Spider-Man: lejos de casa

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

El nuevo capítulo del superhéroe adolescente dentro del MCU, "Spider-Man: Lejos de casa", de Jon Watts, apela nuevamente a la comedia para contar una historia impropia y plagada de baches.
2016: después de muchas negociaciones y amagues, finalmente se concretaba el desafío de incorporar a Spider-Man dentro de la ligas de los Avengers. Es que en el universo comiquero, Spidey es de las cabezas del grupo y era una ausencia importante en las películas. Para los fans fue una alegría esa aparición en "Capitán América: Civil War", más teniendo en cuenta que de este modo se cerraba la saga del arácnido interpretado por Andrew Garfield que no había contentado demasiado.
Lo que no se esperaba, es que, de este modo, Spider-Man comenzara a perder no sólo su autonomía, sino su protagonismo y personalidad, en las películas del grupo, y en las propias.
Para el año siguiente a esa aparición llegaba "Spider-Man: De regreso a casa", y no sólo se cambió mucho de los elementos clásicos del personaje; sino que, como mínimo, tenía que compartir protagonismo con Tony Stark. La película establecía un vínculo paterno entre ambos, el hombre araña se apoyaba por todo en Tony, y estéticamente estaba más cerca de las películas de Iron Man. Además, el villano, si bien era un clásico de The Amazing SpiderMan, acá tenía un origen relacionado a las empresas Stark.
Spidey era el Robin de Iron Man que War Machine nunca fue.
En las siguientes dos Avengers, otra vez, su participación estuvo ligada a la relación con su mentor. Ahora, con Tony ya ausente, hay una nueva oportunidad, pero nos olvidamos de algo, hay que velarlo. "Spider-Man: Lejos de casa" vuelve con la dirección de Jon Watts y un estilo muy similar al de "De regreso a casa". Dentro del Universo Marvel en el que cada héroe tiene un rol asignado, el del arácnido es el del adolescente en clave comedia naïf.
En aquella oportunidad, se aprovechaba la iconografía ochentosa de moda para encuadrarla como un homenaje a los films de estudiantinas estilo John Hughes ("Breakfast Club", "Ferry’s Bueller Day Off", "Sixteen Candles", "Weird Science", etc.). Ahora, el homenaje parece suceder en la otra vertiente de los films de Hughes, la saga "National Lampoon’s Vacation". Sí, Peter Parker (Tom Holland) se va de viaje.
En algún punto entre la anterior película y esta descubrió que Mary Jane (Zendaya) es su gran amor, y se le quiere declarar ¿Qué mejor que hacerlo en el viaje escolar a Europa que van a hacer con todo el curso? Claro, Peter no es un adolescente común, y su deber como superhéroe terminará interviniendo en el viaje, aunque él no lo quiera.
En "El hombre araña 2 y 3 (saga Raimi)", el personaje ya se planteaba la dificultad o imposibilidad de balancear una vida personal tradicional, con su alter ego super heroico, sin poner en riesgo a los que más quiere. Lejos de casa vuelve sobre el mismo dilema.
Podríamos decir que es una constante del personaje, lo cierto es que en las oportunidades anteriores fue mucho mejor tratado. Nick Fury (Samuel L. Jackson), y Maria Hill (Cobey Smulders) contactan a Peter por intermedio de Happy (Jon Favreau) el asistente de Tony Stark; lo necesitan para frenar la amenaza de unos monstruos que arrasan con poblaciones enteras representando a los cuatro elementos esenciales (aire, agua, fuego, y tierra).
En esa reunión, Peter conocerá a Quentin Beck (Jack Gyllenhaal) un representante de un universo paralelo, al que a través de los medios se conocerá como Misterio, y que colaborará en frenar a "Los esenciales".
Claro, Parker sólo piensa en irse de vacaciones, duda en asumir su rol de héroe, y recibe una presión extra al sentirse heredero del lugar vacante que dejó Iron Man. Pero Nick Fury tiene planeado de alguna forma sumarse a ese viaje a Europa.
En sus 130 minutos, "Spider-Man: Lejos de casa" se toma su buen tiempo para plantear una comedia de vacaciones con dos profesores tontines, clima de "Eurotrip" sin lo zafado, un viaje en avión que parece un homenaje al inicio de "Destino final", los compañeros con hormonas ardientes, Peter tropezando en cada intento por hablarle a Mary Jane, y hasta un tercero en discordia bien cliché. Fury, Happy, la Tía May, Hill, y otros, también se prestarán a la comedia.
Una comedia que más de una vez corta el clima, y que rara vez resulta muy efectiva.
Cuando finalmente la película de superhéroes comience a tomar cuerpo, mediante una vuelta de tuerca que intenta generar sorpresa torpemente (porque los fans ya conocen la historia, y porque la película lo adelanta demasiado), "Spider-Man: Lejos de casa" empezará a acumular cabos sueltos que nunca intenta atar, deja agujeros indisimulables, e intenta excusarlos bajo el lema “no importa, es una comedia”.
Todo el tiempo que no se toma en resolver sus incongruencias (internas, y en relación a la película anterior), se lo toma en escenas expositivas, sobre explicativas, homenajes muy subrayados, y repeticiones hasta el cansancio.
Pareciera que nunca confía en la capacidad de su espectador para comprender cuestiones básicas. Holland, Jackson, Zendaya, Favreau, y compañía parecieran divertirse, tienen química, se los ve sueltos, y haciendo lo suyo de taquito. Pero el contexto no los ayuda en nada. Misterio tiene todo para ser un gran personaje. Es importante en los comics, y en la película tiene un buen material que nunca desarrolla.
Su arco termina pareciéndose a "Batman Forever", y otra vez, se lo modifica de modo tal de atarlo a Stark. "Spider-Man: Lejos de casa" es un funeral de más de horas para el personaje de Robert Downey Jr., es omnipresente, se lo referencia permanentemente, y se habla más de él que de la propia historia de Peter Parker. No importa los traumas de Parker, todo el dramatismo y la emoción pasan por si él ocupará el legado Stark.
Héroes y villanos, todos unidos bajo el manto de una figura que le vuelve a arrebatar el protagonismo al que le da título a la película. Para remate, una de las dos escenas post créditos, terminan de configurar a Spider-Man como el hijo bobo de Iron Man. "Spider-Man: Lejos de casa" es molesta porque hay un potencial para ser una mejor película de lo que es. Un film sin peso propio, de transición, irrelevante, y consciente de su propia insignificancia al querer presentarse como una simple comedia.