S.O.S: Familia en apuros

Crítica de Diego Martínez Pisacco - CineFreaks

Grandes actores, comedia minúscula

Viéndolo actuar a Billy Crystal en la comedia S.O.S.: Familia en apuros uno no puede menos que lamentarse por lo poco que se prodiga en pantalla últimamente este eximio comediante, tan apto para las réplicas ácidas en one-liners geniales como para el humor físico sin perder nunca el timing cómico exacto. Cualidades difíciles de encontrar en los actores del género hoy día. De hecho tanto su interpretación como la de su partenaire de ocasión, la Divine Bette Midler, son el principal atractivo de una película que atrasa en su postura ideológica, muy hollywoodense, sobre los valores familiares. El contraste entre la educación chapada a la antigua que representa la pareja integrada por Artie (Billy) y Diane Decker (Bette) en contraposición con la hiper moderna concepción formativa, con énfasis en la psicología, de la que se enorgullecen su hija Alice (Marisa Tomei) y su yerno Phil (Tom Everett Scott), es el eje de la historia escrita por Lisa Addario y Joe Syracuse; y dirigida sin alardes, con prolijo oficio, por Andy Fickman (La Montaña Embrujada). Aunque Parental Guidance, su más formal título original, no pueda superar a muchas comedias ATP de similar tenor, el talento de los actores involucrados le saca el máximo provecho a las numerosas situaciones de humor urdidas por los autores. Con todos sus problemas la película da en el blanco no pocas veces a través de gags de seguro efecto, siempre y cuando el espectador manifieste una mínima empatía por el estilo actoral de Billy y Bette. Para los que no comparten este gusto cumplo en advertir que la experiencia puede resultar intolerable...

Como relato el filme de Andy Fickman no rehuye a la más arraigada de las convenciones yanquis ya desde la ocupación de su protagonista: Artie Decker es la voz del estadio de un equipo de béisbol de Atlanta, Georgia. En la ficción este trabajo cumple un doble propósito: permitirle a Crystal un pase libre para su formidable verborragia (los chistes están aquí a la orden del día) y, por otro lado, rendirle homenaje al deporte que el actor de Analízame más admira (ver el telefilme 61*, también dirigido por él, para despejar cualquier duda). Desde lo temático el muy temprano despido de Artie le concede a los guionistas y al director una oportunidad inmejorable para seguir refiriéndose a la recesión económica. El motivo que le esgrimen para el cese al veterano relator apunta a una renovación generacional que presenta puntos en común con lo que le ocurría al personaje de Clint Eastwood en Curvas de la Vida. Lo importante, más allá de los argumentos inferidos, es que la mala nueva impacta a Artie sobremanera. Pese al consuelo de su esposa el salvavidas llega desde la persona más inesperada: su hija Alice, con la que mantiene una relación distante. Alice y su marido recurren a los Decker, que como se podrá apreciar más adelante es la menos popular de las dos parejas de abuelos, para solicitarles que viajen a su hogar para hacerse cargo de los chicos mientras ellos se ausentan por unos días. La idea no le cierra a nadie excepto a Diane que considera la petición una segunda oportunidad para afianzar el vínculo con sus nietos. Presionado por su mujer a Artie no le queda más remedio que acceder. Ni bien instalados en la casa (un prototipo de vivienda del futuro con la que no se sienten cómodos) empiezan los conflictos para el matrimonio: Alice les desconfía, los chicos los desconocen y se horrorizan porque transgreden una larga lista de reglas instaurada por sus padres. Harper (Bailee Madison), de 12 años, es una chica muy dulce pero algo tensa por las exigentes prácticas de violín; el hermanito del medio, Turner (Joshua Rush), es tan inteligente como inseguro y no puede evitar tartamudear al hablar; Barker (Kyle Harrison Breitkopf), de sólo cinco años, es el más pequeño pero también el más alocado y travieso. Una escena en un baño público en la que participan Cyistal y este simpático niño debe estar entre lo más hilarante que he visto en tiempos recientes. No es un humor refinado pero Crystal de todos modos le saca lustre con su prodigiosa e inagotable vis cómica. Si otras escenas mantuvieran el mismo nivel la película generaría otro entusiasmo...

Como todo el mundo se podrá imaginar, los resentimientos y el dolor de viejas heridas entre padres e hijos harán eclosión en esos escasos días de convivencia pero gracias a la buena fe de los implicados la redención no tardará en aparecer para que la familia vuelva a estar unida y, de paso, proveyendo por el camino lecciones de vida a discreción. Cada uno habrá aprendido que no hay un sólo abordaje posible para la formación de los chicos y que lo anticuado, mientras no falten el amor y el respeto, sigue funcionando tan bien como cualquier método actual de enseñanza. Este mensaje burdo no es algo que me fascine precisamente. Hay comedias que lo han formulado con más ingenio pero pese a esa media hora final en la que S.O.S.: Familia en apuros derrapa sin remedio, debo reconocer que el compromiso profesional de Billy Crystal y Bette Midler así como la frescura de los niños, de fantástico desempeño los tres, compensa en parte los excesos sentimentales. Y cuando hacen reír, lo hacen en serio. Estos actores son demasiado valiosos para desperdiciarlos en una historia tan básica y endeble. A elegir un mejor proyecto la próxima vez...