Sombras de un crimen

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Los méritos de Sombras de un crimen (Marlowe, 2022) están más en la teoría que en la práctica. Pero para los amantes del policial negro es un ejercicio divertido capaz de evocar las constantes del género y generar una nostalgia cuidada llena de amor por el cine. Marlowe es lo que se conoce como film noir. Este género cinematográfico, inaugurado en la década del cuarenta, estaba construido en base a la obra de varios escritores de policiales que renovaron el policial y lo pusieron en un clima de paranoia y angustia, generando universos de pesadilla que rápidamente el cine comenzó a copiar. El nombre film noir proviene de Francia, cuando dichos autores fueron publicados en una colección llamada Serie negra, de la editorial Gallimard. El concepto de policial negro fue más una creación de la teoría y la crítica que de una idea de los estudios, lo que le ha dado un prestigio mayor que a otros géneros. Los autores literarios más importantes que corresponden a dicho universo son Dashiell Hammett, James M. Cain y, por supuesto, Raymond Chandler. La película Sombras de un crimen se llama Marlowe en el original porque su personaje central es Phillip Marlowe, el protagonista de las novelas de Raymond Chandler. Este pastiche autoconsciente le servirá a quienes nunca hayan visto un film noir para entender en dos horas de que se trata.

La trama lo tiene todo. A finales de la década del treinta, en los márgenes de la ciudad Los Ángeles, el detective privado Philip Marlowe (Liam Neeson) es contratado para encontrar al ex amante perdido de una joven heredera de una fortuna (Diane Kruger), hija de una famosa estrella de cine venida a menos (Jessica Lange). La regla de oro de los policiales negros es que aquello que parece sencillo es tan sólo el punto de partida de algo mucho más grande y peligroso para todos los involucrados. No hay detective que no termine recibiendo una golpiza o poniendo en riesgo su vida al meterse con poderosos muy por encima de sus posibilidades.

Sombras de un crimen es un curso rápido para entender el film noir, un seminario breve pero intenso para entrar en él. El detective perdedor que suele confiar que puede controlarlo todo pero el caso se complica cada vez más, la mujer bella y misteriosa – la femme fatale- que lo contrata pero no le dice la verdad, la oficina con el escritorio clásico y las persianas americanas en algún edificio viejo de la ciudad, el villano rico y poderoso con oscuros secretos, la policía entorpeciendo el caso, el asfalto mojada en las escenas casi siempre nocturnas y otros tópicos bien recreados en esta película. Para los que conocen bien el género este no será un film con calidad de clásico, pero igualmente tendrán un mundo de referencias que será más que divertido, porque las citas y homenajes tampoco faltan.

En primer lugar, hay un respeto por el árbol genealógico del cine y el género. El personaje más siniestro es interpretado por Danny Huston, hijo del director, guionista y actor John Huston. Justamente este legendario realizador es una pieza clave del film noir. Huston fue quien dirigió El halcón maltés (1941) el largometraje con Humphrey Bogart que para muchos sería el puntapié inicial del film noir. Pero Huston también interpretó, ya veterano, al villano en Barrio chino (1974) de Roman Polanski, el más grande de los clásicos que el género tuvo en su época nostálgica. Ambas películas son citadas oportunamente aquí, no diremos hasta qué punto. Y Jessica Lange, claro, protagonizó junto a Jack Nicholson la versión de El cartero llama dos veces de 1981, un clásico del policial negro. La versión de 1946, con Lana Turner y John Garfield fue otro título insoslayable del film noir.

Sin embargo lo que aleja a Marlowe de convertirse en una gran película es su guión, que tiene algunas vueltas de tuerca que le hacen perder a la trama su fuerza inicial. Son los actores quienes sostienen el espectáculo, en particular Liam Neeson. Aunque Marlowe debería tener muchos años menos que el actor, la presencia de Neeson es notable. Por eso y por su condición de estrella es que seguramente lo eligió su amigo Neil Jordan, el director de la película. Jordan trabajó anteriormente con Neeson en Michael Collins (1996) y Desayuno en Plutón (2005). El director de origen irlandés es conocido por dirigir En compañía de lobos (1984), Mona Lisa (1986), El juego de las lágrimas (1993) y Entrevista con el vampiro (1994). Un director algo desparejo que aquí juega al Hollywood clásico. El resultado es correcto y limitado, pero al menos sirve para recordar la edad de oro.