Starlet

Crítica de Leandro Arteaga - Rosario 12

La encantadora sencillez de Starlet

El contrapunto de edad desde el cual Starlet se construye deja entrever un espacio justo como para que sus intérpretes acepten el desafío. Una joven actriz (porno) y una anciana solitaria en Los Angeles. La mediación, la relación, se concreta a partir de un termo que la primera compra a la segunda. Y la sorpresa tiene que ver con el dinero que allí estaba escondido. Una especie de MacGuffin del cual el realizador Sean Baker se vale para ahondar en esta (im)probable amistad. Cuando el acercamiento se produce, cuando las sospechas comienzan a desaparecer, el encantamiento de estar filmando algo cierto asoma de modo fulgurante en Starlet. Por eso, las caracterizaciones de Dree Hemingway y Besedka Johnson son fundamentales. Hay una simpatía -de actriz a actriz- que se comunica. Jane (Hemingway) es toda frescura, de sensualidad despreocupada, con piernas tan largas como su delgadez. El afecto por Sadie (Johnson) aparece de modo imprevisto, como si se tratara de una señal implícita en el dinero encontrado.

En este sentido, el guión de Starlet tiene una construcción muy precisa. El dinero, se sabe, es móvil siempre eficaz, y será éste quien ronde, desde la preocupación, entre todos los personajes. Si Jane es en algún momento oportunista, será luego considerada (o algo así), mientras el rol que le cabe a Mellisa (Stella Maeve), su compañera de cuarto, es el más difícil de agradar, a quien más rápido habrá de atribuírsele determinadas responsabilidades.

Tales cuestiones la película las plantea desde espacios en blanco que tardan en completarse. Son suspensiones en la acción, que escriben interrogantes que en algún momento se resuelven. Mientras tanto, la sospecha oficia activamente en los espectadores. Porque cuando se trata de dinero, nadie es ajeno.

Ahora bien, el cine de Baker apunta a lo que sucede de manera más profunda, con una sencillez que tiene momentos bellos. Si las miradas pícaras, de hablar arrastrado, de Jane, desprenden seducción rápida -como la promesa que también es para el cine porno, las réplicas de Sadie no son menos atractivas. La caracterización de Besedka Johnson -descubierta por el cineasta, fallecida hace unos meses- es maravillosa, capaz como es de depositar su mirada allí donde nadie pueda observar sus ojos, mientras espacia las frases y finalmente profiere algún grito de hastío. Eso sí, cuando murmura apenas un "mmmm...", la sonrisa se le escapa de las comisuras de los labios.