Son como niños

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Aquellos gloriosos viejos tiempos

De los estallidos de furia y la calma melancólica de Embriagado de amor (Paul Thomas Anderson, 2002) y Locos de ira (Peter Segal, 2003), pasando por los personajes buenazos y gloriosamente independientes de Un papá genial (Dennis Dugan, 1999), La herencia del Sr. Deeds (Steven Brill, 2002) y Happy Gilmore (Dennis Dugan, 1996), hasta la reflexión melancólica y existencial de la extraordinaria Hazme reír (Judd Apatow, 2009), Adam Sandler es una de las pocas figuras de los fundadores de la Nueva Comedia Americana –en donde se alinean Wes Anderson, Bobby y Peter Farrelly, Ben Stiller, Jim Carrey, Owen Wilson y Will Farrel entre otros-, que el público masivo distingue como una marca en los proyectos que participa.

El actor, músico, guionista y productor neoyorquino, que como buena parte de los comediantes que cambiaron el género en Hollywood se hizo verdaderamente popular en el eterno y siempre vigente Saturday Night Live, es una especie de héroe de los relatos que hacen base en la épica de la eterna adolescencia.

Ahora bien, Son como niños sigue en la misma línea pero clausura de mala manera esta especie de sub género, abordado decenas de veces en los últimos años. La película parece decir que el tiempo, los recursos, tics, historias y en definitiva, la visión del mundo de este tipo de historias van agotándose, en tanto sus creadores se hacen más grandes. Así, con la dirección del veterano Duggan, luego de una breve introducción donde se muestra a un grupo de cinco chicos en su momento de gloria cuando ganan un campeonato de básquet, el guión del propio Sandler junto a Fred Wolf, reúne a los protagonistas 30 años después, en el funeral del entrenador que los llevó a la gloria en la niñez.

De ahí en más, al transitadísimo recurso de mostrar el ¿qué pasó en la vida de?, que como es de esperar transitan un presente árido, amargo y lleno de frustraciones, se le suman los chistes demasiado fáciles -este cronista contó apenas tres gags relativamente efectivos-, el desperdicio de figuras como Rob Schneider, Chris Rock, Maya Rudolph y Steve Buscemi, las resoluciones apresuradas, y hasta una alarmante línea del relato, que transita por la constatación reaccionaria de que todo tiempo pasado fue mejor.