Spider-Man: Sin camino a casa

Crítica de Diego Labra - Geeky Revista

La locura en torno a la última entrega cinematográfica de Spider-Man ha llegado a niveles insospechados ¿Puede acaso No Way Home estar a la altura del hype?
Durante los intensos meses de previa a su estreno, los debates en torno a Spider-Man: No Way Home han ido escalando al punto en que pareciese que no solo el destino del Universo Cinemático Marvel, sino que el de todo el cine pendiera sobre la cabeza de Kevin Feige, Jon Watts, Tom Holland y compañía. Como siempre, los hay apocalípticos, quienes ven en el fervor de los fans de las películas de superhéroes y el fracaso comercial de la oferta más artística un signo del fin del “cine”.

También los hay integrados, en este caso más que nada los dueños de las cadenas, que esperan que la potencia de la convocatoria del Hombre Araña finalmente devuelva la taquilla a alturas prepandémicas.

En los muchos debates que he tenido al respecto, hubo un comentario que me quedó rondando la cabeza: Spider-Man: No Way Home es la consagración del cine como evento deportivo. Hay algo de cierto ahí, como delata el terror insondable que aqueja a algunos fans con respecto a los spoilers (Y el estudio la sabe, haciéndonos firmar a quienes asistimos a la función de prensa un papel donde se promete no divulgar detalles claves de la trama hasta el 2022).

Si el contar una historia se reduce al resultado, como si de un partido de fútbol se tratase, entonces sí ciertamente algo se está perdiendo en el camino. Por otro lado, es difícil culpar a los estudios por ir por este lado: cuando se pueden ver películas en la pantalla que llevas en el bolsillo, la manera de atraer gente a las salas es justamente haciendo de los estrenos verdaderos eventos.

Spider-Man: No Way Home

En todo caso, los argumentos, de los más fatalistas a los más cegados por el fanatismo, se deben medir contra el film en sí.

¿Hay en este desarrollo de personajes, conflictos con peso emotivo, algún comentario inteligente sobre el mundo en que vivimos?, ¿cuenta este con una historia que se sostiene por sí mismo si se le saca la carnada de nostalgia, las referencias y los guiños a pasadas producciones sobre el superhéroe? Por buena parte del largometraje, debo decir que la respuesta es un rotundo sí.

Como los tráilers adelantaron, la acción comienza inmediatamente luego del final de Spider-Man: Lejos de casa, cuando en un último acto de villanía Mysterio (Jake Gyllenhaal) revela que debajo de la máscara se encuentra Peter Parker (Tom Holland). Arrojando así su vida y la de todos los que lo rodean en una espiral de caos y exposición mediática, e invitando a algunas escenas que parecen querer comentar acerca de la naturaleza de las fake news y la celebridad en el siglo XXI.

Spider-Man: No Way Home

Ahora, si bien como adelanta la campaña publicitaria, la solución a la que recurre Spider-Man es más bien mística e incluye un viajecito al 177 de la calle Bleecker, el nudo al corazón de la película funciona porque ancla la historia a conflictos bien humanos. Enfrentando a Peter Parker a las realidades de una vida superheróica que hasta ahora ha pasado más por viajes a las estrellas, pero que aquí, se estrella de nuevo en la Tierra ¿Se puede vivir una doble vida, incluso cuando la intención sea ayudar?, ¿cuánto paga Peter Parker por la existencia de Spider-Man?

El primer tercio de la película se mete de lleno a explorar estas preguntas, dándole pista al desarrollo no solo de Peter, sino también de Ned (Jacob Batalon), MJ (Zendaya) y hasta May (Marisa Tomei), que hasta ahora solo se había limitado a sonreír y suscitar comentarios inapropiados por parte de Tony Stark. Aquí reside la mayor fortaleza de No Way Home, el anclarse en problemas mundanos y recostarse en el buen elenco (siempre, pero siempre, el casting es la principal espada de las de Marvel). Incluso algunas de las “nuevas adiciones” al reparto, cuya aparición claramente busca tocar una fibra sensible, están integradas de manera orgánica y narrativamente sólida a este conflicto central.

Spider-Man: No Way Home

A pesar de lo que sugiere el marketing, esta es cabalmente una película de Spider-Man más que una del Universo Cinemático de la Casa de las Ideas. Sí, la acción y el humor son a los que nos tienen acostumbrados el estudio. Sí, hay guiños y los “huevos de pascua” a rolete. Pero debajo de todo esta es una historia sobre el Hombre Araña. En ese sentido, incluso diría que de todas sus apariciones en el MCU, esta es la que más se acerca a ese núcleo genial del personaje: este es un pibe como nosotros, una persona normal arrojada a circunstancias extraordinarias.

Que esto no se lea como una crítica de lo que vino antes, porque creo que Feige tomó la decisión correcta (Tener que ver al tío Ben morir de nuevo hubiese sido, como mínimo, tedioso). Pero después de un gran rodeo, aquí parece dejarse en claro que ha llegado la hora de volver a lo básico, al Peter con problemas como los míos y los tuyos. A un Peter preocupado por llegar a fin de mes, no por sacarle un guante cósmico a un extraterrestre violeta invencible.

Spider-Man: No Way Home

Lamentable, durante el tercer acto creo el acto de equilibrio tratabilla y la cosa se invierte. Las referencias dejan de servir a la historia y su planteo dramático, para terminar cobrando protagonismo absoluto, comiéndose un poco a la película. El límite entre el guiño inteligente y el fanservice más descarado es, a menudo, uno muy fino, y aquí a mi gusto se trasgredido en algún momento de los últimos cuarenta minutos, media hora de metraje.

Lo cual, por otro lado, no significa que todo lo que elogié de Spider-Man: No Way Home desaparezca por completo. Pero ciertamente creo que aquí dentro hay una película de dos horas de largo que es temáticamente más sólida y dramáticamente efectiva, sin depender de alusiones a otros films que no son este.

En definitiva, y teniendo en cuenta la demanda titánica puesta encima de esta producción por productores, cadenas de cines y, sobre todo, los fans, creo que Spider-Man: No Way Home es tan buena como podría llegar a ser, con un corazón sorprendentemente bien puesto y siempre un brillito en el ojo apuntado a los espectadores más devotos.