Solo (2013)

Crítica de Daniel Cholakian - CineramaPlus+

SOLOS EN LA MADRUGADA

Manuel es un joven diseñador que vive en una casa bonita, es gay y está solo y aburrido. A través del chat primero y por teléfono después, se pone en contacto con Julio. A partir de la insistencia de este último deciden encontrarse en la calle. Manuel, parece de clase media alta y Julio un joven algo más marginal, con un estilo menos amanerado.

Ellos van a la casa de Manuel, donde conversan sobre la dolorosa relación recién rota entre él y Horacio, su anterior pareja, para luego vivir una noche de sexo, afecto, conocimiento y algunas intrigas entre lo dicho y lo callado. Muchos pequeños detalles van llevando la trama hacia una historia de suspenso alejada de la aparente clave gay de la película.

Solo tiene algunos valores que superan ciertos excesos del guión. La historia y los diálogos en muchos momentos son demasiado calculados, demasiado faltos de frescura. Esto es en interés de permitir un camino narrativo que justifique las dudas y sospechas que buscan la lógica del thriller. Se hace evidente el trabajo del realizador en la construcción de los personajes para que se ajusten a la historia, con un excesivo cálculo previo, lo que resiente en gran parte la película. Sin embargo, a contrapelo de esa mirada, el modo que Briem Stamm propone la presencia de los cuerpos en su cine es destacable.

En un mundo cinematográfico conservador y misógino, donde el cuerpo siempre es construido como un cuerpo disponible para el consumo masculino y las mujeres no son puestas como sujetos deseantes sino como cuerpos deseables, la decisión del realizador de proponer dos personajes con cuerpos sexuados, entramados en una relación que se torna cálida y afectiva, es un procedimiento que desmonta el presente de un cine industrial conservador. Que quede claro, no se deja de ser conservador porque se muestren desnudos o se inventen mujeres liberales en materia sexual, o se narren relaciones homosexuales sin juzgarlas, lo que importa es el modo en que se construyen esos cuerpos y como se disponen los mismos para ser mirados y especialmente consumidos. No hay una mirada fisgona en Solo, hay cuerpos que recuperan el erotismo como una de las formas más intensas del afecto.

En sus papeles, Patricio Ramos y Mario Verón asumen con madurez actoral esta propuesta, que los obliga a un compromiso corporal extremo. El trabajo resultante es muy bueno, logrando construir una fuerte empatía entre sus personajes.

Solo está lejos de ser una película “porno gay” como algunos pretenden calificar, seguramente espantados por cuerpos varoniles desnudos y calientes. Es una película de dos jóvenes que comparten soledades nocturnas y escondidas. Un poco de afecto y contención nunca son malos para quienes encuentran las madrugadas vacías de calidez.

El desenlace de la película es solo una anécdota.