Spring Breakers: viviendo al límite

Crítica de Matías Lértora - Cines Argentinos

Para hablar de Spring Breakers: viviendo al límite primero hay que hacer una aclaración fundamental: en esta película no hay grises, o la amas o la odias.
Si se disfruta de lo absurdo, de lo exagerado y del sin sentido que puede brindar el cine esta es una gran oportunidad para pasarla genial y reír a carcajadas. Caso contrario, si se busca solemnidad o un enfoque “realista” lo más seguro es que el espectador abandone la sala insultando por lo bajo (o lo alto) y luego haga lo propio en las redes sociales.
Lo que parece ser a simple vista una película adolescente basada en los excesos y en mostrar chicas semi-desnudas al estilo American Pie, esconde mucho más.
Primero hay que señalar la mente detrás de este estreno: el realizador Harmony Korine quien en 1995 guionó la genial Kids y en 1997 dirigió Gummo, una película bastante peculiar que también dividió las aguas.
En esta oportunidad le da vida a una cinta que pretende poner en ridículo la decadencia de la juventud norteamericana y lo hace en clave totalmente humorística dentro del marco de lo que parece ser un videoclip de larga duración o varios pegados uno detrás de otro.
Korine toma todos los elementos zafados de las “teen movies” y los multiplica y de repente los enmarca dentro de una suerte de policial de bajo presupuesto donde situaciones de las más bizarras ocurren, tal como las protagonistas en traje de baño y con capucha rosa tiroteándose en una mansión con druglords.
Un gran acierto del film fue el casting, el cuarteto juvenil protagónico está excelente en todo sentido. Y el haber reclutado dos ex chicas Disney famosas por sus excesos en la vida real para los protagónicos no solo sirvió para el marketing sino también para satisfacer fantasías del público hacia el cual está apuntado este film.
Los jóvenes que crecieron viendo y escuchando a Selena Gómez y Vanessa Hudgens delirarán al verlas así.
Ashley Benson y Rachel Korine (esposa del director) no solo igualan en sensualidad a las otras dos sino que también componen dos grandes papeles.
Y si hablamos de sensualidad (y sexualidad) digamos que los cuerpos de las chicas, lucidos en traje de baño o ropa interior en un noventa por ciento de la película, logran levantar al máximo la temperatura de la platea masculina gracias a los planos cortos del director y secuencias sacadas de fantasías eróticas universales.
Párrafo aparte merece James Franco quien en su personaje llamado Alien, exacerbado dealer mafioso de poca monta, no solo sorprende sino que genera absoluta empatía porque es a través de él donde se viven las mejores situaciones.
Una secuencia absolutamente delirante y genial es cuando todos los personajes cantan al unísono un hit de Britney Spears, a quién definen como una especie de filósofa contemporánea, para luego fusionar sus voces con la de la mismísima estrella pop mientras en pantalla se ve una balacera. Algo tan bizarro como maravilloso y que va a ser atesorado por quien sepa entenderlo y valorarlo.
Por todo esto y más Spring Breakers es una gran comedia. ¿Absurda? Si. ¿Bizarra? También. ¿Mala? Ni de casualidad. Como lo dijimos en un principio, esta es una película para algunos y estará en los gustos y personalidad de cada uno en captar la onda del film o no.
Si se busca contenido social o denuncia hay que mirar para otro lado. El director ya lo hizo en su momento con Kids, y aquí se parodia a sí mismo y a una generación.
Spring Breakers es descontrol cinematográfico absoluto y del bueno.