Spy, una espía despistada

Crítica de María Gabriela Losino - Cine y más...

Por tercera vez, el director Paul Feig vuelve a formar equipo con Melissa McCarthy (“Damas en Guerra” y la no tan divertida “Chicas Armadas y Peligrosas”), y por segunda con la australiana Rose Byrne, quien también había participado del éxito del año 2011 junto a Kristen Wiig, Maya Rudolph, Wendi McLendon-Covey y Ellie Kemper.

En esta ocasión se trata de una desopilante comedia de espionaje (con una estética y musicalización muy a lo James Bond, aunque no es 100 % una parodia) en la que la nueva reina de la comedia -la ácida, zarpada y física- encarna a Susan Cooper, una modesta y aburrida analista de la C.I.A. que está confinada a su escritorio (ubicado en una oficina debajo de un sótano de Langley infestado por ratas) para guiar a los espías más sobresalientes en las misiones más peligrosas de la agencia.

Uno de ellos es Bradley Fine (Jude Law), la versión americana de 007 de la que la protagonista está un poquito enamorada. Todo está a punto de cambiar para ella (o sea, entrar finalmente a la acción en el campo) cuando algo sucede con él en el contexto de una misión para acabar con un traficante de armas búlgaro (Raad Rawi), cuya hija, llamada Rayna Boyanov (papel a cargo de Rose Byrne) no sólo sabe las identidades de todos los agentes comprometidos sino también la ubicación de una bomba nuclear que está a punto de ser vendida al mejor postor.

Aunque no esté “preparada”, si hay alguien que puede pasar desapercibida (o al menos eso es lo que intenta durante todo el film) es ella; así que se ofrece como voluntaria para infiltrarse de lleno en el mundo del tráfico de armas y así evitar un desastre mundial.

Bajo las identidades secretas más patéticas que le puedan asignar, su misión transcurre en ciudades europeas como París, Roma y Budapest, donde se suceden las situaciones más alocadas y extremadamente divertidas de las que también forma parte otro agente, el creído y exagerado Rick Ford, interpretado por Jason Statham. Un papel distinto al héroe de acción al que estamos acostumbrados a ver, ya que también se expone al ridículo, pero de una manera que aporta a la historia.

Tras la inesperadamente aburrida “Chicas Armadas y Peligrosas”, definitivamente la dupla Feig-McCarthy (en este caso con licencia para matar de risa) logra repuntar con esta divertida propuesta que cuenta con un guión que marca un muy buen timing (por suerte no abusa del grotesco y del humor escatológico) gracias al cual se luce la actriz que rompe con los estereotipos y que día a día es más reconocida dentro de la industria de Hollywood.

Atención para los que no se quedan a ver los créditos finales. Entre medio, hay una escena extra que no tiene desperdicio.