Stand Up Villero

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Un documental (con algún pasaje de ficción) sobre la vida y la obra de tres standuperos surgidos de los barrios populares y que retratan precisamente las experiencias y conflictos de esas zonas marginalizadas.

¿Existe lugar para el humor ácido, negro y subversivo en un país con la vara de sensibilidad tan alta como la Argentina? ¿Cuál es el límite entre la trasgresión y la agresión? ¿Desde dónde se paran, a quiénes les hablan quienes intentan hacer reír al prójimo? Es muy probable que estas y otras preguntas hayan pasado por la cabeza de Damián Quilici, Sebastián Ruiz Tagle y Germán Matías a la hora de escribir los monólogos de sus shows de stand up, esa moda que consiste en, básicamente, someterse al escarnio público revelando las peores miserias personales a través del humor. 

La particularidad es que los tres nacieron, se criaron y viven en villas del conurbano bonaerense: la materia prima humorística de estos hombres que durante el día trabajan (en negro) en fábricas o haciendo muebles no son las citas que salen mal ni ninguno de esos “white people problems”. Aquí hablan -y se ríen- de las drogas, los planes sociales, la marginalidad y la precarización laboral, entre otros temas que harán respingar la nariz de los espíritus sensibles (hay un chiste sobre el aborto que es, por lejos, lo más incendiario que se haya escuchado en mucho tiempo).

El documental de Jorge Croce propone un recorrido por las villas para mostrar el día a día de los protagonistas. Sus testimonios y los de sus familiares son una notable manera de desmontar gran parte de los prejuicios “clasemedieros” sobre la vida del otro lado de la General Paz. Pero no solo eso. Como buena parte de los shows de stand up de Netflix, se trata de una película sobre comediantes que entre risas trafican reflexiones acerca de las maneras de hacer comedia desde una perspectiva distinta a la mayoritaria. 

“El humor agresivo rompe, el humor trasgresor quiebra”, dice la reconocida standupera Nancy Gay. Y vaya si estos hombres –orgullosamente autodenominados “negros”- trasgreden. Porque lo suyo no es tanto la condescendencia sino la provocación y la incorrección, dos virtudes que suelen brillar por su ausencia en la comedia argentina contemporánea.