Sombras de luz

Crítica de María Laura Paz - El Espectador Avezado

El filme de Daniel Henríquez nos lleva al mundo tan particular del fotoperiodismo y al mismo tiempo, el arte que supo desplegar en sus años más fructíferos Carlos Bosch.
Esta personalidad, política y artística por su contexto histórico, es un hallazgo del equipo realizador, que entre sus productores cuenta a los reconocidos Benjamín Ávila y Lorena Muñoz entre otros.
Si bien por momentos puede resultar un tanto técnico, por el lenguaje y porque el mismo Bosch aparece dando clases a un grupo de personas, el relato nos introduce en la obra llevándonos a una serie de autorretratos que buscan plasmar los miedos mismos del protagonista, que son en cierto punto existenciales y luego, nos lo muestra desde sus compañeros de labor y los trabajos que supo realizar en el exilio para periódicos españoles de la era posfranquista y de otras latitudes mundiales con conflictos a flor de piel.
Fotógrafo de AGRA, colectivo que todos los años tiene su muestra abierta al público, se molestó por un premio, halago que según él descolocó su búsqueda artística, su carrera más vehemente, algo que los que lo rodeaban trataban de contener sin conseguirlo.
La música de Eliane Correa complementa adecuadamente las transisiones y lo que reina son las "sombras de luz" necesarias para contar un momento, un rostro, una situación de postergación, la enfermedad, la vejez, la cárcel, con una cámara profesional y siempre, el blanco y negro.
El material de la investigación y el archivo de Carmela Silva son indispensables para, como decía antes, aquellos interesados en retratar la realidad social. Se estrena en el Gaumont y tendrá su espacio en el MALBA, los domingos con una función.