Somos Campeones

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Un castigo bendito

Es un lugar muy incómodo para el cine integrar la discapacidad a cualquier género sin caer en clichés, y en épocas de corrección política o incorrección forzada se hace mucho más cuesta arriba. Desde los estereotipos en las discapacidades mentales pasando por ese dejo de “lástima” hacia los personajes discapacitados existen acabados ejemplos en el cine, en cada uno de ellos con la torpeza de crear, ya sea, un relato negacionista de la discapacidad o todo lo contrario, lastimoso.

Por eso Somos campeones es una rara avis dentro de las propuestas donde actores discapacitados interpretan personajes con su misma condición. Estamos frente a una comedia deportiva. Dos palabras a las que el director Javier Fesser explota en el mejor sentido del término, con alquimia y algo de buena fortuna es cierto para contar entre otras cosas un relato iniciático.

Quien realiza esta aventura iniciática es un personaje que en la jerga habitual responde al perfil del fracasado: compartía banco como entrenador de un equipo de básquet con ideas diametralmente opuestas a las del principal entrenador y en un incidente durante un partido se queda sin el pan y sin la torta, sumadas en este derrotero de penurias una serie de malas decisiones que lo condenan por tres meses a cumplir servicio comunitario para no ir preso. El castigo, hacerse cargo de un grupo de discapacitados mentales y prepararlos para que jueguen al básquet con el correr del tiempo se vuelve bendición.

A partir del encuentro, la galería de personajes variopintos, todos con alguna discapacidad mental visible, construye una realidad desconocida para el protagonista quien se va transformando a medida que trata de ponerse en el zapato del otro con una enorme lección de humildad detrás de ese entramado de diferencias que lo conectan con sus futuros jugadores.

Las situaciones que el director de El milagro de P. Tinto dispara para que la historia transite por los andariveles del film deportivo no son otras que las de la dialéctica del entrenamiento, la constancia y la autosuperación adaptada a esa realidad. Algo que partidos mediante se verá reflejado en otra lección de humildad más profunda aunque predecible. Tampoco se queda Somos campeones en la comedia sin contenido, entretenida, sino que explora con armas nobles la sensibilidad y apela al terreno emocional sin caer en golpes bajos o de efecto. Para ello, resulta fundamental la comunión entre Javier Gutiérrez en el rol de entrenador y sus acompañantes discapacitados, jugadores de algo más trascendente que un simple partido de básquet.