Spider-Man: Sin camino a casa

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

En lo formal Spider-Man: No Way Home no es una buena película. En realidad ninguna de las tres cintas que hicieron la dupla de Jon Watts y Tom Holland lo ha sido. Bastardearon la mitología de arañita, la llenaron de Deus Ex Machina y el héroe nunca pudo salir de la sombra de algún mega tutor (léase superhéroe con mas poderes y edad) del MCU. La trilogía de Sam Raimi podrá ser despareja (y ni que hablar de la duología trunca de Marc Webb) pero al menos tenían un principio, un desarrollo y un final y se centraban en el héroe, el cual resolvía todos sus problemas en soledad con coraje y sagacidad, no con una tonelada de aliados y tecnología. Si los filmes de Watts / Holland han funcionado han sido por el ritmo, la acción, el humor y el componente humano de Holland. Son como versiones millenials de aventuras de superhéroes, mas bobas y pasatistas que se quedan en el borde de ser algo mucho mas profundo e interesante.

Si a los filmes de Jon Watts los salva la enorme humanidad de Tom Holland, acá el pequeño inglés se lleva todas las palmas. La historia de Spider-Man: Sin Camino a Casa es mala porque está plagada de improbabilidades – como que un ser supremo y todopoderoso como Doctor Strange se meta en el berenjenal absolutamente irresponsable de borrarle la memoria a toda la humanidad para que la gente olvide de que Peter Parker es el Hombre Araña; de que el hechizo mal cocinado justo salve a cinco villanos segundos antes de morir en sus respectivas películas (¿por qué???); de que estos villanos (de distintos universos cinematográficos) coexistan de alguna manera; de que algunos de ellos vengan lookeados, mejorados y hasta mas educados como el Electro de Jamie Foxx; y de que Tom Holland insista en redimirlos / sanarlos antes de devolverlos a sus mundos, lo cual si bien demuestra la enorme compasión de arañita por el otro lado se lleva de patadas con la lógica (¿si vos descubriste como ser un Dios todopoderoso… renunciarías a todos tus poderes para ser bueno y llevar una vida normal?) -. El por qué – aún con todo ello – triunfa responde simplemente a una cuestión puramente emocional. Spider-Man: Sin Camino a Casa es un festival de fan service con cameos de todos tipos y colores que termina derrotando todos tus cuestionamientos a su sufrida lógica interna. Es la versión de Sony de Infinity War, plagada de dos millones de personajes con los cuales tenemos nuestro corazoncito. Es frecuente que uno se la pase gritando “Wow!” “No!!” “En serio???” y aplaudiendo de pie las ocurrencias del libreto. Y para estos duros tiempos que corren, quizás lo que precisa la gente es eso: emoción, recuerdos, admiración, dos horas y pico de pura pasión antes que una historia escrita con coherencia.

En general los filmes de Watts de la saga siguen mas o menos la misma lógica: primer acto lleno de fuegos artificiales y artistas invitados, segundo acto serio y sombrío con Spider en solitario y tercer acto tirando todo por la ventana y terminando en una nota altamente emocionante. El primer acto es lo esperado por los trailers, pero lo que sorprende es lo que sigue después. Strange y Spidey capturando villanos y viendo qué hacer con ellos, y los buenos sentimientos de arañita dominando todo – rebelándose contra el destino escrito, esto es, devolverlos a sus respectivas dimensiones para que perezcan como deben en sus luchas contra sus respectivas versiones de hombres araña -, lo cual va de ser un gesto increíblemente estúpido a un acto de enorme altruismo. En realidad todo el filme termina por poner al Hombre Araña de Holland en un plano de suprema nobleza que lo resalta como héroe como nunca antes. Incluso después de que Watts apañe otra rebuscada versión de un dogma infaltable de la mitología de Spidey y aparezca por primera vez – en esta etapa – el tan mentado “con un gran poder…”.

Spider-Man: Sin Camino a Casa es una película que te gana a pura emoción. La convivencia de los villanos en la “clínica” que Peter arma en el departamento de Happy Hogan es muy cómica y los actores se sacan chispas. Y hasta un terrible sobreactor como Willem Dafoe termina por redondear su Green Goblin, hacerlo demente y malvado y generando su mejor versión. Alfred Molina es un toque de distinción como siempre, Jamie Foxx roba risas, Holland brilla… y los cameos esperados te roban el corazón, siendo la cereza del postre de una increíble aventura construida exclusivamente sobre el fan service.

Si como filme Spider-Man: Sin Camino a Casa no es sólido como otras entregas del personaje – nada va a opacar esa obra maestra que es Spiderman 2 -, es un show a pura alegría, emoción y festejo, y creo que es la mejor manera de terminar este pútrido año 2021. Oh, si, da pie para una nueva trilogía, una que amenaza con ser mucho mas tradicional que los disparates pasados de rosca que Watts y su equipo de creativos nos ha reservado hasta ahora.