Spider-Man: de regreso a casa

Crítica de Daniel Lighterman - Visión del cine

Exactamente quince años después del estreno de la primera película de Spider-Man filmada por Sam Raimi, llega un nuevo relanzamiento Spider-Man: de regreso a casa. Esta versión propone un punto medio entre lo pasatista de esa primera entrega y la complejidad del personaje en la saga reiniciada en el 2012.
La película comienza apenas terminada la primera película de los Avengers y vemos ahí a Adrian Toomes, contratista que empeñó todo su dinero para armar la infraestructura para reconstruir la ciudad destruida por la invasión extraterrestre, sólo para descubrir que el gobierno le rescinde el contrato para dárselo, nada más ni nada menos que, a una subsidiaria de Tony Stark.

Rápidamente avanzamos ocho años para encontrar a Toomes convertido en Buitre, el líder de una mafia que trafica con armas fabricadas con los restos que recolectó en el corto lapso que duró su anterior trabajo.

También encontramos a Peter Parker, un adolescente fascinado por haber entrado de lleno al equipo de los Avengers y que espera ansioso su próxima misión. Aunque ésta nunca llega y debe conformarse con ser un pequeño vigilante de los suburbios en los que vive. Hasta que un día, muy por casualidad, da con la mafia liderada por Buitre y decide, sin el aval de su patrocinador Stark, salir a combatirla por sí mismo.

Spider-Man: de regreso a casa se sabe a sí misma como una película en medio de un universo cinematográfico que la incluye y excede al mismo tiempo. Y aprovecha eso a la perfección. No hace falta presentar al personaje ni a quienes lo rodean. El mundo en el cual esta película existe ya debería ser conocido por todos los que van a verla y esa ventaja permite que la acción se desarrolle desde el principio del film.

Tom Holland en el papel de Spider-Man es uno de los mejores aciertos en el casting de la saga de los Avengers. Sin ser el mejor actor que hay en el mercado, está muy por arriba de la media y es, realmente, muy carismático. Le da la frescura que el personaje necesita y eso es uno de los puntos más altos de la película.

Michael Keaton como el villano tiene sus momentos poco inspirados en los cuales aparecen los tics que le conocimos en Beetlejuice (Tim Burton, 1988), pero cuando tiene que lucirse, se luce. Es seductor, es perverso, es un poco travieso y es, más que nada, muy humano.

El guion está muy bien escrito aunque muchos de los chistes están demasiado apuntados al público adolescente y se pierden para el resto de los espectadores.

Tal vez el punto menos logrado de la película son algunas escenas en las cuales los efectos especiales (sobre todo los digitales) no están a la altura de otras producciones que se están viendo en cine hoy día, pero eso termina siendo anecdótico cuando el producto que uno ve es consistente como en este caso.