Step Up 4: La revolución

Crítica de María Inés Di Cicco - La Nueva Provincia

Baile caliente para la nueva generación

Desde que el cine es tal tuvo en la danza y la música el segmento que le permitió registrar para la posteridad el ritmo de su tiempo. ¿Acaso Ginger Rogers y Fred Astaire no marcaron pasos de tap y figuras de salón que los jóvenes de su época admiraban?
Generación tras generación hubo cintas icónicas: los chicos de los '70 bailaron con Fiebre de sábado por la noche y con Grease a principios de los '80. En los '90 fue Baile caliente.
De la década pasada a la que transitamos, la propuesta, mucho más segmentada, se dividió entre los High School de Disney para la franja infantil --con las primeras entregas en películas para televisión y un cierre en pantalla grande--; y Step Up para los mayores de 13 según la calificación oficial.
La primera vio luz en 2006, con protagónico de un apenas conocido Channing Tatum y se situó en Baltimore. A la secuela de 2008, titulada Step Up 2: The streets, le sucedió la de 2010, Step Up 3D , ya aprovechando los beneficios de la nueva tecnología.
Step Up 4: Revolución sigue con la tradición del melodrama romántico, consecuencia de la historia y justificación cinematográfica del baile caliente que, en esta oportunidad, se sitúa en la aún más hot ciudad de Miami.
Arena, sol, mar azul y cuerpos bronceados son centro y entorno en el cuento de amor entre Natalie y Luke, la chica rica y el muchacho pobre.
Ella desea convertirse en bailarina de una reconocida compañía de danza contemporánea, una vocación que su padre --propietario de la importante constructora Anderson-- no apoya.
Él, mientras tanto, subsiste como camarero mientras vive para "La Mafia", un grupo de bailarines de hip-hop que asalta los espacios públicos con megaproducciones coreográficas que luego sube a Youtube, a la espera de que millones de visitas le abran la puerta a un concurso y a la "salvadora" fama.
Habitantes de la ribera, estos chicos se ven compelidos a comprometerse cuando Anderson amenaza con convertir ese barrio popular en el epicentro de un moderno proyecto constructivo.
Entre tanto, baile y más baile, con coreografías, música y puestas en escena tan espectaculares como costosas. Preguntarse cómo estos chicos de bajos recursos, que danzan al compás de un ritmo de protesta, logran reunir los fondos para realizarlas es tan cliché como la magia con que todo se resuelve.
Sucede que la película no está hecha para otra cosa que reiterar, como si se tratara de un sticker, el ideal "lucha por tus sueños", al compás de la danza urbana de estos días.
Así sucedió, así seguirá sucediendo desde que el cine es cine, y desde que busca entretener a los jóvenes con el lenguaje musical y corporal de su tiempo.