Son como niños 2

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Adam Sandler obtuvo premios Anti-Oscar o Razzies, esos que se otorgan en los Estados Unidos a lo peor de la industria cinematográfica de cada año. Ya tiene dos por tres películas, y va por más con “Son como niños 2”. El neoyorkino puede no ser un buen actor pero es funcional a los productos en los que se embarca. Su porte y mirada dan con el perfil de alguien naif, atontado, con la paciencia eterna para soportar todo lo que le pasa y, en casi todos los casos, un prototipo de infeliz. Lejos de explorar otras facetas hace de su Physique du role el producto per se alrededor del cual giran los diálogos, las situaciones, los demás personajes y, por qué no, el guión. Así, en más de cuarenta películas a la fecha solamente pudimos ver variantes interesantes en “Locos de ira” (2003) y en la gran comedia “No te metas con Zohan” (2008).

Lenny (Adam Sandler) vuelve al pueblo donde nació para reencontrarse con sus viejos amigos. Uno en peor situación que el otro, empezando por matrimonios y familias desencajadas. Así volvemos a ver a Eric (Kevin James) ahora con problemas con una amante; Kurt (Chris Rock) cuya mujer se olvida del aniversario de bodas; Marcus (David Spade) con un hijo bobo que le aparece de repente. O sea todos en peor situación que en 2010, incluyendo al espectador. Los gags son tan básicos que es como retroceder a los años en los que burlarse de la sexualidad funcionaba. Pero tampoco podemos esperar mucho si en la primera escena Lenny es perseguido por toda la casa (con escaleras y todo) por un alce (si, un alce) que como corolario del ridículo le hace pis en la bañadera. Ni pregunte por el lugar que ocupa la mujer o la educación de los hijos en éste mamarracho.

“Son como niños 2” (y la primera también) juega a mostrar adultos en situaciones infantiles. Una suerte de grotesco muy lavado que intenta funcionar por contrastes, apoyando toda la responsabilidad del buen funcionamiento en ello, en lugar de ahondar en las posibilidades de la propuesta con un guión bien articulado y personajes mejor delineados. La sensación es la de estar frente a actores que se hacen los graciosos en lugar de serlo.

El humor es subjetivo. Hay público para Les Luthiers, que se desternilla de risa con las desventuras de Mastropiero, pero no esboza sonrisa alguna con el Negro Olmedo, y viceversa. Sería la única forma de explicar (no justificar) en términos generales la recaudación millonaria de “Son como niños” en 2010. Para Hollywood, los más de 300 millones en todo el mundo son suficiente justificativo para una secuela. Se trata de la relación costo-beneficio, punto. ¿Calidad? Será para otro momento.