Sólo un hombre

Crítica de Rodolfo Bella - La Capital

Una película sobre el dolor de las pérdidas con fuerte sello estético

Una apacible y próspera comunidad de un exclusivo barrio de Los Angeles de 1962 es el contexto en el cual transcurre “Sólo un hombre”. El protagonista es George, un profesor inglés, con una relación cordial y distante con sus vecinos. En su bella casa racionalista convivió durante 16 años con Jim, su pareja. Pero de pronto todo ese equilibrio se derrumba después de un accidente fatal.

El director y diseñador de modas Tom Ford eligió para su debut en cine una historia de amor trágica basada en una novela de Christopher Isherwood que tiene como trasfondo, aunque de forma muy secundaria, la crisis de los misiles. Que los protagonistas sean homosexuales, es anecdótico. Y si bien queda claro desde el principio, Ford prefiere las ambigüedades visuales y de un guión del cual también fue responsable, antes que la obviedad.

El mismo tratamiento le da al personaje de Charley, en una extraordinaria actuación de Julianne Moore , quien interpreta a una hermosa mujer al borde de los 50, divorciada varias veces y con un hijo que cada día la ignora más. Los años le pesan, pero sobre todo la soledad. Sólo encuentra refugio a su vacío en el alcohol y en su amigo George, con quien tuvo un romance mucho tiempo atrás.

El director debutante organizó su película como un rompecabezas en el cual a cada pieza le sucede otra con la forma de flashback, con la cual va narrando los momentos felices o dolorosos de la relación de los dos hombres y una posterior pérdida que nunca superó. Ford prefirió focalizar en el dolor y la degradación que pueden suceder a la pérdida de un ser querido antes que en la relación homosexual.

Ford es un esteta. Así se puede advertir desde el diseño de arte, que tuvo en cuenta hasta el último detalle de colores y diseños de la época, tanto en exteriores como en los interiores, así como también la iluminación y el vestuario.

Tanto despliegue de preciosismo y formalidad sería un obstáculo a los fines dramáticos si sólo se detuviera en detalles de estilo y de recreación de la época. Pero el hallazgo de Ford fue Colin Firth, el intérprete de George, pareja de Jim, a cargo de Matthew Goode. Firth compone un personaje con aristas, dobleces y claroscuros.

Sin embargo, el desempeño del intérprete es siempre medido. George no pierde nunca la compostura, ni en los momentos de felicidad ni en los de la angustia, como cuando le avisan que Jim murió, y por eso mismo es la máscara perfecta de la desolación y el intento de reponerse a la adversidad que quiso transmitir el director.