Sombras de un crimen

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

EL MUSEO DEL CRIMEN

En la columna semanal que pueden leer en esta misma web decía que el policial, en esa vertiente del film noir, era un género en vías de extinción. Un ejemplo es que esta película, que en el original se llama concreta y asertivamente Marlowe, fue estrenada por estos lares como Sombras de un crimen. Es decir, no hay confianza en que ese nombre propio (pedazo de nombre propio para la literatura y para el cine) signifique algo. Más bien el tráiler se preocupaba en destacar que esta era una película con Liam Neeson y que iba a haber piñas, cuando en verdad la única paliza que pega Marlowe es la que aparece en el avance. Lo demás sigue, sin correrse unos centímetros, el manual del correcto film noir, una aplicación que suele ser más estética que de fondo. Puro envoltorio.

No deja de ser curioso el fracaso artístico de Sombras de un crimen si sumamos el valor de sus individualidades: El director es el experimentado Neil Jordan, el guionista es el oscarizado William Monahan y el elenco suma a Neeson, Diane Kruger, Jessica Lange, Alan Cumming, Danny Huston, Colm Meaney, entre otros. Y todos cumplen: Jordan narra con los tiempos y los encuadres típicos; Monahan construye (sobre la novela de John Banville que toma prestado el personaje de Raymond Chandler) un relato que avanza sobre todos los tópicos del género, tanto los formales (la iconografía) como los que son de fondo (los temas y la relación de los personajes con el poder), y el elenco representa los arquetipos con precisión. Sin embargo, ninguno impide que la película se vea como apenas una fiesta de disfraces carente de vida y emoción.

Seguramente la respuesta más obvia sea la más justa: Sombras de un crimen no funciona porque su historia es poco interesante y porque la puesta en imágenes no es atractiva. De hecho, visualmente el film es demasiado chato. Pero el problema tal vez sea de representación, de un género que es abordado como museo, como un ejercicio de estilo frío y distante que cree que en la mera forma se resuelve todo. Curiosamente hacia el final de la película toma protagonismo el personaje de Adewale Akinnuoye-Agbaje, quien interpreta al chofer de uno de los villanos. Hay en la relación que entabla con Marlowe una vibración que no existe en el resto de la película, y ahí sí funciona la mirada cínica que la película ensaya como remedo del espíritu del noir. Es sólo un pincelazo, una breve mueca de una película demasiado atenta a los detalles y poco interesada en hacer de lo que cuenta un mundo para habitar.