Star Trek: sin límites

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

Sigue siendo un misterio por qué se retrasa tanto el estreno de cada una de las aventuras de la Enterprise en nuestro país (casi dos meses después que los Estados Unidos), cuando estamos en presencia de películas que cumplen ampliamente con sus propósitos de entretener a base de acción, humor y mucha ciencia ficción de la buena.

“Star Trek Sin Límites” (Star Trek Beyond, 2016) es la tercera instancia de esta franquicia tras el reboot que sufrió en el año 2009. J.J. Abrams se corrió de la silla del director para mudarse al otro lado de la vereda, pero permanece como productor y deja en las buenas manos de Justin Lin (“Rápido y Furioso”) al capitán Kirk y compañía.

Lin delinea una historia plagada de acción que no da respiro y nos presenta una aventura espacial con todas las letras llena de navecitas, criaturas del espacio, personajes buenos y malos y una banda sonora más que épica (acá no podemos dar detalles porque es spoiler, pero les adelantamos que van a salir del cine tarareando un clásico de los noventa).

Se nota la intervención de Simong Pegg en un guión cargado de chistes y momentos hilarantes que no desentonan, sino todo lo contrario, se acomodan a la perfección a la personalidad de cada uno de estos personajes que ya conocemos, y algunas grandes incorporaciones.

La Enterprise está a mitad de camino de su viaje de cinco años por los confines de la galaxia, llevando la diplomacia y un mensaje de unidad a diferentes planetas y sus belicosas razas que no siempre conocen el significado de la palabra paz. Tanto tiempo alejados de la Tierra y sus seres queridos, empieza a hacer mella en la tripulación, pero esto no desanima a los tripulantes que hacen su mejor esfuerzo para seguir su misión exploratoria.

Una parada rápita en la estación espacial Yorktown (en realidad se trata de una mini ciudad en el espacio donde se reúnen millones de habitantes de toda la galaxia) les da la posibilidad de relajarse, pero pronto llega la alerta de una nave en peligro, y el capitán James T. Kirk (Chris Pine) no va a desaprovechar la oportunidad de demostrar su valía. La misión de rescate pronto se convierte en una emboscada y un caos absoluto que dispersa a los tripulantes a través de las tierras de Altamid, un planeta que se encuentra más allá de una nébula. Nada es azaroso, detrás de todo se encuentra Krall (Idris Elba), una criatura con planes muy específicos para la humanidad, que no se anda con muchas vueltas.

Tenemos un villano megalómano dispuesto a destruir medio universo y a la tripulación de la Enterprise tratando de buscar la forma de escapar de sus garras y, obviamente salvar a todos. Así “Star Trek Sin Límites” se convierte en una gran aventura repleta de acción que nos mantiene durante dos horas al borde de la butaca.

Hay humor, buena música, grandes personajes –la incorporación de Sofia Boutella como Jaylah, una sobreviviente de armas tomar, se recibe con los brazos abiertos-, muchos efectos especiales y una vibra de “Guardianes de la Galaxia” que ayuda a captar a un público más amplio que sólo a los fans de la franquicia.

A diferencia de las entregas anteriores, Lin no abusa de la relación (y el contraste) entre Kirk y Spock, pero sus diferencias, y la forma que se complementan, siguen siendo el alma de esta historia. Todos los personajes tienen sus momentos para lucirse, este es un trabajo de equipo, delante y detrás de las cámaras. Acá no hay planteos filosóficos (aunque sí algunas buenas reflexiones), todo es aventura al palo sumamente disfrutable, donde no faltan los guiños simpáticos y los momentos de nostalgia. No podemos evitar ver la película y sentir tristeza por la partida de Anton Yelchin. Tanto él como Leonard Nimoy reciben su merecido homenaje, pero el mejor que les pudieron dar los responsables de “Star Trek Sin Límites” es dejar que se despidieran de sus alter egos fantásticos con una gran aventura cinematográfica.