Soy el número cuatro

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Engendro producido por Disney Pictures cuyo mayor logro es estar muy bien promocionado, que continúa con la línea de la Saga de “Crepusculo” (“Crepúsculo”, Catherine Hardwicke, 2008; “Luna nueva”, Chris Weitz, 2009; “Eclipse”, David Slade, 2010), esto es historias de amor improbables, destruyendo una vez más el mito de “Romeo y Julieta”, lo que seguramente nuevamente hará que William Shakespeare se revuelva en la tumba.

¿De que trata la historia? En algún lugar de la “madre patria” (EEUU) se esconden seres adolescentes de otro planeta, escapados para su supervivencia, confundiéndose con los terráqueos al mimetizarse con los adolescentes comunes y corrientes hasta que sus poderes estén maduritos y puedan defenderse, mientras tanto un adulto de ese planeta desconocido será su guía personal, tres de estos ya fueron asesinados por sus enemigos, seres en conflicto provenientes de ese mismo planeta.

Nosotros, los espectadores, entramos en la historia cuando el ya jovencito John (Alex Pettyfer) y su guardaespaldas devenido en padrastro se ocultan en un pueblito perdido, con el fin de nos ser atrapados por esos malos muy malos. Allí conoce a Sarah (Diana Agron), una joven solitaria, fotógrafa, algo muy cercano a un nerd, pero sin las apetencias científicas e intelectuales de estos personajes iconos de las películas hollywoodenses de teenagers.

La idea primordial es que éste joven atlético, rubio, alto, inteligente, atractivo, pase desapercibido en un pueblo chico que cumple el axioma de infierno grande. Esto por supuesto es del orden de lo imposible.

Amor a primera vista que se concretará en una segunda oportunidad, mire que extravagancia, la de los guionistas, ¿no?

Ya instalada la incipiente historia de amor, guionistas y el realizador intentará distraernos con una subtrama de competencia por ese amor que los dos adolescentes intentarán concretar, pero a los que se sumará, como antagonista de nuestro héroe John, el ex novio de Sarah.

Todo es demasiado previsible, ya visto u oído infinidad de veces con el agravante de que esos elementos, que podrían llevar a satisfacer al espectador natural de estas producciones, son de muy mala confección, desde los efectos especiales hasta las supuestas escenas de acción.

Pero otro punto posible de análisis de este tipo de productos, y creo que a la postre podría ser importante señalarlo, es el discurso que intenta instalar el filme, desde la premisa que estos seres extraterrestres se enamoran una sola vez y para toda la vida, sin dar mención de una sucursal de la Santa Sede en ese planeta remoto. Pasando por lo kitch y hermoso que quedan los tatuajes en los cuerpos de los jóvenes (el personaje principal tiene marcas identificables por todo el cuerpo), dejando de tratar de profundizar las circunvalaciones del cerebro, que se realiza con el estudio y el uso de la inteligencia. Hasta la promulgación de una nueva máxima: “Mente Tonta en Cuerpo Fuerte”, destruyendo la famosa frase del poeta romano Decimo Juvenal “Mens Sana in corpore Sano”.

El que piensa pierde, parafraseando a Les Luthiers