Spiderman: a través del spiderverso

Crítica de Leandro Porcelli - Cinéfilo Serial

La primera entrega en la saga de «Spider-Verse» pisó fuerte tanto en taquilla como crítica para marcar un antes y un después en la animación estadounidense. Mezclando el sentimentalismo bombástico tan hollywoodense con un aventuramiento visual más cercano a los esfuerzos de animación independiente o europea, asimismo que generó un contraste bastante marcado con el promedio de la animación asiática.

Ese tipo de legado puede llenar de peso y expectativas a una segunda parte, pero más aún cuando esta tiene el objetivo claro de hacer una trilogía. Lo que comenzó como una secuela rápidamente decidió dividirse en dos nuevos filmes para luego abandonar incluso esa aclaración en sus títulos, algo que afortunadamente rescató el doblaje latinoamericano. Es importante arrancar la película teniendo bien claro que se trata meramente de la primera parte de un todo, aunque luego quede en las manos de sus creativos encargarse que la experiencia sea algo con una entidad propia completa. Problemática usual en estos tiempos de «Dunes» y «Fast Xs».

Lamentablemente, el legado de grandes segundas partes con un final tan satisfactorio como emocionante con vistas a una conclusión de trilogía no ha encontrado un heredero especialmente digno en esta segunda «Spiderverse». Sin entrar en spoilers la película, relega demasiado eso que ha hecho tan grandes a pelis «del medio» como «Empire» de Star Wars, «Dark Knight» de Nolan o incluso «Spider-Man 2» de Sam Raimi. Algo esencial que las hace perdurar en la memoria es que siembran las ganas de reservar tu entrada para la conclusión de su trilogía sin perder de vista que se tratan de narrativas completas con temáticas y arcos propios en sí mismas. Muy poca de esa satisfacción totalmente propia se encuentra en «A Través del Spider-Verso», pero a cuenta gotas.

El regreso de los directores, guionistas y productores de la primera entrega significa que la evolución en escala del proyecto también trae consigo cierto refinamiento. La primera película por momentos se tropezaba con demasiadas cosas que mostrar e intentar, que no terminaban de todos modos por empañar la experiencia. Sin embargo, gracias a una duración insospechada en el terreno de la animación, las secuencias, planos y diálogos en esta nueva entrega tienen la chance de estirarse según la dirección y el guion crean apropiado. Como resultado de esas positivas anomalías de producción, sumado a la intención clara de enfocarse en temáticas mucho más puntuales que lo que permite usualmente el promedio de producciones animadas (con obligaciones a apuntar a todo tipo de audiencia en todo momento), «Spider-Verse 2» le suma a su predecesora no solo verse como casi nada hasta ahora sino incluso sentirse como muy pocas superproducciones animadas han logrado. Al menos las que distan de la cansada fórmula melodramática de «a ver cuánto puedo hacerte llorar».

Desde el vamos está claro el rol más prominente de Spider-Gwen, dueña de alguna de las mejores secuencias del filme. El tema es que para cuando los créditos comiencen será más que transparente que uno de los personajes más interesantes de la primera película terminó, incluso a la hora de entregarle algo más de protagonismo, relegada a una mera mecánica para simular lo más cercano a un arco narrativo. Incluso la conclusión del mismo es inmediatamente disminuida dentro de un bastante flojo cliffhanger que se siente más como un afterthought de último momento en lugar de una planeación a la altura de una de las producciones de animación más grandes de los últimos años.

Si suena a que estamos siendo innecesariamente duros con lo que termina siendo seguramente uno de los mejores ratos que uno va a poder tener en una sala de cine este año, quizás sea justamente eso. En la era post-streaming no suena tan necesario para la apreciación futura de una obra audiovisual que la misma se sostenga totalmente ajena al contexto de su franquicia, aunque también es cierto que probablemente esta sea una de las sagas de animación que más se ha ganado merecer un análisis algo más quisquilloso que el promedio. Como obra individual, comete pecados debido a sus casi imposibles ambiciones. Pero como producción audiovisual de entretenimiento, no hay dudas de que es una garantía que encontró la forma de superar expectativas.