Soy mucho mejor que vos

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Solo contra el mundo

Este logrado filme chileno tiene una comicidad acompañada de cierta amargura.

Frustrado por la vida, el Naza busca revancha emprendiendo una recorrida por la noche de Santiago de Chile. Parece que quiere mujeres para vengarse de su esposa -que se fue becada a España y pretende que él y sus hijos la sigan-, pero lo que en realidad desea es escupirle su desasosiego al mundo. Pendenciero, mentiroso, maltratador, resentido, el Naza es un cretino simpático que se resiste a asumir el rol productivo que, se supone, un hombre de 40 años debe tener en la sociedad. En síntesis: un gran protagonista para una película que, ante todo, está viva.

En Soy mucho mejor que vos, Che Sandoval continúa la huella de su opera prima, Te creís la más linda (y erís la más puta), donde el Naza era un personaje secundario. El las llama walk movies: son viajes como los de las road movies, pero a pie y en distancias más modestas. Todo sucede en una noche y una mañana, con personajes deambulando por la ciudad y metiéndose en situaciones por lo general incómodas, en las que lo fundamental son los diálogos. Diálogos coloquiales, cargados de chilenismos, al punto de que los subtítulos son imprescindibles (aquí debe estar batiéndose un récord Guinness de uso cinematográfico de la palabra nacional de Chile, weón -fonética de huevón- y sus derivados).

Gracias a esos diálogos creíbles, Sandoval emula -salvando las distancias- una de las cualidades de su admirado John Cassavetes: la naturalidad, la sensación de que esas palabras están surgiendo en ese momento, sin que haya un guión estudiado. Las reacciones del Naza parecen igual de espontáneas y, por lo tanto, resultan imprevisibles. El devaneo de este hombre que no sabe lo que quiere es gracioso por eso, y por el desprecio que muestra por todo y todos. Pero ese desconcierto vital, esa masculinidad cuestionada, hacen que la comicidad venga acompañada por un regusto amargo tan necesario como real.