Sonata para violonchelo

Crítica de Beatriz Iacoviello - El rincón del cinéfilo

Soledad. Pasión y belleza

La idea de realizar un filme que contenga rasgos de belleza y a la vez de intenso dolor, surge como necesidad de la directora Anna Botarull para poder reflejar la fibromialgia, una enfermedad tan desconocida como misteriosa, que se caracteriza por un dolor muscular intenso y constante, para la cual no existen medicamentos ni paliativos.
Anna Botarull, realizadora catalana, que luego de haber filmado dos documentales (“Hammada”, y “Notes al peu” – 2009, y ser editora o guionista de otros proyectos), se interna en el mundo de la ficción, tras cinco años de investigación y de luchar para conseguir que los números del presupuesto se ajusten a su realidad) con “Sonata para violonchelo” (“Sonata per a violoncelo·”).
La música en este filme es la línea argumental para poder desarrollar la trágica historia de la protagonista y así ayudar al espectador a comprender qué significa vivir con una enfermedad crónica.
El eje principal de la trama en “Sonata para violonchelo” es la soledad: del artista, de la persona, y la de la profesional que debe anteponer sus dolores y los problemas que éstos le causan para poder cumplir con sus compromisos. La narración en ese sentido expone la imagen de una solista de violonchelo prisionera entre su obsesión por mantener su liderazgo en la música, su sensibilidad para ejecutarla, y su entorno que incluye familiares, amante, compañeros y representante.
Una peculiaridad del filme es el manejo de los espacios exteriores e interioriores. El espacio exterior, lo de afuera, es árido, desolado e inhóspito, en consonancia con el de la protagonista, lo de adentro. Las dos inmensidades se tocan y se confunden. El poeta Rainer María Rilke sostenía en una de sus cartas que; “la soledad limitada, que hace de cada día una vida, ésta comunión con el universo, el espacio en una palabra, el espacio invisible que el hombre puede, sin embargo, habitar y que lo rodea de innumerables presencias”.
Lo de adentro y lo de afuera constituyen una dialéctica de descuartizamiento de la persona, que de por sí está instalada en una superficie que es dolorosa, absorbida entre el ser y la nada, y en donde su “estar allí” vacila y tiembla.
Anna Botarull se desliza entre esos mundos donde el espacio íntimo pierde toda su claridad y el espacio exterior su vacío, Ella plantea el drama de una geometría íntima ¿Dónde hay que habitar? La soledad del adentro no es lo ideal, pero el afuera tampoco es aconsejable, ya que pocos comprenden el repliegue de una alma en su dolor.
La cámara de Alexandrer Font conjugó en primeros planos el bellísimo paisaje con los de la intérprete consolidando paisajes fotográficos de excelente calidad, que a su vez interactuaban con la orfandad del personaje.
Montsé German realiza una admirable interpretación, dando voz, encarnadura y pasión a su solitaria Júlia Fortuny, una violonchelista que no conoce los límites del fracaso.
En las subtramas de “Sonata para violonchelo” la directora colocó a los personajes secundarios que acompañaron con precisión y excelencia a la protagonista: su representante Juanjo Puigcorbé, siempre atento a las necesidades de su agenda y a las de su representada. Jan Cornet, el joven amante que poco entiende de las necesidades y problemas de su novia. Ivana Miño, Helena, la hija, busca relacionarse con su madre y no encuentra el modo de hacerlo. Sobre ese vínculo es quizás donde puso mayor empeño Anna Botarull, porque el afecto entre una madre y una hija es lo único que puede hacer superar cualquier obstáculo.
“Sonata para violonchelo” es una realización cuya belleza está radicada en el manejo de la soledad, la pasión y especialmente en la música que conlleva en sí misma la esencia del mundo interior de la artista.