Sonríe

Crítica de Diego Brodersen - Página 12

"Sonríe", las viejas formas del terror

La película puede no sorprender y asusta en módicas cuotas, pero el realizador debutante recurre a herramientas efectivas, que le devuelven al género algunas virtudes perdidas.

Si lo sabrá Stephen King: cuanto más traumado esté el personaje por razones naturales, más posibilidades hay de que lo sobrenatural aceche y posea el cuerpo, la mente y el espíritu. A la doctora Rose Cotter, psiquiatra acostumbrada a tratar y contener a pacientes complejos en un centro de urgencias psicológicas, la muerte de su madre cuando era pequeña le sigue dando vueltas en la cabeza. Así comienza Sonríe, la ópera prima del estadounidense Parker Finn, que ofrece fotogramas empapados de viejos terrores en encuadres aparentemente novedosos: con un flashback a ese evento de la infancia que volverá con fuerza al presente por razones inesperadas.

Es que un día como cualquier otro, una joven paciente que acaba de ser testigo del sangriento suicidio de uno de sus profesores (golpes autoinfligidos con un martillo, se afirma con estupor) le revela a la protagonista que viene viendo “cosas”. Algo así como un “ente” que adquiere diversos rostros y le hace la vida imposible, además de advertirle que su propia extinción está muy cerca. Minutos después, como quien no quiere la cosa, la chica procede a abrirse el cuello mientras su boca dibuja una sonrisa enorme, desquiciada.

nadie en su entorno –ni su prometido, ni sus colegas y superiores, ni siquiera su exnovio policía– creen que lo que está ocurriendo esté afuera de su cabeza. Ironías de la vida: la psiquiatra está atrapada en un laberinto de locura.

Una vez que la trama descubre la lógica del funcionamiento detrás de los extraños hechos (el origen ya es otro cantar), al relato sólo le quedan dos caminos paralelos para completar las casi dos horas de metraje: acompañar en la pesquisa a la heroína, obsesionada con vencer el poder maléfico de “eso” que ha puesto su vida patas para arriba, e ir descorriendo el misterio oculto en las tinieblas para mostrar cada vez más de cerca la verdadera forma del horror. Ahí es cuando el trauma del pasado vuelve con fuerza, tal vez como arma ideal para detener las ruedas de la muerte. O tal vez no, que al fin y al cabo se trata de una película de terror. Sonríe puede no sorprender y asusta en módicas cuotas, pero su factura evidencia un deseo de devolverle al género puro algunas de sus potencialidades perdidas. Una ficha para el debutante Parker Finn, que además esconde un muy buen chiste sobre el abuso de los vasos rotos en los guiones.