Star Trek: sin límites

Crítica de Diego Paz - La cuarta pared

Luego de todo el culebrón desatado al comienzo de la pre-producción, con J.J. Abrams (director de las dos anteriores), cambiándose la casaca y yendo a dirigir Star Wars; el productor y co-guionista Roberto Orci haciendo lobby para sentarse en la silla de director (y lográndolo), para unos meses más tarde alejarse debido a "diferencias creativas"; y Paramount Pictures incorporando a Justin Lin (responsable de las Rápido y Furioso 3, 4, 5 y 6) como director y ascendiendo a Simon Pegg como guionista, un sudor frío recorrió la espalda de muchos fans. No por la participación de Pegg, claro está: el británico no sólo interpretó a Scotty en las dos primeras entregas del reboot, sino que escribió varias de sus comedias y es considerado uno de esos "actores nerds" que tan bien nos caen. La inquietud venía por el lado de Lin. ¿Realmente era el indicado para completar la trilogía?

Afortunadamente, no hay nada que temer: Star Trek Beyond ("Sin Límites" para Latinoamérica) es una excelente adición a esta nueva saga.

Para comenzar, debo confesar algo que -creo, en el fondo- va a darle algo más de legitimidad a esta reseña: soy fan a muerte de Star Wars. Durante toda mi infancia (los '80) y mi adolescencia (los '90) ví a la saga creada por Gene Roddenberry como algo... denso, aburrido. Sentía que era necesario ver toda una serie de quichicientos episodios filmada en los '60, más otra decena de films y series televisivas, para comprender bien la franquicia. ¿Por el lado de Star Wars? Pfft, con tres películas estabas hecho y feliz de la vida. Por supuesto, esta sensación mía estaba fuertemente influenciada por "la grieta" sci-fi: si eras fan de SW, no podías ser fan de ST (y viceversa). River vs. Boca, The Beatles vs. Rolling Stones, Chevrolet vs. Ford, Star Wars vs. Star Trek: cuando uno es más pendejo e ingenuo, ve el mundo en absolutos, en blancos y negros; recién cuando empezás a madurar te das cuenta que en realidad hay una enorme variedad de grises en el medio. Esto sin mencionar que la irregular (y por momentos bastannnte floja) trilogía de precuelas de George Lucas me hizo pensar "OK, esto tampoco es un oasis...".

Cuando J.J. Abrams, una de esas celebridades nerds que mencionaba antes, rebooteó Star Trek en el 2009, tuvo un éxito arrollador. Esto se debió en parte al pedigrí de Abrams (a esa altura ya estaba consagrado), aunque la clave, para muchos de nosotros, fue que starwarizó las aventuras del Capitán Kirk y Spock: la historia se sentía revitalizada, más divertida, con más acción y, principalmente, más accesible para aquel que jamás siguió la franquicia.

Sin Límites comienza cuando el USS Enterprise lleva casi tres años (en su misión de cinco) en el espacio. Esto nos permite ver a una tripulación más unida, más compinche, con todo el abanico de relaciones interpersonales que se pueden gestar en una tripulación transcurrido un tiempo. Además, finalmente vemos al Enterprise interactuar con diversas razas alienígenas, de toda forma y tamaño, en misiones diplomáticas (bah, eso intentan ser).

Uno de los temas que viene tratando esta nueva saga es el de legado, la herencia, cómo honrar en vida a aquél que nos inspiró. Esto se ve claramente en el papel del joven capitán James T. Kirk (Chris Pine), a quien todavía lo abruma la sombra de su honrado padre; más ahora, que James está por cumplir la edad que tenía su viejo cuando falleció. Pero también tenemos a Spock (Zachary Quinto), con la figura del Embajador Spock (el recordado Leonard Nimoy). Ambos están por tomar una decisión que cambiará el destino de la nave (uno escapando de su rol, el otro aceptándolo), cuando son convocados a una misión de rescate en una nebulosa, debiendo postergar dicha decisión para más adelante.

Por supuesto, esta misión no es más que una trampa perpetrada por Krall (Idris Elba), el villano de turno. Con su flota de naves como enjambre (más de una vez son definidas como "abejas"), Krall despedaza al Enterprise, obligando a la tripulación a separarse y huir en distintas cápsulas de escape. Varados de a pares en un planeta desconocido, los "equipos" de Kirk & Chelkov, Spock & Bones, y Scotty & Jaylah (una alienígena también varada en la superficie), irán reuniendo distintos puchitos de información sobre el verdadero motivo del ataque de Krall y su identidad, para luego reunirse y planear el rescate de toda la tripulación capturada.

Justin Lin es claramente un director de acción, y eso se nota en el trepidante ritmo que tiene la película. Una vez que el Enterprise es destrozado en pleno espacio (en una secuencia espectacular, con las "naves abeja" cortándola en pedazos y atrapando en pleno vuelo a las cápsulas que intentan huir), la cinta toma una interesante dinámica, casi de aventura, que explota la química entre los miembros de la tripulación, en especial la dupla conformada por Spock y Bones, quienes se roban las carcajadas de toda la sala en un par de escenas.

Visualmente, es difícil que una producción de tal magnitud nos defraude. Y Star Trek no es la excepción. Más allá de la secuencia donde destruyen el Enterprise, Lin sabe desplegar el abanico visual que ofrece una megalópolis futurista como Yorktown, donde mejor se percibe el efecto 3D. Ambas secuencias que se desarrollan en el puerto espacial (una en el primer acto y la otra en el clímax) son deslumbrantes.

Desde el diseño de personajes, tenemos de todo un poco. Por un lado, algunos son novedosos y muy bien realizados (como la que tiene esa "mandíbula" en la parte posterior de la cabeza), mientras que otros son los clásicos "alienígenas de cara grande" de Star Trek. Esto se mantiene incluso en las dos principales adiciones al elenco: el diseño de Jaylah (con su rostro blanco tiza y esas líneas negras verticales) es simplista pero terriblemente efectivo, mientras que el rostro de Krall es más... meh.

Ya que menciono a Krall, aprovecho para decir que lo único que realmente no cierra en esta entrega es, nuevamente, el villano (¿qué pasa con los villanos últimamente, Hollywood?). Durante 3/4 de la duración del film, Krall es uno más del montón, ooootro alienígena que se quiere vengar de la Federación porque sí, porque le hicieron algo malo en algún momento y ahora les cabió. Lo peor de esto es que un actor de la categoría de Idris Elba está totalmente desperdiciado bajo todo ese látex en el rostro que apenas le permite gesticular, sin destacarse ni justificar su presencia en el elenco; es casi lo mismo que actúe él o Darío Lopilato. De hecho, lo único que permite reconocer al morocho es su voz, cuando en realidad debería ser su interpretación. Actúa mucho más (y mejor) en El Libro de la Selva que acá; y eso que en la otra es un tigre completamente animado por computadora. Afortunadamente, y por motivos que no voy a develar porque serían un spoiler, sobre el clímax, el guión redime un poco a Elba y nos permite verlo como queremos: actuando y chapeando.

Lo que más destaco de Star Trek: Sin Límites, además de la relación entre los principales miembros de la tripulación, es que sabe dónde y cuándo meter un chiste para que la audiencia recuerde que, más allá de todo fanatismo, esto es una película para que uno se siente y disfrute y se divierta. Quizás acá es donde se puede intuir con mayor claridad el aporte de Pegg al libreto. El otro punto elogiable es que, a diferencia de la gran mayoría de los reboots, Star Trek rinde homenaje a la serie televisiva y a su elenco de una manera sutil pero muy emotiva (creo que más de un trekkie se habrá aguantado una lagrimita en esa escena); en la primera producción de la franquicia posterior al fallecimiento del enorme Leonard Nimoy, la película lo recuerda y saluda como debe ser, y luego simplemente se retira y sigue con lo suyo, sin extenderse ni abundar en sentimentalismo barato.

Ah, y aunque la manera en que Kirk y el resto logran revertir el plan de Krall es, en definitiva, lo más cliché del género de ciencia-ficción (¡estos alienígenas no aprenden más!), es absolutamente imposible no mover la cabeza al compás de la banda sonora (quienes vieron todos los avances y son avispados, se darán cuenta de qué hablo).

VEREDICTO: 8.5 - ENTRETENIMIENTO SIN LÍMITES

Simon Pegg y Justin Lin disipan cualquier inquietud: Star Trek: Sin Límites es tan buena (o mejor) que las dos anteriores. Con un muy buen ritmo, una dinámica interesante y una excelente química entre los miembros de la tripulación (sumado a las dosis justas de humor y nostalgia hacia la serie original), esta tercera entrega sigue demostrando cómo debe hacerse un reboot. Un correctísimo homenaje en el 50º aniversario de la franquicia.