria de sus destratos. La relación de Jobs con Lisa (su hija no reconocida) y Chrisann (la madre de la niña) se encuentra en el centro del relato, y le otorga gran fuerza dramática a la progresión de la historia. John Sculley (encarnado por un gran Jeff Daniels), CEO de Apple, es el hombre que echó a Jobs de la compañía, y con quien este entabló un profundo vínculo de amistad, por momentos paterno filial. Andy Hertzfeld (Michael Stuhlbarg), diseñador de software de Apple, si bien no aparece mucho en pantalla, mantiene un diálogo conmovedor con Jobs que lo enaltece, y brega por el bienestar de Lisa y el acercamiento de Jobs a su hija, así como el cumplimiento de sus deberes paternos. La historia retratada incluye de modo fragmentado a Steve Wozniak, co-fundador de Apple (interpretado por el actor cómico Seth Rogen, que se prueba con éxito en un rol dramático) señalado como el responsable técnico de las innovaciones de la carrera de Jobs. Si bien la mayoría de las escenas de los tres actos transcurren en un mismo espacio (el auditorio), los diálogos agudos de Sorkin no dan respiro, y el interés del espectador nunca decae. Por otro parte la labor del actor alemán, Michael Fassbender, le ha valido la nominación a los Globos de Oro 2016 como mejor actor en drama, y Kate Winslet también fue nominada a los Globo de Oro 2016 como mejor actriz de reparto en drama. La tríada Sorkin/ Boyle/ Fassbender desnuda a un Jobs despótico, megalómano e impiadoso, que sin embargo se conmueve ante el afecto de algunos- pocos, por cierto- allegados y seres queridos. El film es sumamente recomendable para quienes deseen introducirse en la obra de Jobs y conocer al hombre detrás del genio de la informática, con tantas luces como sombras, interpretado por un Fassbender que gracias a una labor plagada de sutilezas y sensibilidad marcará un hito en su carrera.