Spider-Man: Un Nuevo Universo

Crítica de Rodolfo Weisskirch - Visión del cine

Se estrena Spider-Man: un nuevo universo, dirigida por Bob Persichetti, Peter Ramsey y Rodney Rothman, la más original, entretenida y compleja historia acerca del personaje creado por Stan Lee y Steve Ditko.
Luces y sombras. Pasaron 17 años desde que Spider-Man llegó al cine por primera vez. El éxito de la trilogía de Sam Raimi sentó las verdaderas bases para que Marvel construyera un imperio cinematográfico. Pero aquella trilogía que tenía a Tobey Maguire usando mallas azules era demasiado cursi. Su núcleo dramático era el conflicto romántico de su protagonista, de qué forma su doble personalidad afectaba a la chica que le gustaba y a su mejor amigo, que se interponía entre ambos.

Acaso más interesante y oscura fue la versión de Marc Webb, en la que el conflicto realmente era reconstruir la identidad del personaje, el pasado, la relación con sus padres. Más ligera, pero a la vez más profunda, podría haber sido la saga definitiva, pero la ambición de la secuela de meter demasiados enemigos, demasiadas subtramas perjudicó a nivel económico las pretensiones del director de 500 días con ella.

Por último, con De regreso a casa el nudo también es la relación padre-hijo, pero en este caso simbolizada en los deseos de Peter de formar parte de Los vengadores, buscando la aceptación y admiración de la figura paternal que representa Tony Stark. Este nuevo reboot, sin pretenderlo, es la obra más equilibrada, ligera y fresca de todas. Apelando a todas las fórmulas del universo Marvel, Jon Watts, además, construyó al mejor villano de la franquicia, gracias a la maravillosa interpretación de Michael Keaton.

Ahora bien, ya con Spider-Man incorporado al MCU, parecía imposible que veamos un nuevo reinicio de los orígenes del personaje, pero Phil Lord y Christopher Miller, los despedidos directores de Solo, le encontraron una original vuelta narrativa para que el niño araña vuelva a la pantalla grande con otro rostro.

Spider-Man: un nuevo universo no solamente propone una visión animada del personaje, sino también la más autoconciente lectura sobre el pasado audiovisual del mismo. Revisionismo puro. Spider-Man es un personaje de cómic pero también un héroe real y todo lo que sucedió a lo largo de las primeras cinco adaptaciones, realmente, pasó en la diégesis de la historia, pero con un cambio importante: un cambio en el punto de vista.

Miles Morales es un adolescente que acaba de entrar en un instituto privado de Brooklyn. Su padre es policía y su tío, un artista callejero. Miles -al igual que Peter Parker- es un genio en ciencias, pero él prefiere el arte y la educación pública. Un día es mordido por una superaraña y, de repente, recibe los mismos poderes de Spider-Man, lo que provoca que el joven afrolatinoamericano desee conocer al héroe, quizás, para convertirse en uno.

El film codirigido por Bob Persichetti, Peter Ramsey y Rodney Rothman tiene más de un giro narrativo, pero acaso el más interesante es el de traer desde diferentes dimensiones especímenes “raros” del mismo personaje: una versión cuarentona y resignada, otra salida de un film noir, un puerco araña (ninguna relación con el de Homero) parecido a como sería Porky dentro del traje de Parker, un animé (mezcla Sailor Moon con Mazinger) y una Spider-Woman llamada Gwen Stacy, que en este universo no sólo no muere, sino que sufre por la muerte de un amigo que falleció como el personaje de Emma Stone en la segunda película de Webb.

La película no apunta a la nostalgia, pero sí a la cinefilia e historia del personaje -el gag post créditos es realmente hermoso- y si bien todos los Spider-Man tienen microconflictos ninguno tiene la profundización que amerita. Y no por esto pasa ajeno el conflicto del villano, Kingpin, quien por fin aparece en pantalla gigante.

Demasiados poderes conllevan demasiada responsabilidades, y demasiadas subtramas también. Por suerte, el film, a pesar de todo, no pierde la brújula narrativa y los conflictos de Miles Morales, el nuevo niño araña, sobre la aceptación de su identidad y la reconciliación con sus dos figuras paternas, representadas por el padre-policía y el tío-marginal, son el núcleo del ingenioso guión de Lord y Rothman.

Más allá de la reinterpretación racial del personaje (también hay un Spider-Man rubio y blanco dando vueltas) la frescura de este film pasa por la estética y la banda sonora, acorde con el contexto temporal y espacial de la historia, más oscura y a la vez lisérgica, con una paleta de colores atractiva e incorporaciones de onomatopeyas que la vuelven una versión más pop que las convencionales versiones previas.

Ganadora de múltiples premios y favorita para llevarse el Oscar como mejor obra animada, el film cuenta con las voces originales de Nicolas Cage, Liev Schreiber, Jake Johnson, Hailee Steifeld, Mahersala Alí, Chris Pine y Lili Tomlin -notable tía May- entre otros, que le brindan calidez, humanidad y mucho humor a cada personaje. El guion no carece de gags, ni tampoco es solemne, pero tiene una equilibrada y necesaria cuota de emoción genuina, mucho más real que el de las películas con intérpretes. En ese sentido, la evolución de las técnicas de animación han avanzado notablemente. En medio de tantas propuestas que pretenden copiar al modelo Pixar/Disney, el diseño de este film resulta casi vanguardista (y hay que valorar que la mayoría de los animadores sea de origen latinoamericano, incluido el también director argentino Agustín Ross Beraldi).